Críticas de cómics: Watchmen [PARTE 3]

La distopía y los superhéroes en Watchmen. Fuente.


8. Textos extras, un fin de un mundo que se expande
Watchmen consta, en vez del espacio para las cartas de los lectores, de un texto de acompañamiento. Así, al concluir cada número, encontramos un fragmento del mundo que hemos leído y nos permite dibujar un pasado y crear un trasfondo.
Los autores Alan Moore y Dave Gibbons decidieron jugar con ese espacio. Para empezar, presentaron la biografía de Hollis Mason (Debajo de la máscara, que, en inglés Under the Hood, también se refiere al capot de los coches, con los que se gana la vida Mason).
Después, Moore y Gibbons pasarían a textos casi científicos/políticos, con el ensayo sobre lo que supone la existencia del Doctor Manhattan. Después, vendrían desde un editorial, entrevistas, un artículo de opinión sobre el autor de “Los relatos de la Fragata Negra” o el más escalofriante, visto en perspectiva, el Método Veidt. 
Todo ello es una demostración de la capacidad de Moore para adaptar satisfactoriamente otros estilos y Gibbons a la hora de crear imágenes que parecen fotos o copiar el estilo de los dibujantes de tebeos de carácter más pulp. 
Esto hace que el lector primerizo dude de si estos extras son ficticios (al menos, personalmente, con el texto sobre los tebeos de piratas, donde se nombra a varios autores reales).
En esos mismos escritos, Moore va “matando” las posibilidades de secuela o precuela del tebeo, básicamente porque deja lo justo para la imaginación, aunque abre incontables enigmas. ¿Cómo es esto posible? El lector decide llenar con su imaginación esos huecos, al igual que decidir sobre el final “abierto” del tebeo. 
Por tanto, Watchmen es un ejercicio que merece la pena. ¿Para qué hacer secuelas o precuelas y querer matar la posibilidad de que el lector las haga él mismo, mediante su imaginación?

Pese a su final, Watchmen nunca acaba. Fuente.

9. Más de una lectura, un diamante de infinitas caras
El carácter de Watchmen hace que sea un tebeo que, como apuntaba Rafael Marín en su Wde Watchmen, nunca termina (como bien señala el propio Doctor Manhattan).
Muchos cómics se leen y se olvidan. Otros los amas y puede que te defrauden en una segunda lectura. Otros pueden encantarte y seguir gustándote cuando los disfrutes de nuevo… Y ya está. Sin embargo, las relecturas enriquecen más y más Watchmen (que pueden ser más de una, ya se sabe que, según la última frase, la elección está en nuestra mano).
Un lector puede volver a sumergirse en Watchmen cada cierto tiempo y encontrar nuevos toques que hacen que valga la pena la relectura, desde detalles nimios (la aparición de la “smiley” en otros contextos, como la portada del capítulo décimo: “Dos jinetes se acercaban…”) hasta otros grandes (Rorschach está presente desde el comienzo) pasando por los que expanden el mundo de “Watchmen” (los titulares de los periódicos que encontramos, en un ejercicio de detallismo estupendo).
El mundo de “Watchmen” se cimienta sobre juegos de palabras, detalles y doble lecturas. Por ejemplo, los caramelos con referencia a la bomba atómica (y la crisis atómica que vivimos en ese mundo a lo largo de sus páginas) y ¿sabíais que, en el primer número, todos llevan el mismo tipo de zapato para que no sepamos quién es el asesino (cuyo calzado vemos en uno de los flashbacks)?
Cada detalle en Watchmen no parece haber sido dejado en un “porque sí”. Si en Top Ten, una de las obras más “recientes” de Alan Moore con Gene Ha en los dibujos, existía el juego de encontrar cameos, en Watchmen está el de hallar otros sentidos a lo largo de sus páginas.
Otro punto es cuando Moore decide jugar con el múltiple significado de los diálogos. Véase desde el comienzo con el “Planta abajo, allá vamos” , que dice uno de los detectives, mientras en la viñeta vemos, en un flashback, cómo el Comediante cae al vacío. Esta técnica de contrastes se dará a lo largo de toda la obra.
Además, leer la obra en inglés nos descubre más cosas. Desde juegos de palabras como el Gordian Knot (el nudo gordiano del que habla Ozymandias relacionándolo con Alejandro Magno, hasta su empresa de cerrajería, por no mencionar el libro de la pareja lesbiana…), hasta la forma de hablar de personajes como Rorschach.
A su vez, estos detalles se pueden englobar también como avisos del final: por ejemplo, la sangre que embadurna los zapatos de un personaje que lleva una pancarta “El fin está cerca” (que luego sabremos quién es) al inicio del cómic. Su destino choca con un final sangriento que sabemos desde la primera página.
¿Un detalle muy bueno que se descubre en la relectura? Véase, por ejemplo, cuando los detectives se cruzan con Rorschach sin máscara y uno tiene un extraño presentimiento, un escalofrío que él cree que es por un constipado. Eso no lo descubrimos, pese a lo evidente que puede ser en una doble lectura.
Todos esos guiños sirven para entender nuevas cosas, pero en principio no lo vemos y más cuando la teoría del asesino de enmascarados parece cobrar cada vez más y más fuerza.
Sumar referencias externas a canciones, que van desde Bob Dylan hasta Elvis Costello, además de varios autores. Alan Moore aprovecha para meter símbolos, como el Reloj del Juicio Final, cerca de las doce y que se antoja similar a la “smiley” manchada de sangre. Ese reloj existe en el mundo real (podéis saber más pinchando aquí) y nos avisa de cuántos minutos estamos del fin. Un concepto que enriquece el cómic y lo llena de referencias que recordará cada lector cuando se le hable de la Guerra Fría.
De todo esto, reafirmemos que leer Watchmen nos permite descubrir cosas nuevas o reinterpretarlo a medida que nosotros cambiamos. Todo un regalo sin fin el que nos dieron Moore y Gibbons, Watchmen es, sin duda, una obra inmortal.
¿Y esto para qué? Llenar de significado grandes reflexiones sobre la responsabilidad, el poder, si existe dios, si estamos solos.
 
Los Minutemen no acabarán bien. Fuente.

10. Portadas icónicas en un mundo olvidado

Además del texto en vertical, con el título amarillo en una franja negra, hay varios aspectos que hacen diferentes las portadas. Esto se debe a que Moore y Gibbons intentaron darle un aspecto completamente diferente a cualquier otro tebeo.
Las portadas son importantes. Huyendo de la típica portada superheróica, Moore y Gibbons decidieron que las doce fueran icónicas. Es decir, que se fijasen en objetos que formaban una lectura nueva y que se fuera alejando después, en otras viñetas, con un efecto que recordaba al travelling cinematográfico. 
Así tenemos desde la “smiley” con sangre de la celebérrima primera portada hasta la señal de refugio nuclear que recuerda a las banderas de un barco pirata (a semejanza de la historia de piratas que disfrutamos en el tebeo).
Algunos proyectos de masacrar Watchmen han mostrado portadas típicas de superhéroes que han olvidado este punto. Otra razón para que no haya una secuela, precuela o lo que sea.

Portadas de Watchmen. Fuente.

11. El final y lo que vino después
“Oh, Daniel, Daniel, Daniel, Daniel… Por favor… Madura un poco. Mi nuevo mundo no necesita héroes baratos. Vuestro concepto de heroísmo ha quedado obsoleto. Además, ¿qué habéis conseguido? Si vuestro único logro ha sido fracasar a la hora de evitar la salvación del mundo… ¡Y aún así ese fracaso eclipsa todo éxito que hayáis tenido en el pasado!
Sin saberlo os habéis convertido en los guías de una era de iluminación espiritual tan deslumbrante que la humanidad rechazarás las tinieblas que hay en su corazón…”
OZYMANDIAS

Llegamos al número doce: “Un mundo más fuerte y hermoso…”. Una referencia la cita “Sería un mundo más fuerte, un mundo más fuerte y hermoso en el que morir” de John Cale. Es la “medianoche” del cómic y del reloj del Juicio Final (al que se hace una alusión con un reloj real impregnado de sangre), también “medianoche” es la primera palabra que se pronuncia (lo hace el Doctor Manhattan a quien, en parte, se debe el resultado). La influencia del capítulo de “Más allá del límite”: “Los arquitectos del mal” está patente y se reconoce.

El episodio comienza con la ruptura de la simetría. Durante el tebeo no nos hemos encontrado con páginas completas (como tantos otros tebeos), ahora sí. Nos golpea la imagen de una masacre, impacta no sólo por su detallismo, sino por su revolución dentro de la estructura de “Watchmen”.
A su vez, hallamos pequeños detalles (como la toma de corriente) que recuerda a la “smiley”, el periódico con el titular, tan sarcástico, “War?” (“¿Guerra?”), las fichas del Test de Rorschach, el cartel de Prometheam (“Trayendo la luz al mundo”, reza), el concierto de “Pale horse” (referencia a uno de los jinetes del apocalipsis) que se titulaba “Krystalnacht” (guiño a la Noche de los Cristales Rotos, que aquí cobra un nuevo sentido).
“Ni la nieve ni la noche más oscura impedirá que este correo llegue veloz a su destino”, el lema del correo estadounidense hace un símil con la nieve de Karnak y la noche más oscura de la destrucción del mundo (¿para salvarlo?).
Pero eso son detalles, lo importante es la trama en sí. Los muertos son la gente de a pie como el kiosquero Bernard y el chaval (del mismo nombre) que leía tebeos por fuera del estanco. Todo ello responde al horror que salvará al mundo a través del terror del Cefalópodo de la Quinta Dimensión (el “¿quién vigila a los vigilantes?” pasa a ser “Vigilad los cielos”). Un plan esperpéntico a primera vista, pero muy bien justificado, y que recuerda a cómo Alejandro cortó con una espada el nudo que no se podía desatar.
En este capítulo Moore nos hace participes del dilema moral de condenar al mundo con la verdad o mantener una farsa que consiga la paz. Watchmen, llegado este momento, te raya los ojos. 
¿Serías capaz de destruir parte del mundo para unir a los enemigos que lo destruirían todo y evitar su guerra? ¿Serías capaz de dejar que lo hicieran? ¿Guardarías silencio si lo descubres o querrías contarlo? ¿Te creerían? ¿Quién es el villano de Watchmen?
Todo es sustituido por la fría utopía de Veidt, donde estuvo el kiosco ahora hay un dispensador de periódicos, donde Robert Redford podría ser presidente (un juego con el auténtico RR, Ronald Reagan).
La última vez que vemos al salvador del mundo es dándonos la espalda, casi como un niño que duda sobre la travesura que ha hecho, la mayor broma pesada que él mismo dice.
Vemos, brevemente, un mundo nuevo que se está reconstruyendo, donde la URSS y EEUU se han unido contra una posible amenaza extraterrestre. Hay paz mundial, una posibilidad importante de que el ser humano cambie su sed de autodestrucción… Pero también hay cierto silencio, quietud: ya no hay kiosquero ni chaval que lea un tebeo, no hay personas que hablen de sus problemas… Hay un mundo nuevo, en imagen y semejanza del “salvador”.
Y después de algo más de cuatrocientas páginas, llegamos a la última página y la última viñeta. Todo un acierto que Moore y Gibbons saben señalar. Un pequeño final abierto. El personaje de Seymour deberá elegir, está en sus manos… ¿O nos lo dicen a nosotros, que cada uno decidiremos lo que pasa? ¡Bravo!
Hasta los villanos como Moloch tienen un final realista. Fuente.
-Extras para una obra maestra:
Tras el desenlace, nos encontramos que la edición española cumple en cuanto a extras: carta de Moore, otra de Gibbons, la propuesta inicial, fragmentos del guion, bocetos… Mucho, pero siempre poco para los fans de esta obra. Remarcar que las portadas de la primera y segunda edición me parecen geniales (la tercera no, esa traiciona un poco el espíritu al vender Watchmen como un tebeo de superhéroes más).
Hay varias obras sobre “Watchmen” que leer. Recomendaría especialmente W de Watchmen de Rafael Marín (que comenté aquí) y Watching the watchmen, la obra que hizo Gibbons con ayuda de Chip Kidd y Mike Essl (entre otros) como “making off” de la obra que realizó junto a Moore.
¿La última frase del guion del cómic? La que recomienda la canción de John Cale que abre este apartado.
“OZYMANDIAS: He hecho lo correcto, ¿verdad? Al final todo ha salido bien.
DOCTOR MANHATTAN: ¿Al final? Nada acaba, Adrian. Nada termina jamás”.

Fantástico libro que nos relata cómo se hizo Watchmen. Fuente.

 
-Sobre la película:
En 2009, el director Zack Snyder estrenaba su adaptación de Watchmen. El director de “300” fue bastante respetuoso con el cómic, aunque no completamente al ser la traslación de un medio a otro.
Uno de sus puntos fuertes es la introducción que nos cuenta la historia de esta ucronía, acompañada del “TimesThey Are A-Changin” de Bob Dylan que trazaría una simetría con la canción del final, “Desolation Row” también de Dylan, pero versionada por “My Chemical Romance” (demostrando que al final el mundo ha cambiado), y que fue citada en el primer cómic de los doce que componen “Watchmen”.
Personalmente, la considero la mejor película basada en una obra de Alan Moore (tampoco era complicado) y la mejor cinta cinematográfica de superhéroes (si consideramos que “Watchmen” es un tebeo de superhéroes).
Si queréis leer más de la película, aquí tenéis la crítica disponible.
12. Una pequeña anécdota propia

Todos tenemos alguna historia que contar sobre nuestros cómics. Puede que os suene raro y más de mí que no suelo hablar de esto, pero esta historia es cuanto menos curiosa (al menos para mí).
No fuera sólo por ahorrar 35€ estando en 4º de la ESO para hacerme con Watchmen… O releerlo una y otra vez. También están mis intentos de convertirme en discípulo de Alan Moore intentando captar su estilo.
Es algo más… ¿Extraño? Sí, podríamos llamarlo así…
 La anécdota es que ordenando mi habitación una vez (labor titánica donde las haya), se me cayó el Watchmen en la cabeza. No me reventó los sesos, hubo suerte. Espero que me pegase un poco el genio de Moore, Gibbons y Higgins.
“Se me cayó el Watchmen en la cabeza”, me parece una frase perfecta para empezar una biografía literaria. Y lo mejor es que es cierta.
En definitiva, Watchmen no tiene fin, siempre continúa, resultando una obra imperecedera, en la que lo importante no es vigilar a los vigilantes, sino vivir con ellos una de las historias más grandes jamás contadas. Sin duda, para despedirnos, dar las gracias a Alan Moore, Dave Gibbons y todos los que hicieron posible Watchmen. Gracias por recordarnos que Marte nos sonríe más allá de una Tierra siempre al borde del fin.


“Lo dejo enteramente en tus manos”-
HÉCTOR GODFREY a SEYMOUR
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