Cada jornada, buscaba disfrutar y sufrir. Hacía todo lo que podía hacer.
Cada noche, al
dormir, lloraba un poco y aceptaba el fin.
Porque cada día era
una vida nueva. Cada día nacía y moría como el sol. Cada día, la vida se
reinventaba. El tiempo no era continuo, era algo fragmentado y doloroso.
Cada día, nacemos y
morimos, somos algo distinto.
La gente cree que
muere solo una vez, pero morimos siempre, cada veinticuatro horas. Somos una
galería de muertes y vidas.
Comprendiendo la
realidad que muchos ignoraban, él creía que podía renacer cada día y ser feliz
pensando que perdería así el miedo a la verdadera muerte.
Era un fénix.