Relato: De aquí a Lima

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Siempre tuve muchos sueños, pero la gente que me rodeaba nunca los entendía. Pronto, empecé a entender que los sueños son sólo tuyos y no puedes pedir que la gente crea ciegamente en ellos.
Me empecé a dar cuenta cuando sólo tenía seis años. Fue cuando le pregunté a mi madre…
—Mami, ¿por qué no llueve hacia arriba?
—Porque… Porque no. Lo sabe todo el mundo. Es así “de aquí a Lima”.
Así fue como descubrí que, por muy seguro que parezcan los padres, bajo ese poder, se esconde la duda y el temor a ser más tontos que sus hijos.

Recuerdo que una vez, cuando tenía diez años, mi padre me encontró maullándole a los gatos…
—¡Estaba intentando hablar con ellos! ¿Por qué ellos no pueden hablar conmigo? ¿Les caeré mal?
—¡No seas idiota! ¡Los gatos no hablan! Lo sabe todo el mundo. Es así “de aquí a Lima”.
Fue en ese instante cuando supe que los padres son las criaturas que han perdido completamente la fe en la fantasía y también supe que le caía mal a los gatos.

Nunca olvidaré que mis amigos nunca se tragaron que yo pensase que mis juguetes tenían alma y que yo no los quemaría como ellos…
—¡Son seres vivos! ¡Son amigos míos! ¡No puedo quemarlos!
—¡Son trozos de plástico, idiota! Elige entre tus amigos de verdad, nosotros, y… ¡esa basura! ¡Son machangos, idiota! Lo sabe todo el mundo. Es así “de aquí a Lima”.
Así aprendí como los adultos lo son: matan a su niñez con pequeños y crueles actos de madurez.

Siempre me vendrá a la cabeza cuando le dije a la primera chica con la que estuve… ya sabéis qué… lo siguiente:
—¿Cómo? Pero ni todos los globos del mundo podrían detener la semilla que trae la cigüeña de París. ¡Ningún globo!
—¿Cigüeñas? ¿Semillita? ¿París? ¿Globos? Oh, querido, ven aquí con mami. Lo sabe todo el mundo. Es ¡así! “de aquí a Lima”.
Aprendí que todo eso de la semillita, las cigüeñas y París se había pasado de moda. No me importo demasiado, sinceramente.

Y podría seguir durante cientos de páginas diciendo todas las veces con las que me he topado con esa frase “de aquí a Lima”. Siempre rompiendo mis sueños, mi ingenuidad, ¿mi inocencia? No estoy seguro, quizás he aprendido demasiado de este lado del mundo y es hora de dar un par de pasos más y decidir a vivir mi fantasía.

Afortunadamente, acabo de cruzar la línea fronteriza de un lugar con un gran cartel. Dice “Lima”.
De aquí en adelante, quizás me reencuentre con mis fantasías y mi inocencia.
Mira… Llueve hacia arriba, los gatos me dicen “¡Hola, maramamiau!”, mis juguetes se alegran de que no los quemase y las cigüeñas van cargados de críos hechos en París… Y mil cosas más… ¿Puedes verlo?
A partir de ahora, estaré con mis sueños, más allá de Lima.

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