Mujina into the Deep: lo turbio de Inio Asano


«¿Quién se acordará de mí cuando haya muerto?».

Si hubiese un autor de manga que tuviésemos que calificar como turbio, más allá de algunos nombres típicos que suelen aparecer en listas como Shintaro Kago (Fraction), Suehiro Maruo (Midori, la niña de las camelias) o Usamaru Furuya (Litchi☆Hikari Club), el que debería estar sí o sí es Inio Asano.

Inio Asano nunca ha sido un autor especialmente fácil de recomendar. Si Oyasumi Punpun o Reiraku ya te dejaron al borde del colapso emocional (o directamente deprimido durante días), Mujina into the Deep es un paso más hacia ese lugar oscuro al que pocos mangakas se atreven a asomarse. O quizá sería más exacto decir que esta vez se ha acercado demasiado y, en vez de fascinar, nos ha dejado la sensación incómoda de que estamos ante una obra que intenta incomodar tanto que acaba siendo, irónicamente, demasiado obvia. Está más cerca de la profundidad de una película de acción de serie B japonesa que de un auténtico manga de Asano (véase la calidad de algunas de sus historias cortas...).

Pero ¿de qué va Mujina into the Deep

Con un mundo distópico dividido en ciudadanos con y sin derechos (sí, bastante original...), Asano nos mete en una sociedad en la que los parias sociales se convierten en "mujinas", o lo que es lo mismo: asesinos sin responsabilidad penal. La idea no suena mal sobre el papel, pero la ejecución termina siendo tan sutil como un martillo en la cara. ¿Distopía crítica con los excesos capitalistas y la deshumanización? Ya lo hemos visto antes, y bastante mejor. Es como si Asano hubiese leído Battle Royale tras hacerse un maratón de Kill Bill con algún episodio de Black Mirror de por medio y pensara: "Voy a mezclar esto con el peor día de Punpun y ver hasta dónde puedo llevar al lector".

Los personajes de Mujina into the Deep no ayudan a mejorar la situación. Tenemos a una mujina llamada Ubume (turbia), a un director de videojuegos independientes (turbio) al que le piden hacer una obra basada en los mujinas y una quinceañera víctima de la trata (turbia), que parece estar diseñada únicamente para que Asano se luzca en lo que parece ser un catálogo interminable de situaciones sexuales incómodas y gratuitas. ¿La principal enemiga? Una mujina neurótica (muy turbia) que, irónicamente, es la única que parece hacer algo por intentar salvar a la quinceañera.

En ocasiones, parece que Asano intenta hacer diseños que resulten guays para camisetas y postales más que para contar una auténtica historia en formato de manga.

Lo superficial

El manga intenta presentar una sátira mordaz sobre Japón y sus contradicciones: la negación sistemática de derechos elementales, la invisibilización social, la obsesión tóxica por los idols y la superficialidad de la industria del videojuego. Sin embargo, esta crítica se queda en la superficie (paradójico por el subtítulo), ofreciendo una visión demasiado simplificada que no logra captar ni analizar con la profundidad que esperaríamos de un autor con el talento demostrado anteriormente por Asano. El momento paradigmático lo tenemos en esa especie de parodia de lo woke representado en la única mujer que trabaja en el estudio de videojuegos, que habla todo el rato de libertad y derechos, pero cuando termina su discurso, en lo único que piensan sus compañeros es que no lleva sujetador. Y ahí se queda. No hay brillantez, solo falta de sutileza.

En ese sentido, la sexualidad en Mujina into the Deep resulta tan excesiva, incómoda y forzada que pasa rápidamente de inquietante a paródica. En lugar de incomodar, uno termina riéndose de puro absurdo, perdiendo completamente el impacto que debería tener. Tal como mencionan algunas críticas en Goodreads, las escenas explícitas rozan lo gratuito hasta el punto de volverse repetitivas, diluyendo su efecto dramático y convirtiéndolas en meras provocaciones vacías.

Quizá el mayor pecado del manga sea la ausencia de lo que hacía grande a Asano: la humanidad escondida en el horror. Donde Buenas noches, Punpun y Reiraku nos dejaban meditabundos con la crudeza de sus conflictos internos, Mujina solo nos muestra una sucesión vacía de desgracias que parecen no conducir a ningún lugar. Es como si el autor estuviera imitando al peor Tarantino (ese que cree que "más sangre y sexo = más madurez"), olvidando que la clave de su éxito anterior era precisamente retratar las heridas emocionales que todos llevamos dentro, no apilar tragedias sin sentido. Como señalan algunos lectores, falta esa profunda conexión emocional característica de Asano que convierte a sus personajes en algo más que simples marionetas del drama.

Al final, esta obra parece una parodia de todo lo que el lector no usual de manga piensa que es el manga.

El toque turbio

Por suerte, siempre es reivindicable un autor como Asano que no teme incomodar al lector abordando cuestiones que escapan de los tópicos habituales del manga más mainstream, tales como la angustia existencial, la decadencia social, la alienación generacional o la fragilidad emocional. Aunque en esta ocasión la ejecución no alcance sus mejores momentos, al menos se mantiene fiel a su estilo de no hacer concesiones al lector cómodo.

En el apartado gráfico, al menos, Inio Asano sigue siendo Inio Asano. El trazo, la composición y el detalle son exquisitos, aunque haya algunas viñetas confusas o demasiado saturadas. Pero ni el dibujo logra salvar un guion que parece sacado del cuaderno de ideas de un adolescente enfadado con la vida y con demasiado tiempo en Reddit.

¿Lo mejor del tomo? La edición especial que Norma Editorial ha preparado. Con marcapáginas, libreta, postales e incluso una dedicatoria del autor, estamos ante una de esas ediciones de lujo que harán las delicias de los coleccionistas, incluso si después la historia decepciona.

En definitiva, Mujina into the Deep es recomendable únicamente para los fans más acérrimos de Asano, esos que probablemente ya estén acostumbrados a sufrir por costumbre. Para el resto, mejor regresar a Solanin y recordar que Asano, cuando quiere, sabe cómo rompernos el corazón sin necesidad de artificios.

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