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La distopía y los superhéroes en Watchmen. Fuente. |
8. Textos
extras, un fin de un mundo que se expande
Watchmen consta, en vez del espacio para las cartas de los
lectores, de un texto de acompañamiento. Así, al concluir cada número,
encontramos un fragmento del mundo que hemos leído y nos permite dibujar un
pasado y crear un trasfondo.
Los autores Alan Moore y Dave Gibbons
decidieron jugar con ese espacio. Para empezar, presentaron la biografía de
Hollis Mason (Debajo de la máscara,
que, en inglés Under the Hood, también se
refiere al capot de los coches, con los que se gana la vida Mason).
Después, Moore y Gibbons pasarían a
textos casi científicos/políticos, con el ensayo sobre lo que supone la
existencia del Doctor Manhattan. Después, vendrían desde un editorial,
entrevistas, un artículo de opinión sobre el autor de “Los relatos de la
Fragata Negra” o el más escalofriante, visto en perspectiva, el Método Veidt.
Todo ello es una demostración de la capacidad de Moore para adaptar satisfactoriamente
otros estilos y Gibbons a la hora de crear imágenes que parecen fotos o copiar
el estilo de los dibujantes de tebeos de carácter más pulp.
Esto hace que el
lector primerizo dude de si estos extras son ficticios (al menos,
personalmente, con el texto sobre los tebeos de piratas, donde se nombra a
varios autores reales).
En esos mismos escritos, Moore va “matando” las posibilidades de secuela o precuela
del tebeo, básicamente porque deja lo justo para la imaginación, aunque abre
incontables enigmas. ¿Cómo es esto posible? El lector decide
llenar con su imaginación esos huecos, al igual que decidir sobre el final
“abierto” del tebeo.
Por tanto, Watchmen
es un ejercicio que merece la pena. ¿Para qué hacer secuelas o precuelas y
querer matar la posibilidad de que el lector las haga él mismo, mediante su
imaginación?
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Pese a su final, Watchmen nunca acaba. Fuente. |
9. Más
de una lectura, un diamante de infinitas caras
El
carácter de Watchmen hace que sea un
tebeo que, como apuntaba Rafael Marín en su Wde Watchmen, nunca termina (como bien señala el propio Doctor Manhattan).
Muchos cómics se leen y se olvidan.
Otros los amas y puede que te defrauden en una segunda lectura. Otros pueden
encantarte y seguir gustándote cuando los disfrutes de nuevo… Y ya está. Sin embargo, las relecturas enriquecen más y más Watchmen
(que pueden ser más de una, ya se sabe que, según la última frase, la elección
está en nuestra mano).
Un lector puede volver a sumergirse
en Watchmen cada cierto tiempo y
encontrar nuevos toques que hacen que valga la pena la relectura, desde
detalles nimios (la aparición de la “smiley” en otros contextos, como la
portada del capítulo décimo: “Dos jinetes se acercaban…”) hasta otros grandes
(Rorschach está presente desde el comienzo)
pasando por los que expanden el mundo de “Watchmen” (los titulares de los
periódicos que encontramos, en un ejercicio de detallismo estupendo).
El mundo de
“Watchmen” se cimienta sobre juegos de palabras, detalles y doble lecturas.
Por ejemplo, los caramelos con referencia a la bomba atómica (y la crisis
atómica que vivimos en ese mundo a lo largo de sus páginas) y ¿sabíais que, en el primer
número, todos llevan el mismo tipo de zapato para que no sepamos quién es el
asesino (cuyo calzado vemos en uno de los flashbacks)?
Cada detalle en Watchmen no parece haber sido dejado en
un “porque sí”. Si en Top Ten, una de
las obras más “recientes” de Alan Moore con Gene Ha en los dibujos, existía el
juego de encontrar cameos, en Watchmen está el de hallar otros sentidos a lo largo de sus páginas.
Otro punto es cuando Moore decide
jugar con el múltiple significado de los diálogos. Véase desde el comienzo con
el “Planta abajo, allá vamos” , que
dice uno de los detectives, mientras en la viñeta vemos, en un flashback, cómo el Comediante cae al
vacío. Esta técnica de contrastes se dará a lo largo de toda la obra.
Además, leer la obra en inglés nos
descubre más cosas. Desde juegos de palabras como el Gordian Knot (el nudo
gordiano del que habla Ozymandias relacionándolo con Alejandro Magno, hasta su
empresa de cerrajería, por no mencionar el libro de la pareja lesbiana…), hasta
la forma de hablar de personajes como Rorschach.
A su vez, estos
detalles se pueden englobar también como avisos del final: por
ejemplo, la sangre que embadurna los zapatos de un personaje que lleva una
pancarta “El fin está cerca” (que luego sabremos quién es) al inicio del
cómic. Su destino choca con un final sangriento que sabemos desde la primera
página.
¿Un detalle muy bueno que se
descubre en la relectura? Véase, por ejemplo, cuando los detectives se cruzan
con Rorschach sin máscara y uno tiene un extraño presentimiento, un escalofrío
que él cree que es por un constipado. Eso no lo descubrimos, pese a lo evidente que
puede ser en una doble lectura.
Todos esos guiños sirven para entender nuevas cosas, pero en principio no lo vemos y más cuando
la teoría del asesino de enmascarados parece cobrar cada vez más y más fuerza.
Sumar referencias externas a
canciones, que van desde Bob Dylan hasta Elvis Costello, además de varios
autores. Alan Moore aprovecha para meter símbolos, como el Reloj del Juicio
Final, cerca de las doce y que se antoja similar a la “smiley” manchada de sangre.
Ese reloj
existe en el mundo real (podéis saber más pinchando aquí) y nos avisa de cuántos minutos estamos del fin.
Un concepto que enriquece el cómic y lo llena de referencias que recordará cada
lector cuando se le hable de la Guerra Fría.
De todo esto, reafirmemos que leer Watchmen nos permite descubrir cosas nuevas o reinterpretarlo a medida que
nosotros cambiamos. Todo un regalo sin fin el que nos dieron Moore y
Gibbons, Watchmen es, sin duda, una
obra inmortal.
¿Y esto para qué? Llenar de
significado grandes reflexiones sobre la responsabilidad, el poder, si existe
dios, si estamos solos.
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Los Minutemen no acabarán bien. Fuente. |
10. Portadas icónicas en un mundo olvidado
Además
del texto en vertical, con el título amarillo en una franja negra, hay varios aspectos
que hacen diferentes las portadas. Esto se debe a
que Moore y Gibbons intentaron darle un aspecto completamente diferente a
cualquier otro tebeo.
Las portadas son importantes.
Huyendo de la típica portada superheróica, Moore y Gibbons decidieron que las
doce fueran icónicas. Es decir, que se fijasen en objetos que formaban una
lectura nueva y que se fuera alejando después, en otras viñetas, con un efecto
que recordaba al travelling
cinematográfico.
Así tenemos desde la “smiley” con sangre de la celebérrima
primera portada hasta la señal de refugio nuclear que recuerda a las banderas
de un barco pirata (a semejanza de la historia de piratas que disfrutamos en el
tebeo).
Algunos proyectos de masacrar Watchmen han mostrado portadas típicas
de superhéroes que han olvidado este punto. Otra razón para que no haya una
secuela, precuela o lo que sea.
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Portadas de Watchmen. Fuente. |
11. El final y lo que vino después
“Oh, Daniel, Daniel, Daniel, Daniel… Por
favor… Madura un poco. Mi nuevo mundo no necesita héroes baratos. Vuestro
concepto de heroísmo ha quedado obsoleto. Además, ¿qué habéis conseguido? Si
vuestro único logro ha sido fracasar a la hora de evitar la salvación del
mundo… ¡Y aún así ese fracaso eclipsa todo éxito que hayáis tenido en el pasado!
Sin saberlo os habéis
convertido en los guías de una era de iluminación espiritual tan deslumbrante
que la humanidad rechazarás las tinieblas que hay en su corazón…”
OZYMANDIAS
Llegamos al número doce: “Un mundo más fuerte y hermoso…”. Una
referencia la cita “Sería un mundo más fuerte, un mundo más fuerte y hermoso en
el que morir” de John Cale. Es la “medianoche” del cómic y del
reloj del Juicio Final (al que se hace una alusión con un reloj real impregnado
de sangre), también “medianoche” es la primera palabra que se pronuncia (lo
hace el Doctor Manhattan a quien, en parte, se debe el resultado). La
influencia del capítulo de “Más allá del límite”: “Los arquitectos del mal”
está patente y se reconoce.
El episodio comienza con la ruptura
de la simetría. Durante el tebeo no nos hemos encontrado con páginas completas
(como tantos otros tebeos), ahora sí. Nos golpea la imagen de una masacre,
impacta no sólo por su detallismo, sino por su revolución dentro de la
estructura de “Watchmen”.
A su vez, hallamos pequeños
detalles (como la toma de corriente) que recuerda a la “smiley”, el periódico
con el titular, tan sarcástico, “War?” (“¿Guerra?”), las fichas del Test de
Rorschach, el cartel de Prometheam (“Trayendo la luz al mundo”, reza), el
concierto de “Pale horse” (referencia a uno de los jinetes del apocalipsis) que
se titulaba “Krystalnacht” (guiño a la Noche de los Cristales Rotos, que aquí
cobra un nuevo sentido).
“Ni la nieve ni la noche más oscura
impedirá que este correo llegue veloz a su destino”, el lema del correo
estadounidense hace un símil con la nieve de Karnak y la noche más oscura de la
destrucción del mundo (¿para salvarlo?).
Pero eso son detalles, lo
importante es la trama en sí. Los muertos son la gente de a pie como el kiosquero
Bernard y el chaval (del mismo nombre) que leía tebeos por fuera del estanco.
Todo ello responde al horror que salvará al mundo a través del terror del Cefalópodo
de la Quinta Dimensión (el “¿quién vigila a los vigilantes?” pasa a ser
“Vigilad los cielos”). Un plan esperpéntico a primera vista, pero muy bien
justificado, y que recuerda a cómo Alejandro cortó con una espada el nudo que
no se podía desatar.
En este capítulo Moore nos hace
participes del dilema moral de condenar al mundo con la verdad o mantener una
farsa que consiga la paz. Watchmen,
llegado este momento, te raya los ojos.
¿Serías capaz de
destruir parte del mundo para unir a los enemigos que lo destruirían todo y
evitar su guerra? ¿Serías capaz de dejar que lo hicieran? ¿Guardarías silencio
si lo descubres o querrías contarlo? ¿Te creerían? ¿Quién es el villano de
Watchmen?
Todo es sustituido por la fría
utopía de Veidt, donde estuvo el kiosco ahora hay un dispensador de periódicos,
donde Robert Redford podría ser presidente (un juego con el auténtico RR,
Ronald Reagan).
La última vez que vemos al salvador
del mundo es dándonos la espalda, casi como un niño que duda sobre la travesura
que ha hecho, la mayor broma pesada que él mismo dice.
Vemos, brevemente, un mundo nuevo
que se está reconstruyendo, donde la URSS y EEUU se han unido contra una
posible amenaza extraterrestre. Hay paz mundial, una posibilidad importante de
que el ser humano cambie su sed de autodestrucción… Pero también hay cierto
silencio, quietud: ya no hay kiosquero ni chaval que lea un tebeo, no hay
personas que hablen de sus problemas… Hay un mundo nuevo, en imagen y semejanza
del “salvador”.
Y después de algo más de
cuatrocientas páginas, llegamos a la última página y la última viñeta. Todo un acierto que Moore y Gibbons saben señalar. Un
pequeño final abierto. El personaje de Seymour deberá elegir, está en sus
manos… ¿O nos lo dicen a nosotros, que cada uno decidiremos lo que pasa?
¡Bravo!
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Hasta los villanos como Moloch tienen un final realista. Fuente. |
-Extras para una obra maestra:
Tras
el desenlace, nos encontramos que la edición española cumple en cuanto a extras:
carta de Moore, otra de Gibbons, la propuesta inicial, fragmentos del guion,
bocetos… Mucho, pero siempre poco para los fans de esta obra. Remarcar que las
portadas de la primera y segunda edición me parecen geniales (la tercera no,
esa traiciona un poco el espíritu al vender Watchmen como un tebeo de
superhéroes más).
Hay varias obras sobre “Watchmen”
que leer. Recomendaría especialmente W de Watchmen de Rafael Marín (que
comenté aquí) y Watching the watchmen, la obra que hizo Gibbons con ayuda de
Chip Kidd y Mike Essl (entre otros) como “making off” de la obra que realizó
junto a Moore.
¿La última frase del guion del cómic? La que recomienda la canción de John Cale que abre este apartado.
“OZYMANDIAS: He hecho
lo correcto, ¿verdad? Al final todo ha salido bien.
DOCTOR MANHATTAN: ¿Al
final? Nada acaba, Adrian. Nada termina jamás”.
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Fantástico libro que nos relata cómo se hizo Watchmen. Fuente. |
-Sobre la película:
En
2009, el director Zack Snyder estrenaba su adaptación de Watchmen. El director de “300” fue bastante respetuoso con el
cómic, aunque no completamente al ser la traslación de un medio a otro.
Uno de sus puntos fuertes es la
introducción que nos cuenta la historia de esta ucronía, acompañada del “TimesThey Are A-Changin” de Bob Dylan que trazaría una simetría con la canción del
final, “Desolation Row” también de Dylan, pero versionada por “My Chemical
Romance” (demostrando que al final el mundo ha cambiado), y que fue citada en
el primer cómic de los doce que componen “Watchmen”.
Personalmente, la considero la
mejor película basada en una obra de Alan Moore (tampoco era complicado) y la
mejor cinta cinematográfica de superhéroes (si consideramos que “Watchmen” es
un tebeo de superhéroes).
Si queréis leer más de la película,
aquí tenéis la crítica disponible.
12. Una pequeña anécdota propia
Todos
tenemos alguna historia que contar sobre nuestros cómics. Puede que os suene
raro y más de mí que no suelo hablar de esto, pero esta historia es cuanto
menos curiosa (al menos para mí).
No fuera sólo por ahorrar 35€
estando en 4º de la ESO para hacerme con Watchmen…
O releerlo una y otra vez. También están mis intentos de convertirme en
discípulo de Alan Moore intentando captar su estilo.
Es algo más… ¿Extraño? Sí,
podríamos llamarlo así…
La anécdota es que ordenando mi habitación una
vez (labor titánica donde las haya), se me cayó el Watchmen en la cabeza. No me
reventó los sesos, hubo suerte. Espero que me pegase un poco el genio de Moore,
Gibbons y Higgins.
“Se me cayó el Watchmen en la cabeza”, me parece una frase perfecta para empezar
una biografía literaria. Y lo mejor es que es cierta.
En
definitiva, Watchmen
no tiene fin, siempre continúa, resultando una obra imperecedera, en la que lo
importante no es vigilar a los vigilantes, sino vivir con ellos una de las
historias más grandes jamás contadas. Sin duda, para despedirnos, dar las gracias a Alan Moore, Dave Gibbons
y todos los que hicieron posible Watchmen. Gracias por recordarnos que Marte nos sonríe más allá de una Tierra siempre al borde del fin.
“Lo dejo enteramente
en tus manos”-
HÉCTOR GODFREY a
SEYMOUR
¿o es al lector?