“No puedes exigirle a un artista que cree obras maestras, pero puedes pedirle que lo intente”.
Nadie en su sano juicio debería dudarlo: Ursula K. Le Guin es, indiscutiblemente, una de las autoras más importantes que ha dado la fantasía y la ciencia ficción en el siglo XX. No solo fue innovadora, sino profundamente humana, dotando a sus relatos de una sensibilidad única que desbordaba los límites del género fantástico. Aunque alcanzó la fama internacional con Terramar, aquella saga mágica que revisó y amplió durante décadas, obras como Los desposeídos o La mano izquierda de la oscuridad demuestran la versatilidad y profundidad de su pluma. Por suerte, su legado está viviendo una merecida recuperación en nuestro país.
Ahora podemos disfrutar también de una faceta menos conocida pero igual de valiosa: Ursula K. Le Guin como ensayista. El idioma de la noche recoge numerosos textos de la autora sobre temas diversos, pero siempre conectados por un eje común: el arte de narrar, la esencia misma del fantástico, la búsqueda interior y la creación literaria; un complemento ideal al excelente volumen Contar es escuchar de Círculo de Tiza.
Una autora revolucionaria
Si algo distingue a Le Guin es su inconformismo, su voluntad de revolucionar y cuestionar, siempre desde la reflexión y el diálogo. Es imposible olvidar, por ejemplo, cómo en Terramar decidió romper esquemas con un joven aprendiz de mago que anticipaba otras historias hoy tan conocidas, o cómo abordó con absoluta naturalidad sociedades donde el género era un concepto fluido mucho antes de que este debate llegara a las sobremesas actuales. Su radicalidad es, en cierto modo, inevitable en una creadora que jamás se conformó con las etiquetas ni con la comodidad del éxito. El estupendo documental Los mundos de Ursula K. Le Guin deja clara su postura: nunca acomodarse, siempre desafiar.
En El idioma de la noche, Le Guin desgrana sus opiniones sobre la fantasía y la ciencia ficción, reivindicando ambos géneros como espacios legítimos para el pensamiento y la reflexión filosófica, y no meras excusas para evadirnos del mundo. Con referencias constantes al taoísmo y a Carl Jung, su pensamiento fluye de forma natural, profunda y entretenida. Sus reflexiones no solo interesarán al lector apasionado del género, sino a cualquier amante de la creación artística.
Crítica y autocrítica
Resulta especialmente gratificante descubrir cómo Le Guin defiende con vehemencia a algunos autores clásicos del fantástico como Tolkien o Philip K. Dick, cuyas obras considera revolucionarias pese a sus diferencias. Al mismo tiempo, no duda en lanzar algún que otro dardo con elegante sarcasmo contra contemporáneos suyos como Roger Zelazny, cuyo giro comercial la decepcionó profundamente. Le Guin no esconde sus opiniones, sino que las defiende con ingenio y una lucidez contagiosa que invita a la discusión más allá de sus páginas.
Es cierto que algunos textos del volumen han envejecido ligeramente peor que otros, pero su mensaje principal sigue siendo contundente. El libro aborda temas esenciales que apasionaban a Le Guin: feminismo, censura, libertad creativa y la necesidad de dignificar la literatura fantástica y la ciencia ficción. Sin embargo, al tratar tantos asuntos diferentes en relativamente pocas páginas, queda la sensación de estar frente a un menú degustación más que ante un festín completo. Quizá hubiese sido deseable una recopilación más extensa, aunque lo que hay basta para abrir apetito.
Le Guin siempre fue brillante, mordaz y provocadora. Es precisamente esa humanidad, con sus contradicciones incluidas, la que la hace irresistible. El idioma de la noche ofrece numerosos ejemplos de esta virtud, pero también muestra alguna sombra inevitable. Destaca especialmente su prejuicio hacia los cómics, a los que despacha como simple producto comercial, olvidando (o ignorando) el inmenso potencial artístico del medio, más allá del cliché superheroico que ella percibía como superficial. Resulta algo chocante en una autora siempre abierta a otras culturas y sensibilidades, pero incluso los grandes tienen puntos ciegos.
El idioma de la noche debería ser leído no solo como una ventana al pensamiento de una autora crucial, sino también como una invitación abierta al diálogo y la crítica. Ursula K. Le Guin, desde su posición de pionera, jamás pretendió tener todas las respuestas. Al contrario, su obra es una invitación constante a seguir preguntándonos, a debatir y a crecer.