Fan, al público le da igual lo que pienses y punto

Y en este post, te propongo jugar a Buscando a Wally y hallar cuántos personajes tienen el pelo tipo Lobezno en esta imagen y... No, en realidad, no va de eso, pero ya he pillado tu atención, fruto de un plan maligno (ja, ja, ja... lea esta risa con maldad, por favor). // Imagen de dominio público.

A veces, no se puede pedir más. Una de las cosas de las que me alegro de estar en proceso de distanciarme del fandom es que escucho menos ruido. A ver, proponerme usar menos las redes sociales será perjudicial desde el punto de vista de muchos autores que creen que, a través de ahí, venden todo su trabajo y se hacen conocer y, en realidad, como he aceptado que vivo donde vivo y escribo lo que escribo, tampoco me sirve de mucho perder mi tiempo hablando con gente que no me hace caso, tiempo que puedo invertir en escribir; solo encuentro que el verdadero problema es buscar webs donde haya información de esas novedades que me gustan. Si me centro en el tema que quería hablar (el cual llevo apuntado desde principios de año) es el siguiente: de cómo, piense lo que piense, el fandom, el público consume lo que quiera y punto.


Sí, sé que no parece una gran novedad ni nada realmente importante, pero me he pasado tantos años zambullido en la vorágine de críticas, grupos de fans y comentarios forzados por el cómico con ínfulas de crítico de turno, que parece que doy cosas por hecho: Transformers es horrible, las películas de Marvel son pelis de chistes, Terminator 5 es mala… Parecen opiniones grabadas a fuego y, aunque no estoy de acuerdo en la mayoría de las suposiciones, muchos las aceptan sin más: es la verdad, todo el mundo lo piensa y quien diga que La Amenaza Fantasma, El Ataque de los Clones y La Venganza de los Sith molan, no sabe nada (y a mí, me gustan, así que debe ser como Jon Snow -¿mal estratega? No-: «no saber nada»).

A finales del año pasado y principios de este, estuve trabajando vendiendo videojuegos, libros, películas y esas cosas que se llaman «entretenimiento», sin más. Fue una experiencia… interesante y creo que me dio material tanto para Devon, la propietaria de la Tienda Infinita, como para M is for Magic y uno de mis personajes. Y también me sirvió para percatarme de algo «crucial»: a la gente de a pie, la que no está metida en el fandom, en grupitos, en las webs críticas de turno, les da igual lo que piensen los demás y compran lo que les dé la gana.

No preguntéis por qué, pero al poner el término fandom en Pixabay, me ha salido la imagen de esta apuesta iguana (tan seductora), lo que me ha hecho pensar que o está ordenado de un modo raro o hay una conspiración, según la cual, todos los miembros del fandom son seres reptiles malvados, venidos del espacio exterior y que se hacen pasar por seres humanos que intentan dominarnos mediante la técnica del debate que no lleva a nada y la pérdida de tiempo. // Imagen de dominio público.

Por mucho que se diga de Transformers (que no me gusta), de las pelis de Marvel (muchas me encantan), Terminator 5 (no la he visto) y las precuelas de Star Wars (no las odio), entre otras, fueron de las cosas que más se vendieron durante Navidad. Y si alguien te venía con que quería tal película, por mucho que yo diga del fandom, yo no podía ser tonto y decirle: «pero señor, Rotten Tomatoes piensa esto de la película», porque seguramente te hubiera mirado raro y te hubiera estampado la peli en la cara (a un compañero le tiraron un disco, así que…).

Por tanto, después de esa experiencia, aprendí algunas cosas interesantes que se pueden resumir en: hagas lo que hagas, a la gente le gustará aquello que quiera ya sea por moda o por ideas propias y no lo vas a cambiar, y vivir lejos del fandom puede ser bastante agradable. Quizás, sobre todo, lo segundo, ya que estoy bastante cansado del mundo fanático en los últimos años, porque soy de esas ovejas negras que no encajan. También aprendí cosas valiosas como que se podían vender discos de villancicos con señores medio desnudos y que había gente que no te perdonaba que no te hubieras tal película que acababa de salir en el cine.

Lo bueno es que lejos de los debates estériles y el toque hater, ese barullo nunca llega a la gente de a pie, al gran consumidor, y por mucho que critiquemos (o dejemos de criticar), no dejamos de ser unos críos discutiendo en el parque.

AMARILLO: Hablan bien de las precuelas... Este no es el post que estamos buscando.
ROJO: Que te calles, pesado.
AMARILLO: Antes me tratabas con cariño, mientras posábamos de modo guay y matábamos a los Jedi bajo la orden 66.
ROJO: Que te calles.

Algo bueno de todo esto no es solo el relativismo de que al fandom le encante u odie algo y al público en general le guste o no, sino que parece existir cierto margen de libertad…, aunque sea ilusoria: tal vez, el fandom piensa eso porque lo dicen cuatro críticos y, quizás, la gente piense eso porque han caído presas de una campaña de marketing. ¿Quién es libre? ¡Nihilismo, nihilismo! ¡Clases de filosofía de bachiller, venid a mí! ¿Cuántos lo piensan por sí mismos? Quizás, más de lo que pensamos y el que me equivoco soy yo y resulta que hay esperanza (ojalá que sí).

Lo mejor (que oiga, parecía que este post iba a ser supertriste, pero me he venido arriba desde que puse al Señor Iguana) es que yo, que vivo como autor, siento que se le quita importancia al fandom todopoderoso (por mucho que digan, insisto, al final no dejan de ser unos tipos aporreando el teclado sin más) y el público decide según lo que le venga. Y yo… yo, en realidad, no sé si alegrarme, pero al menos, me permite ver el mundo desde otro lado, mientras junto palabras e historias en este ordenador. A veces, no se puede pedir más.

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