Tatsuki Fujimoto, conocido por esa salvajada disfrazada de gore llamada Chainsaw Man, demuestra en Look Back que no necesita demonios ni motosierras para desgarrarnos por dentro: le basta una hoja en blanco, un lápiz y dos adolescentes que quieren cumplir su sueño de dibujar manga.
El manga como salvación
Fujino y Kyomoto no podrían ser más distintas: la primera, segura de sí misma hasta la arrogancia; la segunda, encerrada en una habitación, como si el mundo fuese demasiado ruidoso para alguien que solo quiere dibujar. Y sin embargo, ahí reside la magia de Look Back: en cómo el arte se convierte en el hilo conductor que une lo irreconciliable, en cómo la pasión compartida por narrar historias es más fuerte que cualquier diferencia. Y más dolorosa también, ya que ambas acaban haciéndose amigas mientras dibujan el diario de clase y pronto desearán convertirse en mangakas reales.
En Look back, el arte es un refugio y un modo de reescribir un pasado que, de otro modo, solo dejaría cicatrices. El arte es un acto de fe desesperado contra el absurdo de la existencia. En ese aspecto, es más lírica y menos realista que Bakuman, serie de los creadores de Death Note, que se centraba en lo mejor y peor de la industria (aunque terminase descarrillando y planteando la realidad desde solo una perspectiva. En Look back, ya de paso, Fujimoto nos recuerda que sí, Chainsaw Man tendrá motosierras, pero debajo de toda esa casquería hay un corazón latiendo.
El problema de la duración
La animación (sobria, elegante), dirigida por Kiyotaka Oshiyama, respeta al milímetro el trazo nervioso de Fujimoto. No hay grandes alardes ni efectos chillones: solo planos largos, silencios incómodos y una banda sonora basada en el piano en la cual se apoya en diversas escenas. Y debido a que es una película de animación sobre el mundo del mangaka, el mediometraje no teme jugar con su propio formato y pasar a una animación en 2D que recuerda a bocetos o jugar con encuadres que recuerdan a viñetas.
Sin embargo, y aquí viene la cuchilla: su breve duración (apenas una hora) termina siendo tanto virtud como, sobre todo, su condena. La historia avanza con precisión quirúrgica, sí, pero a veces también con frialdad de bisturí. Nos faltan momentos que cimienten la relación entre las protagonistas, que le den peso real al duelo, a la evolución, a la transformación que toda historia de madurez necesita. Lo que vemos nos emociona, pero lo que no está es lo que más duele. Por ejemplo, el personaje de Kyomoto parece una villana cuando se separa de Fujimoto en cierta escena, porque aunque podemos imaginarnos lo que siente, necesitamos más cimientos previos para esa decisión. En Look back, hay potencial para una obra maestra… y sin embargo, lo que queda es un boceto a medio terminar.
Look Back es, al final, un homenaje al poder del arte y al precio de perseguirlo. Una película sobre mangakas que habla de nosotros: de cómo crecemos, de cómo nos caemos, de cómo queremos volver atrás y cambiarlo todo, aunque sepamos que es imposible.