Críticas de cine: La Princesa Mononoke, canto a la naturaleza y la magia


La fascinación mágica de un cuento que nos narran cuando somos niños. Esa es la sensación que deprende esa oda a la naturaleza que es La Princesa Mononoke de Hayao Miyazaki.

Usando la mitología japonesa y un estilo de la animación detallista y fantástico, Miyazaki nos cuenta la odisea de un príncipe que busca librarse de una maldición y que aprende que solo hermanando a los humanos con la naturaleza y los dioses puede haber paz. No es raro que esta obra de arte hiciera que Miyazaki sufriera una lesión en su mano mientras dibujaba parte de la película o que pensase en retirarse tras ella (fue un gran éxito en Japón).





Uno de los espíritus del bosque.
Nos encontramos ante cine de animación de calidad. Contiene la gracia de la fantasía del cine animado que parece haberse olvidado hoy, en gran parte del mundo de la animación occidental. Miyazaki no se amedrenta e incluye dibujos perturbadores como el espíritu que posee al jabalí gigante al principio de la película o desmembramientos de adversarios por parte del protagonista, un adolescente.

Por el camino tenemos la Ciudad de Hierro, liderada por una siniestra cazadora de dioses que pretende destruir el bosque, mientras que animales y dioses desafían su poder a la vez que el emperador busca la cabeza de un espíritu para hacerse inmortal. Un juego a varias bandas donde se suma una familia de lobos liderada por una joven, la princesa que representa a los dioses del bosque.
La princesa y su familia.

La princesa y un viejo recuerdo.


Los siniestros espíritus del bosque.

Como leen, todo un enorme arrebato de magia e imaginación que desarrolla durante dos horas (es una de las películas de animación más largas de la historia). El mayor problema de La princesa Mononoke puede ser ese: lo larga que se hace, pero su heroica historia y su uso de la animación la convierten en una gran película.

Por suerte, como curiosidad, hoy puede disfrutarse la película como fue pensada, ya que en Estados Unidos estuvo a punto de sufrir cambios (y alguno tuvo), pero alguien de los estudios Ghibli envió a los Weinstein una katana con un mensaje claro: “sin cortes”.


La Princesa Mononoke nos devuelve la fe en un cine de animación para todo el público siempre y cuando este no sea idiota y prefiera lo tontería animada de turno.
El príncipe.

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