La noche era lluviosa, pero lo que era importante para nosotros es que iba a ser una noche larga y tenebrosa.
Villa Tudor se había visto sacudida por un horrible asesinato. Todos los huéspedes de la mansión jugaban a ser detectives, a descubrir quién era el asesino, dónde fue asesinada la víctima y cómo se asesinó al fallecido.
No había dudas: era una muerte natural (que mueras después de tantas heridas es natural).
Uno a uno nos íbamos descartando, mostrábamos nuestra carta.
Yo, una pobre mujer (pero terriblemente sexy, eso sí) con una madre que ni me hablaba, con una familia de víboras, estaba allí, intentando descubrir quién era el asesino hasta que me di cuenta.
No era asesino.
Era una asesina...
Y no era mi madre, la Señora Celeste, o la Señora Blanco, la criada.
Era...
—Fue la Señorita Amapola, en el Salón de Baile con el cuchillo.
Menos mal que no había que resolver el por qué. Yo tampoco lo sabía.
Así fue no cómo señalé a un culpable, sino cómo me declaré, cómo me confesé y antes de que me detuvieran salí corriendo, dando gritos como una loca, tirando la mesa con el tablero.
A penas escuché el grito del resto:
—¡Aghs! ¡Por Dios! ¡Lo ha hecho otra vez! ¡No voy a volver a jugar contigo! ¿Quieres dejar de jugar al Cluedo así? ¡Te metes demasiado en el personaje!
***
Bohemia, gracias por hacer más amena la carrera con la epidemia de Cluedo que has contagiado a todo una clase. Estarás orgullosa.
En fin, todos lo sabemos: Bohemia-Clase de Segundo de Periodismo-Cluedo.