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Imagen de dominio público. |
Aquella niña nació vaga, por algo
su madre la tuvo en día festivo.
Vivía
cansada y rehuía cualquier obligación, veía la vida como una terrible sucesión
de tiempo y nada más. Comía porque la obligaban, la bañaban y limpiaban para
dejarla vivir, pero ¿por qué?
Sentada
en aquella silla permanecía sintiéndose hastiada de respirar.
Y así fue
cómo la Pereza nació, vivió y perduró, como una peste sin fin.
Y la
vieja silla, con su esqueleto fundido en él, empezó a balancearse, extendiendo
su hedor y contagiando su enfermedad.
No
obstante, la Pereza no pude morir. Lleva más trabajo del que cabe esperar.