Una corte de alas y ruinas, aparte de tener un título horrible, es la tercera entrega de la saga Una corte de rosas y espinas, la serie que colocó a Sarah J. Maas en el trono de reina del romantasy. Este libro concluye (o intenta concluir) varias de las tramas iniciadas en sus dos predecesores, aunque también sirve para abrir nuevas vías a spin-offs centrados en personajes secundarios como Nesta, la hermana de la protagonista, Feyre. Y si alguien tenía grandes expectativas después del segundo volumen, Una corte de niebla y furia, lamento reconocer que me equivoqué. Terriblemente.
La indecisión del fanservice
El problema principal de esta tercera entrega es que no tiene ni idea de lo que quiere ser: ¿la conclusión épica de una trilogía fantástica? ¿Un romance tórrido con toques eróticos? ¿Una crónica épica con batallas emocionantes? Maas parece haber decidido contentar a todas las lectoras que resaltaban las escenas subidas de tono del segundo libro, y en consecuencia, por cada escena de batalla épica que aparece, recibimos otra (y otra, y otra más) escena sexual que, más que añadir valor narrativo, termina por cansar. Al final, los personajes se vuelven caricaturas unidimensionales y previsibles, especialmente un Rhysand que pierde toda la profundidad ganada en el volumen anterior.
No obstante, leyendo por Internet (ese lugar oscuro que alberga horrores) muchas lectoras destacan la evolución emocional de Feyre y su papel activo en la guerra contra Hybern, alabando especialmente su transformación en una líder fuerte y decidida. Para muchos lectores, esto supone un punto clave en la saga: Feyre abandona definitivamente su papel pasivo y se convierte en una protagonista digna de admirar.
Al fin y al cabo, Feyre es símbolo de nuestro tiempo. Hay un montón de lectoras y muchas de ellas sueñan con otros mundos, con géneros como la fantasía. Y el romance y la aventura es parte de esos sueños. ¿Por qué sería ilegítimo que se planteen en la literatura? Nadie está obligando al resto de lectores a leer estos volúmenes, aunque es indudable que la romantasy está comiendo terreno a la fantasía más generalista... Pero acaso, ¿los libros de Sanderson no han ido devorando más y más espacio en la sección de fantasía? Mucho más que la romantasy, por obra y gracia de su fandom (aupado por youtubers), pero casi nadie se queja de ello. Y como siempre digo, soy un fiel defensor de que la fantasía no tiene que ser de una sola manera, sino que puede ser de muchas. Al menos, el propio Sanderson, en alguna intervención, lo ha defendido cuando sus lectores le exigían poco menos que pidiese la cabeza de Sarah J. Maas y otras escritoras del fantástico.
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Es interesante acercarse a ACOTAR y buscar el motivo por el que han logrado tanta fama estos volúmenes. |
¿Por qué triunfa una novela así?
Feyre es una clara representación de la fantasía de poder femenina, similar en esencia a la figura que Conan el Bárbaro ocupa en las fantasías masculinas: una protagonista que crece desde la adversidad hasta convertirse en alguien fuerte, decidida y autosuficiente. Sé que alguien se enfadará porque haya hecho esta comparación, pero al fin y al cabo son personajes poderosos con los que el lector o lectora del fantástico se pueden identificar. Y en una época donde la literatura fantástica romántica ha convertido a muchas de sus protagonistas en apenas peleles como Bella Swan en Crepúsculo, se agradece que Sarah J. Maas intente hacer algo distinto (aunque tampoco es que tengamos al personaje femenino más trabajado de la literatura fantástica).
Dejando de lado el romance, la trilogía protagonizada por Feyre aborda profundamente el viaje personal de autodescubrimiento. Es lo que le ocurre cuando ve su «alma» en el espejo o cuando llega la batalla final. Es, al fin y al cabo, una historia sobre la valentía de reconocer quién es realmente uno y en quién se desea convertir, resaltando la importancia de la emancipación. Feyre evoluciona a lo largo de la saga, ganando independencia y fortaleza sin que esto implique la renuncia al amor; al contrario, se permite amar con mayor madurez y autenticidad.
Al mismo tiempo, Rhysand funciona como la personificación de la fantasía romántica idealizada: peligroso, oscuro y profundamente atormentado, pero capaz de expresar exactamente las palabras y acciones que muchas lectoras desearían escuchar o ver en una pareja ideal. Si bien Tamlin es el amor tóxico con el que otras autoras y lectoras se habrían conformado (Edward Cullen en Crepúsculo o Jack en Memorias de Idhún), aquí al menos se demuestra que Sarah J. Maas ha sido un poco más inteligente al ofrecer un interés amoroso con matices menos dañinos.
¿El final?
Pero más allá de lo poco positivo que puedo encontrarle, a todo esto se suman escenas francamente vergonzosas, como esa reunión de Altos Fae en plan Concilio de Elrond, se acaba convirtiendo en una telenovela. Sí, me refiero adonde aparece un Tamlin despechado como sacado de una mala telenovela turca, quejándose en público porque Feyre decidió dejarlo atrás. Es tan patético que es gracioso. Una escena que debería haber sido intensa termina por parecerse más a un episodio de reality show que a una confrontación épica digna de este supuesto gran cierre. Pero así es esta saga: no puede evitar el mamarracheo.
Así pues, el mundo construido por Maas, que había prometido tanto en los libros anteriores, queda tristemente relegado a un segundo plano, mientras que los conflictos fundamentales se resuelven con la rapidez y torpeza de un estudiante que deja sus deberes para última hora. Incluso las batallas, que intentan emular la épica, se sienten más como relleno que como elementos esenciales de la trama, salvo quizá por los últimos capítulos, donde la autora practica la famosa técnica de la sacada de la manga para solventar varias llegada al estilo Gandalf en el Abismo de Helm.
Puede que parte del problema sea simplemente que no soy el público objetivo para este tipo de novelas, lo admito. Al menos, he hecho algo que pocos lectores de fantasía hacen: leer una obra antes de criticarla sin más. Como mérito para la escritora estadounidense, debo reconocer que al menos la otra saga de Maas, Trono de Cristal, logra mantenerme entretenido (quizá precisamente porque el romance no secuestra continuamente la trama).
En definitiva, con Una corte de alas y ruinas se cierra una etapa irregular de la saga ACOTAR. Lo que viene después es, según me han dicho, «un especial navideño» (pero dudo que incluya árboles de Navidad asesinos, como en Doctor Who), que no estoy seguro si aporta algo más que escenas tórridas, y un libro protagonizado por Nesta que le ganó a la autora el discutible título de "reina del porno de hadas". Creo que, por salud mental, podría ser un buen momento para abandonar este barco antes de que se hunda por completo en una sucesión de horrores que volverían loco al propio Lovecraft y si no a Lovecraft, seguro que a las seguidoras más acérrimas de Maas.
Reseñas de ACOTAR:
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