Caí al suelo como un peso muerto. A ver, siendo sincera, si lo pienso, es lo que era. La sangre brotaba por una brecha en mi frente, cegándome. Mi cuerpo desfallecía. No podía aguantar mucho más. Estuve durante unos instantes bien despierta y antes de que volviesen a atacarme, ya había cerrado los ojos y había empezado a pensar en cómo había llegado a esto. Supongo que es cierto eso de que ves una película antes de ir a morir. Supongo que es esto… Vaya asco de película.
*
Era… Algo raro. Tenía dos hermanas mayores y una pequeña, ¿era yo la mediana? Exactamente, no. ¿Qué era? Algo raro. Mis padres no podían tratarme con el cariño de la pequeña, con la dureza de la mayor ni con la indiferencia de la mediana. Por tanto, tuve que ganarme rápidamente un estilo propio: la que estaba fastidiando todo el día.
Me encantan las bromas, aunque mis padres no las compartiesen. Pase de hacer cancioncillas con palabrotas que aprendí de mi abuelo paterno a tirarle del pelo a mi hermana mayor y a la otra a tirarme a su espalda y obligar que fuese mi caballo. A la pequeña se la dejé a un vecino por fuera de mi casa a mi vecino, como regalo. Por esas cosas, me gané muchas broncas.
Era algo raro, pero algo raro muy cercano a la hija problemática. Molaba. Era divertido. Era la chica de las bromas, era diferente. Era algo raro.
*
Estudiaba Filosofía. ¿Por ser una chica rara? ¿Por gustarme las bromas? ¿Por cabrear a mis padres? Digamos que era una suma de todas esas cosas y porque, sinceramente, me encantaba pararme a pensar y se me ocurrían cosas rarísimas. En serio. Siempre me he imaginado viajando al espacio y riéndome de las alienígenas. Ah, y nunca he necesitado drogas para pensar en ese tipo de cosas ¿sabéis? Soy una chica sana, aunque me encanta comer gominolas. ¡Podría cenar gominolas! ¡Son deliciosas!... Eh, esto no viene a cuento de la historia. Perdonad por irme por las ramas. Dios, me siento como Holden Caulfield.
Todas las carreras universitarias tienen asignaturas aburridísimas. Te quedas sentada en un asiento. Colocas una mano como apoyo de tu cabecita y empiezas a escuchar al profesor diciendo:
—Blablablablabla…
Y todo ese tipo de cosas aburridas.
Suelo tirar de un lado para otro las llaves del coche y de mi piso, por la mesa, para pasar el rato.
No me di cuenta de que perdí las del coche y luego las recuperé hasta ahora, que estoy a punto de morirme o no sé, ya estaré muerto o… Ni idea.
No diré que asignatura era, porque aunque esté a punto de morirme o ya haya muerto, tampoco quiero que el idiota del profesor se dé cuenta de que lo estoy criticando por aquí. Más que nada, porque no merece mi atención. He dicho.
Me aburría mucho en clase, había otras asignaturas divertidas, pero aquella en particular me mataba. Suelo hablar muy bajito con la gente que se me sienta al lado. Si no les conozco, también les habló. Suelo ganarme a la gente haciendo el indio, diciendo alguna tontería. De pronto, ellos ya son mis amigos. Soy una chica muy amigable.
*
Era martes. Noviembre. Sí, el día estaba muy gris, muy oscuro. Me gustan los días así, aunque tampoco demasiado, ya que tengo que conducir para volver a casa. Conducir lloviendo me cuesta, porque mi coche se hace añicos.
Mis padres y mis hermanas se vengaron de mí regalándome un coche de segunda mano. Ese tipo de coches tampoco suelen ser un asco, pero el mío sí. Porque a la segunda mano habría que sumarle unas cuatro u ocho o mil millones más. Por ahí. Lo digo con exactitud.
Todo comenzó cuando arranque el coche, antes de que empezase a llover. Tuve que arrancarlo cinco veces y soltó ese eructó antes de empezar a moverse. Iba a una velocidad desenfrenada (evidentemente). Alcanzó los dos kilómetros por hora. Por lo menos. Luego conseguí que acelerase y, después, cuando intentó salir otro coche, e intenté frenar pues… No puede y chocó contra una pared.
No alcanzó suficientemente velocidad el coche.
Sí para firmar el acta funeraria de esa cosa que yo llamaba coche.
Salí intacta, mucha gente se fijó en mí, dije:
—No es para tanto, me pasa todos los días.
Se rieron o se quedaron con una cara puramente esperpéntica y… Sea como sea, seguí mi vida pensando en lo mucho que cabrearía aquello a mis padres. Fue muy gracioso. Bastante. Me largue a tirarme en los jardines un rato, aún riéndome.
Ahora que sé que le habían cortado los frenos, pues casi que no es tan gracioso ¿no?
*
Era finales de noviembre cuando me ocurrió la segunda cosa que no me imaginaba que venía a cuento con lo anterior y al final, por fastidiar, sí venía.
Vivo en un piso. Conseguí independizarme con el dinero que gane trabajando en un barucho del tres al cuarto. Mis padres no se lo tomaron muy bien, pero siempre me ha gustado fastidiar a la gente. De todas formas, no es un piso totalmente mío. Lo comparto con una chica que estudia Filología inglesa. A penas suelo verla, está todo el día yéndose a Londres a aprender hablar. No se ríe conmigo. Tiene un humor muy británico… Ah, sí, y el aliento por las mañanas le huele a pis de gato. Británico, pero pis de gato.
A veces, tengo que entrar por la ventana. Es un primer piso, no me da problemas. Suelo hacerlo porque pierdo las llaves con facilidad, suelo dejármelas en clase, pero cuando entré me di cuenta de que se me habían perdido. Suele ocurrirme, como entrar por la ventana. En ocasiones, finjo entrar borracha por ella, cosa que hizo que la cotilla vecina de en frente llamase a la policía y la señora filóloga tuviese que ayudarme. Sí, finjo estar borracha porque realmente no lo estoy, no bebo, pero me gusta hacer que estoy borracha. Cosas mías.
Bueno, me gusta cantar en la ducha. Soy una de esas criaturas que canta como a un pulpo se le da patinar. Sí, sé que es un asco de metáfora. Quiero decir, si eso de que si cantas mal haces que llueva, pues yo haría que cayese el Diluvio Universal tres veces. Una y otra y otra vez.
Me gustaba ponerme a cantar para fastidiar a mis hermanas, a mis padres, al vecino… a todo el mundo. Soy la cantante más horrorosa del mundo, pero me da igual. Me encanta cantar como una loca en la ducha.
La pibita que estudia Filología Inglesa ha aprendido a ponerse tapones en los oídos o donde sea, incluso cuando no estoy en la ducha. Supongo que no me soporta. Será que estoy más buena que su belleza caballuna.
Me gustaba cantar con tanta fuerza que el día en que se me cayó el secador en la bañera, no escuchó el ruido. Sólo me horroricé como cuando era muy, muy, muy pequeña y no había aprendido a cómo soltar chistes ni cosas de esas, como mucho sabía decir:
— ¡Tontolelculó!
Pensé que yo era eso cuando me asusté y estuve a punto de resbalar, pero después de unos segundos no sentí nada. Me hubiera chamuscado en mil pedazos y seguro que eso dolía, pero es que no me dolía, nada. ¿La muerte no conlleva dolor? ¿Qué estaba pasando?
Tarde un minuto en darme cuenta que el cable del secador se había soltado al caer y que por eso no me había chamuscado. No estaba conectado a la luz. Le había jodido el secador a la chavala que le apestaba el aliento a pis de gato, pero seguía viva. ¡Genial!
Y ahora, por favor, pasemos a otra cosa. ¿Te parece bonito que yo esté en la ducha a punto de arder electrocutada mientras tú miras? ¿Y mientras yo estoy en bolas? ¡Debería darte vergüenza!
*
La última cosa que me ocurrió y que pensé que no había venido a cuento fue cuando resbalé por las escaleras de la Facultad, cuando me marchaba sola. No había nadie más. Casi me reviento la cabeza contra los escalones, pero puse el tobillo y se hizo añicos, pero seguía con vida.
Caí al suelo como un peso muerto. A ver, siendo sincera, si lo pienso, es lo que era. La sangre brotaba por una brecha en mi frente, cegándome. Mi cuerpo desfallecía. No podía aguantar mucho más. Estuve durante unos instantes bien despierta y antes de que volviesen a atacarme, ya había cerrado los ojos y había empezado a pensar en cómo había llegado a esto. Supongo que es cierto eso de que ves una película antes de ir a morir. Supongo que es esto… Vaya asco de película.
Como veis estoy al principio del relato, ¿a qué molan estas movidas?
Luego…
Bah, estoy muerta.
Va a cabrear mucho a mis padres y mis hermanitas.
Mola.
*
—Thank you… Perdón, amiga, suelo hablar en English de manera instantánea, soy filóloga inglesa y… Thanks por traerme del entierro.
—De nada. Era lo menos que podía hacer por la amiga de una amiga.
—Ella era una chica very special, un poco insoportable con sus jokes y con eso de ponerse a cantar en el baño. A veces, no me porte bien con ella, I know, but… No se merecía lo que le pasó. Era una buena girl. Me caía bien. God, is very sad!…
—Más triste que un pulpo intentando a aprender claqué… Lo siento, hago chistes malos cuando estoy nerviosa.
—Me recuerdas un poco a ella. Creo que todos los estudiantes de Filosofía os parecéis un poco. ¿Quieres tomar algo?
—No, disculpas. Vivo en un apartamento destartalado, en las afueras. Si llegó tarde y no había nadie, seguramente entren y lo destrocen.
—Oh, eso is terrible! Sorry… Ahora sobra una habitación, ¿quieres venirte a vivir aquí? Creo que a ello le hubiese gustado.
—Oh… No sé si puedo aceptar algo así, es demasiado…
—No te preocupes. Recuerdo que lo último que me dijo ella es “Haz cosas buenas a la gente. Es algo poco frecuente hoy en día. Tanto que parece una broma”. Todavía recuerdo lo que ella me said.
—Yo también. No me conocía demasiado, pero soltaba chistes y de repente ya eras amiga suya. Recuerdo que jugaba con unas llaves y...
—¿Y? ¿Y qué dijo?
—No, realmente no lo recuerdo.
—Bueno, voy un momento a cambiarme. I feel que este día me ha destrozado. Estoy dead.
—¿Muerta?
*
Alguien me robó las llaves de mi coche de mil manos. Le cortó los frenos. Me devolvió las llaves antes de que me diesen cuenta de que me habían desaparecido.
Alguien me robó las llaves de mi piso y entró en él, espero a que regresase, fuese a la ducha y lo diese todo cantando para tirarme el secador en la ducha.
Alguien me empujó por las escaleras de la Facultad cuando pensaba que estaba sola, me rompí un tobillo y me abrió la cabeza a golpes que simuló con los de una caída.
Ese alguien era la chica que estaba a mi lado en aquella clase aburridísima. Recuerdo que era muy rara y que, para ganármela, le dije:
—Esta clase es un aburrimiento. ¡Mátame, por favor!
En su boca no es gracioso. Por eso dice que no lo recuerda.
No tiene mi gracia ni mi cuerpazo ni todo lo que yo era.
Está loca. Cree que todas las personas que dicen que están muertas o quieren morirse es de manera literal. La muy bruja. Se cree que hace bien matándolas, liberándolas del dolor. Se cree un ángel de la muerte. La muy zorra. No sé si sus padres la zurraban de pequeña, los niños se reían de ella o su abuela le escupió la primera vez que menstruó diciéndolo que era un monstruo por eso. Quizás sólo está loca y punto. La gente está tonta al buscarle tanto sentido a los asesinos. Están locos y punto, ésa es la verdadera broma.
De todas maneras, la british con aliento a pis de gato la ha adoptado y seguramente la mate.
Sí, es una broma bastante graciosa.
Mi última broma.
Venga, ríete.
Sólo es una broma.