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L, Light y Ryuk, tres de los personajes que deciden el destino del mundo a lo largo de la trama de Death Note. Fuente |
Death
note
es un anime de Tetsurō Araki, que
adapta el famoso manga de Tsugumi Ōba
y Takeshi Obata, y que también ha
sido llevado al live action y del
cual ya se prepara una adaptación estadounidense de la mano de Netflix… Y esto
es lo mismo que te diría la Wikipedia o cualquiera que supiese un poco de la
serie, pero… Estoy cansado, exhausto, tras seguir las aventuras y desventuras
de L y compañía a lo largo de la treintena de capítulos que cuenta el mortal y
mortífero enfrentamiento entre Kira y aquellos que no creen en su nuevo mundo.
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L y Light suponen dos caras enfrentadas. Ambos se autoproclaman la justicia de un nuevo mundo a punto de desaparecer para siempre y es su enfrentamiento lo que nos conduce al punto más fuerte de la obra. Fuente |
La historia es la siguiente: un adolescente llamado Light se hace con una Death Note, una libreta donde puede escribir el nombre de una persona cuyo rostro haya visto y dicha persona morirá tal y como lo especifique, mientras siga unas reglas. Ese cuaderno de increíble poder pertenece a Ryuk, un shinigami, una deidad de la muerte que ha decidido entretenerse con los humanos y seguir a Light que se propone eliminar a todos los delincuentes que merezcan su juicio, lo que pronto lo convierte en una especie de divinidad en un mundo al borde del precipicio. El plan funciona: los crímenes bajan en cuanto estos tipos son eliminados y la gente no quiere imitarlos para acabar con ellos. Es así como Light quiere crear una utopía, basada en el miedo a la muerte y en la ejecución como sistema, gracias a su Death Note y siempre seguido por los comentarios irónicos de Ryuk. Sin embargo, pronto la policía de Japón comienza a colaborar con L, un enigmático detective que pretende acabar con Kira, su culto y llevarlo a la cárcel por sus «crímenes».
Ese es el jugoso punto de partida de Death Note y la verdad es que la historia de Light engancha a lo largo de sus capítulos gracias a buenos momentos (como el adiós a la pareja de cierto agente del FBI), los recursos de Light, las excentricidades de L y la aparición de personajes como Rem o Misa a lo largo de una trama que, a veces, sorprende por lo retorcido de su planteamiento. Y es que aquí no nos enfrentamos a dos tipos listos, sino a dos tipos extraordinarios, con un coeficiente intelectual que debe sobrepasar la media o…, simplemente, que la historia se articula en torno a que los personajes parece que se leen el guion, los unos a los otros, para saber cosas que pasan y que deberían serles imposible de saber… No obstante, si olvidamos los agujeros de guion y nos centramos en la trama en sí, esta deja los suficientes buenos momentos como para ser un anime aceptable o incluso notable para algunos gracias a que los personajes, con sus más y sus menos, terminan siendo parte de la familia.
Destaca la animación de la serie, incluso en sus delirios más visuales (como la intro de la segunda tanda de episodios), o su música que algunos consideran repetitiva y, para mí, es bastante interesante cuando más se regodea en que saben que están jugando con una trama llena de hilos y cables entrecruzados y retorcidos, tanto que, si fueran elásticos, alguno podría soltarse y darnos en el ojo. Eso sí, permanece la sensación de que la premisa era bastante golosa y no termina de aprovecharse más allá del margen del detective que persigue al «malo» y «malo» que huye del detective.
El mejor punto es que Light no es un protagonista bondadoso, sino que es un tipo maquiavélico con enormes delirios de grandeza y eso es interesante, aunque nos queda la sensación de que su trama no se completa y, siguiendo esto, al menos L no es el típico héroe, sino un tipo rarísimo con sus manías que lo hacen interesante. Al final, Light y L son dos caras de la misma moneda y esta se funde cuando los policías parecen ser los villanos de ese mundo perfecto que intenta imponer Kira y los creadores de la serie, aunque sea a base de sacadas de la manga y trucos que soportamos porque los personajes nos gustan.
Puede que haya alguna parte previsible (como el encierro de los personajes cuando olvidan sus recuerdos) o bajón (tras la muerte de cierto antihéroe), pero al menos deja con varios aspectos interesantes como la pregunta de qué haríamos si tuviéramos un cuaderno para encomendar muerte o no a nuestros enemigos, pero ¿quién tiene amigos cuando es dios?
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Logo de Death Note, acompañado de la efigie de ese shinigami que se aburría que era Ryuk, un elemento clave de la trama. Fuente. |