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Geralt de Rivia regresa a Netflix con una nueva película de animación. |
Hubo un tiempo en que The Witcher era sinónimo de calidad. Las novelas de Andrzej Sapkowski se convirtieron en obras de culto para los amantes de la fantasía oscura, y la adaptación a videojuego catapultó la saga a la fama internacional con historias profundas y desmitificadoras, y personajes memorables.
De Geralt de Cavill a Blood Origin (y otros desastres)
Hagamos un poco de historia. La serie principal de The Witcher en Netflix empezó con buen pie, batiendo récords de audiencia en su primera temporada, pero rápidamente perdió fuelle en las siguientes entregas. Las decisiones de guion cuestionables (guionistas pensando que eran mejores que el material de partida) y la incapacidad de mantener a Cavill hablan por sí mismas.
Para colmo, Netflix pareció decidido a bombardearnos con más contenido witcheriano sin ton ni son. Intentaron endulzar la píldora con La pesadilla del lobo, una precuela animada centrada en Vesemir que al menos resultó pasable y cumplía la función de presentarnos al mentor de Geralt antes de la temporada 2. Aquello fue un oasis en medio del desierto.
Después llegó The Witcher: Blood Origin (El origen de la sangre), un spin-off que nadie pidió y que fue masacrado por crítica y fans por igual, una especie de concurso de cosplay de un salón del manga cutre (y que es mejor olvidar).
Por el camino, una segunda y tercera temporada de la serie principal que iba de mal en peor, con decisiones absurdas de guion, errores de casting y la sensación de que la serie ya no le importaba nada incluso a los que la estaban haciendo.
Y ahora, con Sirenas de las profundidades, Netflix pretende recuperar la confianza de los fans... insertando la película entre los episodios cinco y seis de la primera temporada de la serie (sí, de 2019) como quien rellena un hueco olvidado. El resultado es una obra olvidable: no es tan catastrófica como Blood Origin (por suerte, era difícil caer más bajo), pero dista de alcanzar la magia de la saga literaria o el nivel de los juegos. En pocas palabras, es otro producto (sí, ese es el término correcto) que se queda a medio camino entre el fan-service tardío y lo irrelevante.
El brujo en modo anime
Hay que reconocer que al menos Sirenas de las profundidades no duele a la vista. La animación, de estilo anime, cumple con su cometido de manera correcta pero discreta. Se nota la mano del estudio coreano (Studio Mir) en la estética tipo anime, con diseños resultones de los personajes y escenarios de fantasía que recuerdan vagamente a otros éxitos animados del género.
No esperes, eso sí, un derroche de originalidad visual ni secuencias que te dejen boquiabierto; más bien parece que Geralt se ha colado en un capítulo genérico de anime. Las escenas de acción están bien resueltas en general, aunque cuando recurren al CGI para los combates la cosa se vuelve un poco torpe y cutre, con movimientos entrecortados que rompen la magia y unos fundidos a negro que me hacen pensar que esto nació como serie.
En resumen, otra oportunidad perdida para deslumbrar en un apartado donde The Witcher podría haber brillado con luz propia.
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Mola que tu enemigo sea un Street Shark, ¿eh? |
¿Un Disney cutre en Rivia?
Si algo no esperaba uno encontrar en una aventura de The Witcher, era la sensación de estar viendo un musical. Sí, han leído bien: esta película inserta números musicales, porque todos sabemos que a Joker 2 le fue muy bien. En medio de la trama aparecen interludios musicales que cortan el ritmo como un machetazo, con canciones cuyos versos son tan inspirados como meterse un puñal en los oídos. Las letras son tan flojas que harían sonrojar al propio Jaskier, y no precisamente de orgullo. Por ejemplo, la villana, una sirena de las profundidades (Melusina, Pelusina o como se llame), incluso se marca un breve número musical al más puro estilo Úrsula de La Sirenita, pero sin el carisma.
El resultado es bochornosamente cómico: en lugar de aportar emoción o profundidad, estas canciones hacen que la trama parezca ñoña e infantilizada, rompiendo por completo el tono adulto que se le supone a la saga. Si alguna vez te preguntaste cómo sería The Witcher convertido en una mala peli de Disney, esta película te dará una idea...
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Esta sería la parte en la que Sebastián canta lo de «bajo el mar...». |
Un pequeño consuelo
No todo iba a ser desastre en este mar de despropósitos. Sirenas de las profundidades tiene al menos un as bajo la manga para contentar a los veteranos de la saga: recupera las voces originales de los videojuegos (al menos en versión original). Escuchar a Geralt con el inconfundible tono ronco de Doug Cockle, el actor de voz de la trilogía de CD Projekt Red, es como música (¡de la buena, por fin!) para los oídos de los fans. No obstante, Henry Cavill se dejó la voz tres temporadas para imitar al actor de voz de los juegos.
Después de una grave enfermedad, Cockle retoma el papel del Brujo como si nunca se hubiera ido, demostrando una vez más por qué su interpretación de Geralt se ganó un hueco en el corazón de tantos jugadores. Se nota que está cómodo en el personaje, como un guante hecho a medida y, además, sirve como homenaje a su trabajo en la saga de videojuegos.
Junto a él, regresan también actores de la serie de Netflix, como Joey Batey repitiendo como Jaskier (para desgracia nuestra, también sus canciones) y Anya Chalotra en un breve cameo como Yennefer (entre un anuncio de colonias y unas vacaciones en el Sur de Tenerife). Este reencuentro vocal es un pequeño punto positivo; un guiño nostálgico que arranca una sonrisa a los seguidores más fieles que piensan que esto todavía es salvable.
Netflix se entusiasmó anunciando la participación de Emily Carey (conocida por su papel de la joven Alicent Hightower en La Casa del Dragón) en esta película. Uno pensaría que contar con una actriz emergente de una franquicia potente de fantasía añadiría algo de chispa al reparto de voces. Nos equivocamos. Carey presta su voz a la princesa sirena Sh’eenaz, pero su aportación a la historia es más bien escasa. El personaje de la sirena, a pesar de ser central en el conflicto, tiene la profundidad de un charco y un desarrollo tan insustancial que ni la mejor interpretación vocal podría salvarlo. Quizá Netflix pensó que el simple reclamo de su nombre en los créditos atraería a algún fan distraído de La Casa del Dragón, pero en la práctica es un desperdicio de talento.
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Aún así es mejor que la tercera temporada de la serie, aunque eso es lo mismo que decir que es mejor que te apuñalen a que el hecho de que te peguen un tiro. |
Netflix al timón de un barco a la deriva
The Witcher: Sirenas de las profundidades tenía potencial sobre el papel: adaptar Un pequeño sacrificio, uno de los relatos interesantes de Sapkowski, con animación de estilo anime y la libertad creativa que da el formato. ¿Qué podría salir mal? Pues, al parecer, muchas cosas. La errática gestión de Netflix con la saga The Witcher continúa pasando factura. En su afán por estirar el chicle, la plataforma ha perdido el norte y la coherencia: salta de proyectos mediocres en acción real a experimentos animados innecesarios, sin pararse a pensar si realmente aportan algo a la historia general o a la experiencia del fan. Cantidad sobre calidad.
¿Lo peor de todo? Que Sirenas de las profundidades no es terrible... pero tampoco importa. Se deja ver como entretenimiento pasajero, correcto sin más, pero carece de la fuerza necesaria para revivir el entusiasmo por la franquicia. Para los muy fans, será un añadido curioso; para el público general, pasará desapercibida, como el canto de una sirena lejana que no termina de seducir a nadie.
Al final, este capítulo animado es un reflejo del rumbo perdido de The Witcher en Netflix: es un pequeño sacrificio, sí, pero sobre todo para quienes aún nos atrevemos a verlo con la esperanza de encontrar destellos del brillo original. Y así seguimos: con la espada oxidada, la poción de frustración a tope, y preguntándonos si alguna vez Netflix logrará que The Witcher remonte, o si la saga seguirá hundiéndose en las profundidades del olvido.
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