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Varios de los personajes de Stranger Things, entre los que destaca el fantástico personaje de Eleven, que se ha convertido en uno de los favoritos de los seguidores de la serie.Fuente. |
La nostalgia es una bebida que
enturbia la mente, mientras nos dibuja una sonrisa y transporta nuestro juicio
al refugio de un tiempo menos tumultuoso. Fruto de este abrazo cálido del
pasado, no es extraño que los artistas creen en torno a ella y explica el
constante origen y la nueva narración de las historias con las que crecimos en
la niñez: Star Wars, sería un buen
ejemplo de cómo volver a esos mitos. Y el regreso de otras sagas como Cazafantasmas o Indiana Jones, dos muestras más. No es raro, por tanto, que
pensemos que la mitificación de los ’80 nos conduce a un ciclo embriagado por
el ayer. No obstante, muchos niños que disfrutaron de esas historias ahora son
nuevos contadores de historias, amantes de su infancia y adolescencia. Los
hermanos Duffer son, sin duda, dos
de esos críos y su obra Stranger Things es su confirmación.
Bienvenido a los '80
Stranger
Things es una miniserie de Netflix,
que se ha convertido para muchos en la revelación de este verano. El aire
nostálgico del cine de los ’80 está ahí, con constantes guiños a películas como
E.T., Alien, Los Goonies, Carrie y
muchas más cintas, a las que se añade la sombra sempiterna del escritor Stephen King y obras como Eso (It), Ojos de Fuego o Cujo. Además de alusiones a Star Wars (hacer un Lando, un R2 contra Darth Vader…),
X-Men (La Saga de Fénix Oscura), las
partidas de rol, las discusiones sobre El
Hobbit y El Señor de los Anillos…
Es decir, ingredientes y alusiones que
nos transportan a algo que no se suele ver ya de modo tan claro, como homenaje,
y que es una clara alusión a esa generación de críos y adolescentes de los ’80,
pero también a los que nos hemos criado con esas películas.
Y aunque muchos podrían
quedarse en estos juegos de alusiones, no lo hace. Al estilo The League of the Extraordinary Gentlemen
(aunque Moore suele ser mucho más
retorcido con los guiños, por supuesto), también hay una historia. El pequeño e
idílico Hawkins nunca ha visto nada
raro a lo largo del trascurso de las décadas. Hasta que desaparece el pequeño Will Byers. Su madre Joyce y su hermano mayor, Jonathan, emprenden la búsqueda del
crío. Los amigos de este, Mike, Dustin y Lucas, buscan a su colega, desaparecido tras la última partida de
rol. Y Nancy, la hermana de Mike, acabará metida también en este
lío, mientras aparecen personajes como una misteriosa niña, Eleven (Elle), con la cabeza rapada y con poderes con los que podrían
encontrar a Will. A todo ello, se
suma una oscura conspiración del gobierno en plena Guerra Fría y que incluye la
búsqueda de poderes y el entrar a otras dimensiones, liberando monstruos más
allá de nuestra imaginación.
Todo el reparto está muy bien,
a destacar el jefe de policía Hopper
(David Harbour) y el regreso (¿se
había ido?) de Winona Ryder, que en
sí es un guiño al cine de esta época. También tenemos al doctor Brenner, un Matthew Modine terrorífico, pero quienes se llevan para la palma
son los críos de la serie. Desde Mike
(Finn Wolfhard, al que veremos
próximamente en el remake de Eso) pasando
por Dustin (Gaten Matarazzo), sin
olvidarnos de Lucas (Caleb McLaughlin) ni de los pocos
minutos que tiene Will (Noah Schnapp), ellos están geniales y
consiguen transmitirnos ese buen rollo al estilo Los Goonies, incluso cuando se pelean entre ellos. Y es que los
personajes están muy bien, incluso los que se esbozan levemente, pero ya nos
arrancan una sonrisa, como el profesor de Ciencias, el señor Clarke. Pero no puedo olvidarme de
nombrar a la actriz que se ha robado a gran parte del público: Millie Bobby Brown, la pequeña que
encarna a la frágil (y, a la vez, fuerte) Elle,
Eleven, esa niña que transmite más
con una mirada que la mayoría de los actores adultos.
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Los protagonistas de Stranger Things: Lucas, Mike y Dustin, frente a la sombra del misterio al que tendrán que enfrentarse para recuperar a su amigo Will. Fuente |
Quizás los grandes «fallos»
(aparte de la estética de un monstruo inhumano hecho por CGI que, quizás,
hubiese funcionado mejor realizado de otra manera), se concentran en la parte
final de la historia y, aunque podemos sacarles nuestras propias respuestas,
queda ese regusto (al menos para mí) de que no se acaban perfectamente o el
montaje no deja tantos minutos de esparcimiento en el tramo final (el jefe de
policía y Joyce se quitan los cascos
aunque la atmósfera es tóxica, el final de cierto villano no me parece a la
altura, el duelo de los adolescentes no resulta tan «importante»
como debería; por mucho que le prometa Joyce a Elle, al final le da un poco
igual su destino…). Y, sin embargo, la
serie nos deja con un buen sabor de boca, porque nostalgia es como es y nos
permite conocer a unos nuevos amigos durante el verano.
Y pese a que Stranger Things no sea «perfecta»
(por así decirlo, aunque a saber qué lo es en el arte), es una historia entretenida, con grandes momentos e ideas como esas
luces de Navidad que ya se han hecho icónicas para la mayoría de los
espectadores de la serie y el interés está ahí para una siguiente temporada. El
fenómeno parece que continuará, incluso con editoriales como Barnes and Noble recomendando libros ycómics que leer tras ver esta serie que nos recuerda todo lo bueno de un tiempo
ya pasado y de unas ideas interesantes como el ciclo nostálgico, los universos
paralelos, los experimentos secretos y los guiños a cintas como La Cosa, Evil Dead o Encuentros en la Tercera Fase,
rematados con ese póster que nos evoca a los de Drew Struzan.
Cabe remarcar, además de los
guiños visuales de toda la serie, su representación de los años ’80, desde las
ropas hasta los coches. Como ocurre en 22/11/63,
es interesante apreciar cómo el mundo televisivo es capaz de llevarnos a otras
épocas como si fueran máquinas del tiempo, que poco tienen que envidiar ya a
los medios del cine. Todo parece sacado de los ’80, aparte del guion y la
propia estética. La música ochentera también transmite parte de ese ambiente,
con temazos de bandas como Joy Division y su genial Atmosphere, esa declaración de
intenciones que es la canción de The Clash o el cover del Heroes de David Bowie; es decir, tenemos un Awesome Mix al estilo Peter Quill de Guardianes de la Galaxia, esa otra oda a la década de las hombreras.
Además, la banda sonora propia incluye todos esos sintetizadores y ese aire
ochentero que ya rescatasen films como It
follows.
Quedan misterios, cosas
extrañas, para la segunda temporada. Ahí está la trama del jefe de policía o si
hubo una Eleven, donde están los otros diez; además de preguntas como: si esto
lo ha causado un monstruo, ¿habrá más en esa inmensa dimensión, en el Otro
Lado? Además, para recalcar ello, tenemos ese epílogo donde parece que nada va
bien, pese a lo que se finja (y que, quizás, se podría haber cerrado antes).
La nostalgia parece que continuará
en Stranger Things en su próxima
temporada, que nos asegura que ese pequeño pueblo donde nada sucede solo es el
principio y los Perdedores de Mike y compañía todavía tienen un
cuarto para Elle. El espectador
también tiene un espacio para ellos. Esperaremos la señal de las luces.