La costa más lejana: Terramar, la madurez y la muerte según Le Guin

Ilustración de La costa más lejana, por Charles Vess, para la edición compendio del Terramar de Ursula K. Le Guin.

Hay dos tipos de personas en este mundo: quienes aman Terramar y quienes todavía no lo han leído. Y si formas parte de los segundos, deberías remediarlo antes de que la magia se esfume por completo, tal como ocurre en La costa más lejana, tercera entrega de la magnífica saga creada por Ursula K. Le Guin y, durante un par de años, la conclusión del ciclo escrito por la autora que nos descubrió la auténtica magia.

El fin de la magia

La costa más lejana nos sitúa de nuevo en Terramar, donde viviremos el ocaso de los poderes mágicos que conocimos en las entregas anteriores (Un mago de Terramar y Las tumbas de Atuan). Para resolver este misterio, Ged, ya convertido en el sabio Archimago, inicia una travesía acompañado por Arren, un joven príncipe tan lleno de dudas como de esperanzas. Y así, en medio de mares que recuerdan al mejor Stevenson, ambos emprenden un viaje hacia los confines del mundo conocido para encontrar la causa de este extraño fenómeno.

Vivimos en una época donde la magia y la fantasía parecen haber perdido aquella fuerza insólita que nos hacía soñar cuando éramos críos. Volver a K. Le Guin me hace recordar aquellas tardes grises en las que leía El Señor de los Anillos cuando tenía nueve años. Y es que tanto la obra del profesor como la obra de la escritora tratan un tipo de fantasía capaz de enseñarte bastante no solo sobre mundos ficticios, sino sobre nuestro propio mundo.

Terramar nunca fue un simple pastiche de J.R.R. Tolkien (no, no es Robert Jordan) aunque algunos ingenuos lo crean así. Nadie escribe fantasía como K. Le Guin, que en esta obra muestra el equilibrio con la naturaleza y la sabiduría de aceptar nuestra mortalidad. Y es que esta tercera obra es para mí la más melancólica de las tres. Si en la primera teníamos a Ged como un aprendiz que tenía que enfrentarse a su oscuridad y en la segunda como el mentor de una joven que debía aprender qué era la libertad, en esta tercera nuestro Archimago se enfrenta al final de la magia.

Los magníficos dragones ilustrados por Charles Vess.

El poder de la muerte

Como comentaba anteriormente, uno podría pensar que se trata simplemente de otra historia de magos y aprendices, pero la grandeza de Le Guin radica en cómo usa lo fantástico para hablar sobre cosas tan reales como la fragilidad de la vida y la necesidad de aceptar nuestros límites. Porque aquí la magia, más que hechizos espectaculares dignos de Hogwarts, se convierte en una metáfora sobre encontrar la virtud: sin muerte no hay vida, y viceversa. Y mientras Ged enseña esto al joven príncipe Arren, Ursula K. Le Guin nos recuerda que la mejor fantasía es aquella que dice algo sobre nosotros mismos.

Y es que la muerte de la magia para K. Le Guin sirve también como la muerte de la maravilla traída por el cinismo y la oscuridad de nosotros mismos. Como los Hombres Grises de Momo, cuando sacrificamos nuestra capacidad para imaginar y vivir, sacrificamos también nuestra magia.

La autora, cuyo talento con el lenguaje es tan evidente como las ganas de sus imitadores por alcanzarla, aborda temas universales sin caer en sermones baratos. La dualidad vida-muerte, el poder como responsabilidad, la importancia de aceptar que somos finitos, y cómo enfrentamos nuestra propia mortalidad resuenan con una fuerza y poesía que escasean hoy en día, en un género plagado de clichés sobre héroes adolescentes y sagas más preocupadas por cumplir con una checklist que con contar una auténtica historia.

La edición ilustrada por Vess se recopila en un solo volumen en España.

El fin del viaje

La costa más lejana no es solo una novela de fantasía clásica (que se disfruta tanto leída como escuchada, ya que la prosa de Le Guin posee la magia -nunca mejor dicho- de los buenos cuentos). Es una reflexión sobre la vida, el equilibrio y la muerte que, veinte años después de la primera lectura, sigue resonando con fuerza. Y aunque haya ganado premios y reconocimiento (y hasta se llevase el National Book Award), su mayor mérito sigue siendo lograr que cada lector se enfrente a preguntas incómodas con respuestas aún más incómodas.

Porque, al fin y al cabo, como bien escribió la autora: «Solo en el silencio la palabra, solo en la oscuridad la luz, solo en la muerte la vida; el brillo del halcón brilla en el cielo vacío». Ursula K. Le Guin sabía esto, y con Terramar nos invita a descubrirlo, una vez más.

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