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El estreno de Harry Potter and the Cursed Child nos ha devuelto a aquella larga espera hasta la siguiente historia del mundo mágico de Harry Potter. A continuación, os cuento qué me ha parecido. Fuente. |
SCORPIUS: I say. Because that's what we do. We mess things up. We lose. We're losers, true and total losers. Haven't you realized that yet?
ALBUS: Well, I wasn't a loser befeore I met you.
Ya está. Ya me he terminado Harry Potter and the Cursed Child. ¿Dónde está mi premio? Ah, ¿no hay? ¿En serio? Pero… En los últimos días, parece que todo se ha resumido a una carrera por acabarse esta novela el primero o esa es la impresión que me ha dado. Pensaba que se regalaría algo, pero bueno el obsequio al final es imaginarte cómo debe ser esa obra de teatro convertida en la octava historia de Harry Potter por obra y gracia de que parece que el mundo mágico del joven mago no deja de ampliarse.
Enfermado por nostalgia y
su hermano (el aburrimiento), decidí entrar en el guion de la obra teatral,
publicado recientemente en inglés (y también en e-book vía Pottermore), y ha sido un viaje… interesante. A ver, no puedo
espantar esa sensación, esa losa, que parece tener toda la obra de: gran fan fic donde te preguntas cual fan
grimoso: «¿esto es canon? ¿Esto es CANON?», porque hay un par de: «¿qué me
estás contando?» curiosos (cuanto menos), pero siempre está bien divagar por
Hogwarts, la estación King Cross y esas cosas que a los que nos enamoramos de
la lectura con Harry Potter siempre nos pasa.
La generación maldita
Que quede claro que es un
guion teatral. ¿Sabéis? No esperéis
narración ni el estilo J.K. Es solo el guion. Ojalá J.K. (sí, la llamo así, somos muy amigos…) lo hubiese escrito,
porque así tendríamos una obra más larga y donde perderse en los sentimientos
de los personajes. No estoy en contra del teatro, pero acostumbrado a la prosa de Rowling en Harry Potter, uno se queda un
poco desencajado cuando los años de Albus Severus y Scorpius Malfoy en Hogwarts
pasan en breves escenas. Y entonces, como tengo una parte de fan grimoso
que no la puedo exorcizar, me quedo con los ojos desorbitados y me pregunto: «¿qué
más ha pasado, maldita sea?».
Lo mejor para mí de Harry Potter and the Cursed Child
(aparte del golpe de nostalgia que nos lleva a recordar cómo era esperar la
salida de cada libro), es la relación problemática entre Harry Potter y Albus Severus
(y no solo porque le pusiera ese nombre) y la amistad que se entabla entre Albus y Scorpius, ambos compañeros de Slytherin.
Además, todo ello sirve para que los Slytherin
no queden como los villanos de la función, sino que se reivindiquen y gracias
también a un Draco bastante más majo
de lo que esperábamos con los años. Y, además, si a todo eso sumamos los guiños
con menciones a Sirius, Snape o Dumbledore y volver a ver a Hermione,
Ron, McGonagall y compañía, casi
que sonrío tanto que me rompo la mandíbula a mí mismo. Además, hay
personajes que me han gustado, como Scorpius
(sí, otra vez lo digo) y hay buenos momentos de amistad como en la saga, aunque
empiece a parecer en algunos puntos un culebrón (aunque ¿qué no es un culebrón
cuando se alarga demasiado?).
Confieso que no soy
objetivo con Harry Potter y quizás J.K. y compañía me venderían sin
problema una lista de la compra si dijese en alguna parte «Harry Potter» y estuviese firmada por ella. Pero eso no es solo
bueno, porque también mi míster Hyde
me hace enarcar una ceja cuando la trama trata sobre ese villano del cómic que
es la retrocontinuidad… perdón, digámoslo bien, LA RETROCONTINUIDAD (insertar música típica de peli de terror…
Bien, gracias). Si estáis acostumbrados a leer los cómics, fruto de ese demonio
de la retrocontinuidad, algunos creadores han decidido destruir universos o
convertir a personajes como Gwen Stacy
en algo que no son, por ejemplo. Y eso pone mal a mi lado furibundo, grimoso, del
que os hablaba.
¿Qué pasa? Que Harry Potter and the Cursed Child se
desarrolla sobre la posibilidad de usar el último giratiempo para evitar la
muerte de Cedric Diggory. Un poco
incluso al estilo Regreso al futuro,
creando líneas paralelas y todo eso que me recuerda al Snape con pistola de cierto final alternativo. En the Cursed Child, Harry se niega al padre, el anciano Amos, acompañado de su sobrina y cuidadora, Delphi, pero Albus (que
desea no ser el hijo de Harry)
decide revelarse y usar el giratiempo junto a Scorpius. Y revisitamos algunos momentos de la saga, mientras
descubrimos algunos misterios y rumores (como que Scorpius podría ser un hijo de Voldemort…
pero ¿qué?) y ponemos cara de merluzos en plan: «¿irán a fastidiar la saga?
¿Irán a fastidiar la saga con esto de la retrocontinuidad?».
Y, al final, me quedo con la sonrisita tonta y pienso
que nada podrá destruir lo que siete libros cimentaron y que cada uno puede
decidir si tener en cuenta o no esta historia. Por muy oficial que sea, yo
ignoro la cuarta película de Indiana
Jones o la séptima de Star Wars
y soy tan feliz (bueno, en mi sentido de felicidad, ya sabéis).
¿Ignoraré Harry Potter and the Cursed Child? ¿A
quién le importa? Es un éxito teatral y de ventas, mi opinión no vale nada
mientras que por mi mente divaga lo bien que me lo pasé y la cara con la que me
quedé en algunos momentos, además de la pregunta de ¿era necesario? ¿Quién
sabe? Quizás, nosotros somos los Niños
Malditos.