Recupero esta columna debido a las fechas que son. Hace mucho que la escribí, pero la recuerdo con cierto cariño, así que... Allá va.
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Comencemos. 2007. ¡Qué año! ¿Recordáis algo de él? Puede que absolutamente nada, porque no os pasó algo importante o porque sufrís amnesia. Yo recuerdo muchísimas cosas, la mayoría seguramente insignificantes, pero si aún las tengo en mente es por algo (y vale, acepto que mi mente está rebosada de tonterías). Sin divagar… Todos tenemos años en nuestra adolescencia que recordamos con cierto cariño, aunque cuando los vivamos no (el ser humano es maravilloso…). Por eso hay que intentar que cada día sea valioso, porque aunque no lo sepamos, el tiempo suele dotarlos de cierta preciosidad que los convierte en maravillas. Y aquel 2007 está lleno de perlas (y esto último no ha sido una frase para un libro de autoayuda).
Estaba en un horrible 4º de la E.S.O. de Ciencias. Sí, yo, que siempre he pensado que tras la química se esconde la más pura brujería al igual que el dos más dos son cuatro (¡brujería! ¡Satanismo!). Por entonces, había comenzado a salir con amigos. Tuve un buen verano donde conocí a gente maravillosa que me cambió para siempre, así que ya sabéis a quiénes culpar de toda esta porquería… Luego, mi cabecita terminó en bachiller de letras puras, como tiene que ser.
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Y sí, la vi en el cine. Fuente. |
Empecé a escuchar otra música, a escribir otras cosas y, bueno, muchas cosas que algún día os contaré si tenéis paciencia para leerlas o para conocerme y aguantarme en persona.
Recuerdo haber salido a media tarde con un amigo y una amiga que eran novio y novia el uno del otro, lo que me convertía a mí en un candelabro, que precisamente no tenía la simpatía de aquel de La bella y la bestia.
Ahora viene mi brote de amnesia nostálgica (si es que dicho concepto existe). ¿Fuimos a ver El Orfanato? ¿Fue ese día en que empecé a decirles que acababa de ver un fantasma? ¿Fue ese día en que hice que aquel chaval, que era mi amigo entonces, se bajase de la guagua dos paradas antes de la que le correspondía para tener que ir caminando solo, de noche, tras ver una peli de miedo (y juro que no fue aposta)?
No lo sé, pero me acuerdo de que yendo por la estación de guaguas vimos a mucha gente disfrazada. Yo estaba pasando mi fase de oscurillo, pero odiaba a la gente que banalizaba la muerte y Halloween cuando a mí me parecían algo mágico y tenebroso que solo me pertenecía a mí.
[NOTA: Sí, amiguitos y amiguitas, merecía una buena hostia, pero no os preocupéis que los años me las han ido dando, incluso por pares… ¿Y lo mejor? Me las seguirán dando].
Aquel verano me lo había pasado escribiendo sobre vampiros porque conocí a una chica mayor que yo que le gustaban y, bueno…, empezaron a gustarme a mí también. Todos sabemos cómo funcionan estas cosas así que lo obviaré con esta frase y simplemente decir que hace años que no la veo.
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Todos queremos ser Lugosi, pero como cantaban los Bahuhaus: Lugosi´s dead. Fuente. |
Al principio, me interné en el mundo de los vampiros porque a ella le gustaban. Después, porque me gustaban a mí. Y así, en un verano, concebí a los primeros vampiros que escribí. Todos sabéis de mi pasión por estas criaturas, creo que no tengo que nombrar El Antro de los Vampiros y Otros Monstruos, mi blog. Ni que tengo que comentar aquella primera trilogía inconclusa y la otra trilogía que vino después, acabada, a espera de ser reescrita totalmente y corregida, que sobrepasa las 3000 páginas. No creo que tenga que decirlo, pero vaya, lo acabo de decir. ¡Ups!
Da igual, volvemos a la estación de guaguas. Mientras íbamos por la estación, los novios y yo, el candelabro, vimos a un chico disfrazado de Drácula que corría para no perder el autobús. Sea como sea, yendo por aquel paso de cebra, su pie se enganchó en su capa y se llevó un tortazo tremendo contra el suelo que sigo recordando cada vez que paso por ese sitio.
Que nadie me hable de por qué los superhéroes no deben llevar capas en este instante. Ya lo pensé.
Es curioso.
Ahora pensaréis que fui una buena persona y ayudé a aquel chaval o simplemente le ignoré. Vaya, no conocéis lo mala persona que era entonces y no sé si os creeréis cuando os escriba lo que dije al verlo:
—¡Vaya con los vampiros de hoy en día! Los vampiros de hoy no saben correr.
Dejemos aparte lo cabrón que era.
Fue una visión desmitificadora del tema vampírico. Recuerdo muchos años después leer que a Alan Moore y Dave Gibbons se les ocurrió Watchmen (en parte) cuando vieron algo que cambió su perspectiva: gente disfrazada de superhéroes en una convención. Aquello transformó toda su forma de ver a los superhéroes.
Bien, ver caer a aquel pobre chaval vestido de Drácula hizo que mi forma de ver las cosas también se modificase de mala manera. De pronto, creo que dejé de fingir a veces que yo también era un vampiro o si lo fingía me sentía mejor sabiendo que al ser bochornosamente idiota también podía ser un vampiro. Convertirte en un chupasangre por voluntad propia no te da un set de elegancia completamente gratis. Olvidad esto que acabo de soltar sobre que me comportaba como un vampiro a esa edad. Es tan patético que es real.
Cuando rompen tu forma de ser puedes hacer muchas cosas, desde barajar por lanzarte de un puente (pensamiento recurrente de mi adolescencia) hasta convertirte en Darth Vader (pensamiento aún más recurrente de mi adolescencia). Lo que suelo hacer al final es ponerme a escribir.
Fue así como surgió uno de mis vampiros predilectos al que llamaremos D. Ese tipo es horrible, pero surgió de mi dolor. Recuerdo que lo olvidé y cuando me hicieron sufrir de nuevo apareció. Y cuando sentía que todo iba bien, ese vampiro volvió a mí y no necesitaba correr porque podía aparecerse como niebla. D tuvo un nombre antes, varios en realidad, pero hasta en la reescritura de mi historia de vampiros seguía sintiendo que venía cargado de toda esa fuerza del pasado y de esa visión de ver un vampiro cayendo al suelo en Halloween durante una tarde que ya he olvidado y quizás hasta reescrito en mis recuerdos.
Los personajes son así, surgen de los pequeños dramas sin venir a cuento y algunos consiguen arrebatarte el alma. Si escribes sobre vampiros, les das tu tiempo y cada latido de tu corazón y cada gota de tu sangre. Son las bestias literarias perfectas, pero nunca les he tenido demasiado miedo. Al fin y al cabo, sé que si corren se caen. Como todos.
Sigamos escribiendo, sigamos viviendo.
P.D.: Inserte susto enlatado aquí para que sea la perfecta columna de Halloween.
P.D.2: Odio las golosinas de Halloween que saben mucho a goma.
P.D.3: Lo siento por tantas postdatas.
P.D.4: En serio, lo siento.