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Hablamos de la segunda parte de ACOTAR y cómo busca librarse del romance tóxico tan habitual de la fantasía romántica. |
El romantasy ha dejado de ser un nicho para convertirse en un fenómeno de masas. Solo hace falta pasearse por cualquier librería para ver cómo ha ido colonizando el espacio de otros subgéneros de la fantasía, atrayendo legiones de lectores que buscan aventuras, amor y faes guapísimos con alas.
Como era de esperar, el éxito no ha llegado sin polémica: los críticos más negativos lo despachan con el clásico “porno de hadas”, mientras el fandom se enfrasca en debates sobre si son novelas de fantasía con mucho romance o novelas románticas con algo de fantasía. Lo de siempre.
Fantasía y prejuicios
Más allá de estos debates, el prejuicio sigue estando ahí, sobre todo cuando la mayoría de autoras y lectoras son mujeres. Hay quien parece creer que si algo es disfrutado principalmente por un público femenino, automáticamente vale menos. El mismo machismo que ha afectado a los videojuegos, los superhéroes o la literatura juvenil también salpica a la fantasía. No es raro encontrar a alguno comentando en perfiles de chicas que leen estas obras cosas como «a ver cuándo empiezas a leer fantasía de verdad y te lees a Sanderson»... y eso que Brandon Sanderson ha dicho que el romantasy es respetable y que todos los lectores del fantástico estamos en el mismo barco (a lo que agregaría que algunos se han saltado las partes más ñoñas de Sanderson, como los bailes de Nacidos de la Bruma). Es irónico que los frikis, que durante décadas han sido menospreciados por sus gustos, ahora sean los primeros en mirar por encima del hombro a otros. Como diría Alexis Ravelo: «no hay peor tirano que un enano con un látigo en la mano».
Pero dejando de lado las guerras del fandom, he terminado Una corte de niebla y furia, la segunda parte de la saga Una corte de rosas y espinas (A Court of Thorns and Roses, ACOTAR para los amigos). Sarah J. Maas es, sin duda, la reina del romantasy, y aunque sigo prefiriendo su otra saga Trono de Cristal, tengo que reconocer que esta secuela mejora mucho lo visto en el primer libro.
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Los fans de Sanderson viendo a cualquier otro fan de la fantasía. |
De Bella Swan a Feyre: la metáfora del amor tóxico
Si Una corte de rosas y espinas era un supuesto retelling de La Bella y la Bestia con faes sexys y mucha tensión romántica, en esta segunda parte Sarah J. Maas hace algo inesperado: desmonta el tipo de romance que dominó la literatura juvenil durante años.
Recuerdo perfectamente cuando leí Crepúsculo (sí, lo hice, no me juzguéis), y me di cuenta de que Bella sacrificaba toda su vida social y familiar en cuanto Edward entraba en escena. Su relación lo era todo, aunque el vampiro se comportara como un acosador con problemas de comunicación. Sí, muchos consideraron que ir a stalkear a su pareja mientras dormía era romántico.
En Una corte de rosas y espinas, Feyre cayó en una relación similar con Tamlin, el Alto Fae que la convirtió en inmortal y que, oh, sorpresa, no es precisamente el compañero más sano del mundo. Su obsesión por protegerla se traduce en una relación asfixiante, y en Una corte de niebla y furia, Maas lo lleva hasta sus últimas consecuencias: Tamlin quiere casarse con Feyre y encerrarla como un trofeo, negándole cualquier tipo de autonomía. Lo peor es que este tipo de dinámica sigue vendiéndose como “romántica” en muchas historias, cuando lo único que transmite es un mensaje de control y sumisión.
La solución a este problema llega en forma de Rhysand, el Alto Fae de la Corte Noche, que en el primer libro parecía el cliché de “villano ambiguo pero guapísimo” (al estilo Spike de Buffy, cazavampiros) y que aquí recibe un lavado de cara completo. Ahora, en vez de ser solo el misterioso enemigo de Tamlin, se convierte en el interés romántico definitivo para Feyre: oscuro, atormentado, poderoso… pero también divertido, protector sin ser asfixiante, y dispuesto a dejar que Feyre decida por sí misma. Rhysand es la fantasía romántica perfecta para este tipo de historias: un chico malo que, en el fondo, es un buenazo.
El cambio de pareja de Feyre no es solo un giro argumental, sino una metáfora bastante clara sobre salir de una relación tóxica para encontrar algo mejor. No es que la novela sea un tratado sobre el feminismo (porque sigue teniendo sus clichés), pero es un paso en la dirección correcta después de una década donde el romance posesivo se vendía como la cúspide del amor verdadero.
Expandiendo el mundo: Velaris, mitología y un villano de manual
Más allá del romance, Una corte de niebla y furia hace algo que se echaba en falta en el primer libro: expandir su mundo. Feyre descubre Velaris, la ciudad secreta de la Corte Noche, un lugar que funciona como un oasis en un mundo lleno de intrigas y traiciones. Además, la mitología de los faes se desarrolla más, aparecen nuevos personajes y se siembra la semilla de una guerra inminente.
Eso sí, el nuevo villano, el rey de Hybern, no es precisamente el colmo de la originalidad. Es el clásico antagonista malvado porque sí, sin demasiadas capas ni motivaciones complejas. Pero bueno, en una historia donde el foco está en la evolución de Feyre y su relación con Rhysand, tampoco se le puede pedir demasiado.
Sexo, espadas y vainas (interpretadlo como queráis)
Hablemos del elefante en la habitación: las escenas de sexo. Porque sí, hay muchas. Y aunque entiendo que el romantasy juega con la tensión sexual tanto como con la magia y la aventura, a veces el libro se pierde en descripciones demasiado detalladas (para mí) que frenan la trama.
Desde mi perspectiva, el problema es el mismo que tengo con ciertas escenas de acción en la fantasía épica. ¿Realmente necesitamos cinco páginas de coreografías de lucha? Pues depende. Lo mismo pasa con las escenas de cama: pueden ser parte del desarrollo de los personajes o simplemente fanservice puro y duro. En este caso, hay un poco de ambas cosas. Algunas aportan a la historia, otras parecen pensadas más para satisfacer a los fans de Rhysand que para mover la trama.
Eso sí, hay un momento que roza lo ridículo y que merece ser mencionado: Feyre es capaz de encontrar a Rhysand gracias a que se huele a sí misma tras un encuentro especialmente apasionado. No sé si esto es genial o una de las cosas más absurdas que he leído en fantasía, pero sin duda es memorable.
Conclusión: una segunda parte que mejora lo anterior
Una corte de niebla y furia hace lo que toda buena secuela debería hacer: desarrolla mejor a sus personajes, expande su mundo y le da un giro a lo que creíamos saber. Feyre evoluciona, el romance da un paso adelante (y hacia una relación menos tóxica) y la historia sienta las bases para una guerra que seguramente lo cambiará todo.
¿Es la mejor fantasía de los últimos años? No. ¿Es entretenida? Sí. ¿Está hecha con una checklist de tropos del romantasy? También, pero lo hace con el suficiente carisma como para que funcione.
El libro termina con un cliffhanger, con el tablero de juego completamente cambiado y con Feyre en una posición completamente diferente a la que tenía al inicio. Y aunque no sea mi saga favorita de Sarah J. Maas, tengo que reconocerlo: quiero saber qué pasa en el siguiente.
Al final, el romantasy tiene ese encanto innegable de las historias que, aunque predecibles en ciertos aspectos, te atrapan de todas formas. Y si algo ha demostrado esta saga es que, más allá de los prejuicios del fandom, hay un público enorme que solo quiere magia, amor y aventura. ¿Y qué problema hay con eso?
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