Entonces, lo dijo con toda su sinceridad, plena, absoluta:
—Construiría un mundo y lo quemaría para volverlo a forjar y devastarlo.
Me arrancaría el corazón y haría que ardiese para que en mi último suspiro, esparciese sus cenizas.
Caminaría por mil mundos hasta que mis zapatos se deshicieran, la piel ardiese, la sangre se terminase y el hueso chirriase.
Daría cada palabra que he dicho, cada pensamiento que he tenido y segundo que he vivido con tal de cumplir lo que me sea ordenado.
Mi vida no valdría nada, pero si muero viéndote, harás que mi muerte y mi vida tengan para mí todo el valor que quiero, deseo, necesito.
Haría todo eso sólo por alguien.
Por ti.
Y el reflejo en el espejo le devolvió la sonrisa.