La entrada de hoy es un poco diferente. No porque sea más brillante o revolucionaria, sino porque llevo tanto tiempo verbalizando esta idea que la gente ya me mira mal. Hay una fina línea entre el genio y el lunático, y al parecer, el saldo de mi cuenta bancaria me inclina peligrosamente hacia lo segundo. Pero aquí estamos, porque si voy a dar la chapa con mi proyecto soñado de Conan, al menos que quede por escrito.
En un universo alternativo (aunque ahora los multiversos no estén de moda), si yo tuviera el control sobre los derechos del personaje de Robert E. Howard, no haría una película, sino una serie, porque si algo nos ha enseñado el streaming es que la fantasía necesita espacio para respirar. No quiero otro intento fallido de meter a Conan en dos horas y media con una historia genérica (te miro a ti, reboot de 2011). No. Quiero una serie de diez capítulos con un presupuesto decente, véase La Casa del Dragón, y no un despilfarro sin alma tipo Los Anillos de Poder.
Y sí, quiero a Arnold Schwarzenegger.
Un Conan crepuscular
Arnold vuelve, pero no como el bárbaro joven y musculoso que recorría los desiertos buscando venganza. No. Mi Conan arranca con el rey hastiado, el mismo que hemos visto en los cómics de Timothy Truman y Tomás Giorello: un hombre que lo ha sido todo—pirata, mercenario, ladrón, gladiador…—y ahora se aburre en un trono dorado.
Aquí viene la primera decisión arriesgada: rodar estas partes en live action, al estilo de Logan o Sin Perdón. Un Conan crepuscular, con un Schwarzenegger envejecido y cansado, reflexionando sobre los tiempos en los que su espada aún decidía el destino de los hombres.
Y ahora me diréis:
“Pero Arnold ya tiene una edad. ¿Lo vas a rejuvenecer digitalmente a lo Luke Skywalker?”
No, porque eso envejece peor que la animación de Polar Express.
La solución es mucho mejor: usar a Schwarzenegger y su Conan rey como hilo conductor. Un Conan anciano nos narra sus propias batallas, como si fuesen recuerdos vívidos que vuelven a él con cada trago de vino y cada noche sin sueño, porque no olvidemos cómo comenzaban muchos relatos de Howard:
«Sabed, oh, príncipe, que en los años del hundimiento de Atlantis y de las resplandecientes ciudades bajo los océanos, y los de la aparición de los hijos de Aryas, hubo una edad olvidada en la que el mundo estaba cubierto de brillantes reinos como mantos azules bajo las estrellas: Nemedia, Ofir, Brithunia, Hiperborea: Zamora con sus muchachas de oscuros cabellos y sus torres plagadas de arácnidos misterios: Zinagara y sus caballeros: Koth, limítrofe con las tierras pastoriles de Shem: Estigia con sus tumbas custodiadas por sombras e Hirkania, cuyos jefes vestían acero, seda y oro. Pero el mas orgullosos reino del mundo era Aquilonia, que reinaba soberana sobre el soñoliento oeste. Y aquí llego Conan, el cimmerio. el pelo negro, los ojos sombríos, la espada en la mano, un saqueador, un asesino de gigantes melancolías y gigantescas alegrías, para pisotear con sus sandalias los enjoyados tronos de la Tierra».
Si Kurt Busiek pudo hacer esto en los cómics de Conan, ¿por qué no adaptarlo a la televisión?
Animación + Live Action = La combinación perfecta
Entonces, ¿qué hacemos con las historias de su juventud? Fácil: cada capítulo será una aventura animada hecha por un estudio diferente.
Pensad en Love, Death & Robots o Star Wars Visions, pero con una consistencia narrativa en cuanto a tener algo que una toda la tempoerda. Cada episodio será un relato autoconclusivo, una hazaña sacada de los mejores cuentos de Robert E. Howard y de los cómics más icónicos. Por ejemplo, el episodio de Bêlit, la pirata de la Costa Negra, podría contar con animación de Fortiche (Arcane), la adaptación de Clavos rojos con el arte experimental del magnífico Alberto Mielgo y su estudio (no olvidemos Jíbaro), un capítulo animado al estilo Berserk (1997) para los relatos más oscuros y violentos (MAPPA, por favor, hazme caso).
El resultado sería un Conan único, sin límites de presupuesto ni problemas de casting, donde la animación permite explorar cada faceta del personaje con la brutalidad y belleza que se merece. Además, reivindicaríamos la animación y desterraríamos esa idea de que es para niños, y podríamos hacer guiños a clásicos como los dirigidos por Ralph Bakshi (Fire and Ice…).
Pero no todo puede ser un Historias de la Cripta bárbaro, así que aquí llega el gran giro…
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¿Alguien ha dicho un capítulo hecho por Tartakovsky? |
El retorno del rey (Cimmerio)
Los dos últimos episodios rompen la estructura de la antología y nos traen una última historia… en live action. Schwarzenegger deja de ser solo el narrador y, por primera vez en mucho tiempo, toma la espada de nuevo.
Porque hay algo que Conan olvidó. Algo que siempre estuvo en la sombra, esperando su momento.
¿Quién?
Thulsa Doom.
“Pero espera, Thulsa Doom murió en la película del ’82.”
¿Seguro?
Si algo nos ha enseñado la historia de Conan es que los verdaderos villanos nunca desaparecen del todo. Y si mi serie fuera real, no usaríamos la banda sonora de Basil Poledouris en toda la temporada… hasta este momento.
Imaginadlo.
Conan, más viejo pero no más débil, enfrentándose a su último enemigo, con “Anvil of Crom” sonando mientras levanta su espada por una última vez.
Este sería el final perfecto para el Conan de Schwarzenegger, el guerrero que por fin encuentra una batalla que valga la pena luchar.
¿Y quién lo dirigiría?
Aquí está el verdadero desafío. No vale cualquier director, porque no quiero una fantasía edulcorada ni una serie que se avergüence de su propia mitología (sí, te miro a ti de nuevo, intento de película de 2011). Necesitamos directores que entiendan la épica, el barro y la sangre.
¿Opciones? Los creadores de La Casa del Dragón, que en su momento estuvieron ligados a un proyecto de Conan hasta que Amazon decidió invertir en los elfos sin patillas de Los Anillos de Poder. O Robert Eggers, el tipo detrás de El Hombre del Norte, que entiende la brutalidad de las sagas vikingas mejor que nadie, aunque me gustaría que contase con alguien como Michael Hirsh en el guion (Vikings o Los Tudor).
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Compro. |
¿Se hará realidad? No. ¿Me importa? Tampoco.
Sé que jamás se realizará. No porque sea una mala idea (porque claramente es una idea genial, porque es mía, nacida de mi constante humildad), sino porque Hollywood rara vez apuesta por cosas así… Pero eso no me detiene.
Si alguien me pregunta la hora, le hablo de mi serie de Conan.
Si entro en una tienda de cómics, le explico a alguien mi serie de Conan.
Si alguien sigue leyendo este blog, acaba descubriendo mi serie de Conan.
Porque la imaginación no necesita luz verde de ningún estudio. Porque, como escribió Alan Moore: «Esta es una HISTORIA IMAGINARIA… ¿No lo son todas?"»
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