Críticas de libros: It (Eso) de Stephen King, la esperanza ante el terror

Fotograma perteneciente a la adaptación televisiva de It de los '90. Toda la historia comienza con un pequeño barco de papel que cae en una alcantarilla... Toda la pesadilla empieza ahí. Es hora de hablar del libro. Fuente.

¿Qué es el miedo? ¿Cómo afrontamos ese terror que no nos deja ni respirar? ¿Cómo luchamos para intentar escapar de esa odisea que se presenta ante nosotros? ¿Cómo escapamos de los monstruos antes de convertirnos en uno de ellos? ¿Podemos luchar solos o podemos hacerlo junto a amigos que también se han enfrentado a esa amenaza?

It (Eso) de Stephen King trata sobre estas preguntas y muchas otras a lo largo de sus mil quinientas páginas. Más que la lectura de un libro, supone una amistad que aguantará los veranos que vengan, una de esas amistades que no se olvidan, y todo a través del conjuro del papel, la tinta y la imaginación.

La historia del miedo


Cada veintisiete años, en la pequeña Derry, empieza un ciclo de matanzas y crímenes que acaba con multitud de niños y luego queda olvidado. En 1958, un grupo de niños, los Perdedores, decidieron enfrentarse al causante de esa ola de miedo, Eso o Pennywise, su mayor miedo. En 1985, esos niños vuelven para cumplir una promesa: acabar con Eso si decidía volver de nuevo. Ese es el punto de partida y bien le sirve a Stephen King para concebir una obra maestra.

Eso es una novela mastodóntica, no solo en sus mil quinientas páginas, sino en toda la arquitectura interna de la propia obra, con sus diferentes partes, preparadas como un mecanismo de relojería para provocar un impresionante choque en sus últimos cientos de páginas, una digna confrontación entre presente y pasado a la que Stephen King sabe sacarle partido como solo él sabe.

Eso se conforma en torno a una gran historia que transcurre en el presente y el pasado, pero entre las que se tienden cabos e historias paralelas que la complementan a la perfección. Para cualquier lector de cómic, la arquitectura de su obra y su capacidad para colisionar las tramas puede evocarnos a obras tan destacables como la impresionante Watchmen. Y es que Stephen King nos cuenta una gran historia en una colosal novela.

La gran verborrea de King, de las que muchos se quejan (buscando siempre la simplicidad e ir a otras cosas), es la que le da sabor a esta historia, a los hechos que nos narra. Basta ver la adaptación en formato de miniserie que existe de It (Eso) para televisión y nos daremos cuenta de que, aunque se nos cuentan las mismas cosas (más o menos), el lector no siente lo mismo que con el libro. Se echa en falta la poderosa voz del escritor de Maine, su capacidad para hacernos sentir a través de su narrador como parte del siniestro Derry, ese abrevadero del demonio.

Y todo ello supone una conjunción de técnicas literarias realmente destacables: flashbacks, combinación de dos tiempos, recuerdos, voces en off, saltos temporales, diarios, inclusión de noticias… Es como si un King desbocado intentase aunar todas las técnicas posibles para hacer su obra aún un monumento mayor para el arte de contar historias. A la destreza narrativa de King, se suma su capacidad para establecer grandes escenas a las que se suman enormes personajes y grandes diálogos que nos devuelven la fe en el medio literario como algo más que escribir o leer para pasar el tiempo.

Portada de la edición de DeBols!llo de It (Eso) de Stephen King,
un buen tocho que se convertirá en un gran amigo para vosotros.

Algo más que miedo


Lo mejor es que no es solo una historia de terror, como muchos que se quedan en la superficie han decidido catalogarla. Stephen King consigue reflejar a la perfección dos épocas, dos momentos vitales de nuestra historia, y bien podrían ser muestras de cómo somos en tiempos venideros. Eso va de mucho más. Por ejemplo, trata sobre la amistad, la nostalgia, las promesas, la juventud, el tiempo perdido… Va sobre nuestras vidas y eso es lo que hace inmortal esta obra y es lo que nos produce miedo cuando la obra juega en ese terreno. Entendemos a esos personajes (maldita sea, nosotros somos esos personajes) y luchamos porque, al final de la larga tubería, podamos lucir una sonrisa como la de Richie, el valor de Bev, la fuerza de Bill, la gallardía de Eddie, la mente fría de Mike, el estar junto a tus amigos de Stan y el coraje de Ben.

Muchos lectores que se acercan a Eso tienen cierto temor no por el género de la obra (o en el que se la ha encasillado) sino por su ingente volumen de páginas. Puedo decir que Eso es una de esas novelas adictivas que no podemos dejar de lado; uno se acaba asombrando de que las páginas pasen tan rápidas, de que cada día se lean cientos y cientos de páginas como si fuesen humo, porque estamos viviendo cada segundo de ese verano de 1958 (y ese presente de 1985) que King nos narra con la gracia que lo ha convertido en uno de los escritores más geniales de la historia. Así que nada de miedo por el volumen de páginas. Más miedo por el monstruo que nos espera y que no es otro que el siniestro Pennywise y... nosotros mismos.

El monstruo y su guarida


Pennywise es uno de los villanos más terribles que han escapado de la pluma de King. Muchos pensamos también en Randall Flagg, pero Pennywise es un ser de otro mundo o dimensión que se alimenta del miedo, capaz de convertirse en tu peor temor y una forma más allá de nuestra imaginación que bien se ancla a las imágenes perturbadoras de los dioses primigenios de Lovecraft y que nosotros somos incapaces de ver como realmente es. Como si el hermano siniestro del boggart de Harry Potter fuese, Pennywise es una versión aún más irónica y terrible de nuestros terrores y para vencerle necesitamos la imaginación y la risa de un niño. Contra ello, no puede hacer nada ese payaso con sonrisa pintada de sangre, aunque su crueldad bien puede utilizar a otros para intentar acabar con nosotros. El devorador de mundos se revela como una fuerza imparable. Eso es el poder del miedo y nosotros tenemos un arma para luchar contra él.

A la vez que hablamos de Pennywise, podríamos hablar también de la ficticia Derry, ese hábitat del mal que se ha desarrollado en Maine como coto de caza privado de Eso. Es interesante el hecho de que King justifica que los seres humanos son, a veces, peores que los monstruos, que ellos encuentran excusas para seguir adelante, que dejan que sus críos y la gente muera en estallidos de rabia y odio cada veintisiete años sin que les importe demasiado, como si lo hubieran aceptado, igual que la imagen de ese payaso que surge como si nadie lo esperase. Me parece fascinante la idea de los niños siendo tratados como fantasmas (como a menudo pasa en nuestro mundo) y el modo en que sus ciudadanos aceptan ser un abrevadero para que el mal ocurra.

Haciendo realista lo irreal


Stephen King siempre se ha calificado a sí mismo como un escritor que basa gran parte de su obra en las imágenes y eso destaca en It (Eso) con la capacidad para "provocar traumas" a discreción: desde esa (justificada) fobia a los payasos pasando por esos fregaderos que hablan con la voz de muertos y escupen sangre, sin olvidar a niños que aparecen mutilados, leprosos, momias, hombres lobo, vampiros y mucho más. Imágenes perturbadoras e imborrables.

Y es que It es también un homenaje al propio género de terror, desde sus manifestaciones literarias usando técnicas para dar realismo (como las cartas que Bram Stoker usó para su Drácula), sino también al medio visual, al cine. A lo largo de sus páginas, desfilan las diferentes manifestaciones de Pennywise, basándose en los miedos de sus víctimas, desde vampiros con dentaduras hechas de cuchillas hasta licántropos adolescentes, sin dejar de lado a la momia, el leproso, el ave carroñera y todos esos seres que nos rodean a lo largo de las páginas que leemos a la misma velocidad que la bicicleta de Bill, Silver, recorre Derry: endiablada e imparablemente.

Nuevo logo de It para su futura adaptación cinematográfica. Fuente.

La infancia en It


Uno de los grandes temas de la obra es la infancia y nuestros recuerdos de esta. Mientras que muchos deciden adornarla y justificarla, convertirla en una carta rebosada de azúcar y almíbar, Stephen King decide recordarla como realmente es. Ya lo había hecho en Carrie y en más de una entrevista, King recuerda que su vida en el colegio no fue precisamente agradable, pero también se entrega a la nostalgia que resucitaría en otras obras como El cuerpo y es que la amistad de los Perdedores es un estudio de nosotros mismos y lo mejor es que King aborda ese período sin decidir convertirnos en diabéticos por culpa del subidón de azúcar y sin limitarse. En esta época donde lo correcto abunda con aires de viejo censor, se agradece que obras como It (Eso) no pasen por el aro. ¿Cigarrillos? Sí. ¿Violencia? Sí. ¿Abusos? Sí. ¿El descubrimiento sexual? Sí. ¿La confusión de la niñez? Sí. Hasta King se permite paseos por temas que resultan chocantes, como la decisión final de Bev para unirlos a todos. Esos temas pasean a lo largo de las páginas, sin forzarse, con la destreza siniestra del rey del terror y se defiende también que la infancia es ese tiempo en el que la imaginación puede servir para enfrentarse al miedo.

Al mismo tiempo, cada personaje representa a la perfección su papel, como seres reales. El jefe de los Perdedores es Bill Denbrough, Bill el Tartaja, el Gran Bill, un muchacho que se culpa de la muerte de su hermano pequeño, George, a manos del siniestro Pennywise. Convertido en escritor, decide regresar a Derry para enfrentarse a la amenaza. Irónicamente, su rol de jefe entra en discusión en las últimas páginas donde parece pensar más en Audra que en sus propias decisiones. En cambio, mi personaje favorito es ese lunático, el risueño Richie Tozier, capaz de soltar un chiste en el peor momento, hacer una mala imitación o patear al siniestro Eso gracias a su confianza en el humor. Mi preferido. Y no puedo dejar de mencionar a Bev, una chica real, alejada de las modas que han impuesto después otros que transforman a las chicas en damiselas en apuros. ¿Y qué decir de Ben? Creo que muchos hemos sido un poco Ben y nos alegramos de ver cómo el personaje crece desde un niño tímido a todo un valiente. Y no puede faltar Mike, que es el que recopila toda la historia y hace de guardián de Derry, tampoco al hipocondríaco Eddie (un personaje al que acabamos entendiendo a la perfección, incluso cuando se enfrenta a su despótica madre) y Stan Uris el Galán, un chaval que nos entrega la primera imagen siniestra del libro cuando decide volver o no a Derry.

Todos los puntos se combinan al final, donde también juegan un importante papel los siniestros matones de Derry: el loco de Henry Bowers (al que le habla la luna), Victor Criss, Belch y Patrick. Pocas páginas me han dejado con más mal cuerpo que las que hacen un recorrido por la relación entre Henry y su padre o Patrick y la nevera del vertedero donde guarda un siniestro secreto. ¿Qué pasaría si el mayor temor no sale de las cañerías de los Barrens, sino de la gente que nos rodea? ¿Quién es peor? La crueldad, por desgracia (¿o por fortuna?), es parte de nuestra infancia y King no se corta a la hora de incluirla.

A su vez, It (Eso) también es una reflexión sobre lo que significa crecer, olvidar y la nostalgia por aquellos tiempos que nunca volverán. Es el acierto al hacer que la trama gire en dos tiempos diferentes, provocando esa sensación de que todo transcurre a la vez y no existe pasado, presente ni futuro, tema que trataría Alan Moore en obras como From Hell, donde aprendemos que el tiempo es algo más que aquello que vemos.

El nuevo Pennywise de la adaptación que ya se está rodando en torno a It (Eso). Fuente.

Lo que viene tras el punto


Muchas personas reniegan del clímax final, del hecho de darle una explicación a Eso, y a mí me parece interesante por el riesgo que corre Stephen King en esos momentos al insertar temas como Tortuga y Eso, además del Otro. Sus dedos no caían solo sobre teclas, sino sobre todo el castillo de dados, cimentado sobre un palacio de naipes, erigido sobre un montón de piezas de dominó, elevadas en un suelo de arenisca en pleno vendaval. Era fácil que cayese, pero no lo hace y escapa gracias a que las demás piezas pesan más y que escapa con habilidad frente al mal caótico de un Eso que podría haber vencido si no se hubiera mostrado ante Tom y Audra y los hubiera utilizado como a Henry Bowers. Hay mucho riesgo en esas últimas páginas que juegan con dos clímax y una gran habilidad de King para escapar de ello y cumplir con gran efectividad.

A medida que avanza It (Eso), nos otorga una serie de reflexiones sobre la vida, la muerte, la mentira, la juventud, el pasado, el destino, los recuerdos, la fatalidad… Una obra que no es solo terror, sino también aventuras, acción y mucho más, capaz de causarnos una buena docena de pesadillas, una novela que se nos mete en la sangre. Si alguien nos dijera que la novela trata sobre un payaso asesino extradimensional, nos quedaríamos con cara de anonadados mientras pensamos qué engendro es este, pero King es capaz de hacerlo real a través de la humanidad de la que toda su obra fantástica. Parece simple, pero no lo es. Stephen King dice que él no toma notas mientras escribe, pero parece casi imposible escribir algo tan colosal, sin contar los diferentes aspectos y la simetría con la que juega.

Con It (Eso), Stephen King demostró su ambición a la hora de querer concebir una gran historia. En el prólogo de La Torre Oscura, su gran saga, King siempre cuenta cómo la lectura de El Señor de los Anillos le marcó y cómo siempre quiso narrar algo así de grande. Aunque La Torre Oscura y The Stand (Apocalipsis) sean las herederas de esa lectura tolkiana de King, también hay algo de El Señor de los Anillos en ese enfrentamiento final contra Pennywise en su forma de araña, en un submundo que nos recuerda al Antro de Ella-Laraña.

Se pueden hacer cientos de lecturas desde la sentimental hasta la más técnica sobre las diferentes habilidades y estrategias, desde la imaginación hasta la claridad para trasladar esta en una gran ventana para los lectores y para hacernos sentir parte de la historia. Eso es capaz de dejar una huella a los personajes que se enfrentan a él, pero también a todos nosotros, los lectores que nos zambullimos en sus páginas.

Sea como sea, It (Eso) encumbró a King como una de las claves del género, cosa que hizo de nuevo con docenas de novelas que han quedado grabadas en nuestro imaginario y que han salido de la mente del juntaletras de Maine. Supera a las críticas vacuas de la gente que no se atreve a embarcarse en epopeyas colosales (y que con sus reseñas solo se destacan como si alguien preguntase quién es el idiota) y va más allá de los comentarios torpemente despectivos de aquellos que no creen en este género.

Hay reseñas que son un desafío a la hora de ser escritas. No me gustan esas «críticas» cortas y poco meditabundas que habitan en Internet y que son la comparación perfecta al «me gusta porque sí» de un niño pequeño, aunque a menudo los niños suelan decir cosas más interesantes y sean muchos adultos con ínfulas los que se sienten incapaces de pasar de ahí. A mí me gustan las reseñas que suponen un estudio y la exposición de un pensamiento en torno a una obra. Y cuando escribo sobre It (Eso) sé que es un desafío: mucho se ha dicho de ella, pero yo, aunque haya comentado alguna cosa, aún no había escrito esta reseña que bien podría ser un claro abrazo a las virtudes de King que muestra con un talento arrollador a lo largo de sus mil quinientas páginas. Y ahí no vale solo un me gusta, es algo más. Alguien no debería escribir una obra tan buena para solo recibir un me gusta.

It (Eso) supone una gran lectura donde el lector encuentra todo lo que necesita y no creo que me equivoque al considerarla un clásico, una obra recomendable cuyo descubrimiento siempre vale la pena para todos aquellos lectores que quieran aprender esa magia que no hace superar los miedos.

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