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Imagen de dominio público. |
Parecía un cuervo. Su pelo negro caía baboso sobre su cara pálida, plagada de cicatrices. Sus ojos pequeños y astutos te escudriñaban, brillando la negrura en ellos. Su nariz parecía un pico y su boca era “digna” de escupir tanta miseria.
Era yo.
Vaya, acaba de romperse el espejo... Otra vez.