25-03-2010
En mi familia, todos acaban volviéndose locos. Basta
decir que los bebés no nacen con panes debajo del brazo; no les caben en las
camisas de fuerza.
He vivido durante todo este tiempo evitando que la
locura me alcanzase. Sabía que ellos se habían vuelto locos, yo no tenía por
qué seguirles. ¿No existe, a caso, el libre albedrío? ¿O es que somos presas de
nuestra genética y la libertad es sólo una ilusión?
No quiero saber qué me ha pasado, pero los veo:
sombras que se mueven a mi alrededor, voces que me hablan, pensamientos que no
me dejan dormir, visiones de cosas que no pueden ser reales… Y siempre me pregunto:
¿ya me he vuelto loco o es la realidad así?
Sé que viene detrás de mí, como una apisonadora.
Hace ruido y me da mucho miedo. Es una máquina infernal que no se detiene.
Nadie puede pararla. Nadie de mi familia ha podido.
La LOCURA, esa grandísima hija de perra.
Pero tengo aquí un revólver.
Pesa en mi mano derecha.
Huele a pólvora.
Me lo coloco en la boca. Sabe… Supongo que así sabe
el metal.
Respiro profundamente.
He de hacer caso al unicornio y el gnomo.
No puedo dejar que la locura me alcance.
BANG!