Críticas de libros: Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (1953)

En un futuro no muy lejano, en un futuro que podría ser mañana, Montag es parte de una brigada de bomberos cuyo trabajo consiste en quemar libros y perseguir a sus dueños. ¿Por qué? Porque los libros sólo consiguen que la sociedad se preocupe y no sea feliz. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando dejas de preguntarte el “para qué” y te preguntas el “por qué”? ¿Qué pasa cuando te das cuenta de lo que estás haciendo y de que los seres humanos han dejado de serlo, renegados a simples sacos de carne y hueso enganchadas a la televisión y el entretenimiento descerebrado?
Críticas de libros:
“Fahrenheit 451” de Ray Bradbury
Fragmento de la portada de esta obra de valor indiscutible. Fuente.

Editorial: Debolsillo.
Páginas: 175 aproximadamente.
Precio: 6,95 €
Género: Distopía, ciencia-ficción, crítica social.
Año: 1953.

“FAHRENHEIT 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde”
INTRODUCCIÓN.
En un futuro no muy lejano, Montag es parte de una brigada de bomberos cuyo trabajo consiste en quemar libros y perseguir a sus dueños. ¿Por qué? Porque los libros sólo consiguen que la sociedad se preocupe y no sea feliz, algo que el gobierno busca ante todo porque ¿no es más fácil gobernar al contento e ignorante que al furioso y sabio? Sin embargo, ¿qué ocurre cuando dejas de preguntarte el “para qué” y te preguntas el “por qué”? ¿Qué sucede cuando te das cuenta de lo que estás haciendo y lo que supone para todos, para ti en primer lugar? ¿De que sirven los seres humanos que han dejado de serlo, renegados a simples sacos de carne y hueso, enganchados al opio de la televisión y el entretenimiento descerebrado, y cuál es tu culpa en esto? Esas preguntas rodean a Montag y le cambiarán para siempre, al lector de su historia también. 

Fahrenheit 451 es una novela excepcional sobre el ser humano, la cultura, la sociedad y los libros, y su lado más oscuro: el rechazo, la mezquindad, el conformismo, la pérdida de la capacidad de pensar por uno mismo, la carencia de rebeldía. Temas que deberíamos tocar desde que estamos en una escuela, porque, sin duda, esta es una de esas novelas que hay que leer desde jóvenes para convertirnos en personas que cuestionemos nuestra sociedad y no aceptemos cualquier cosa. No se preocupe tampoco si aún no lo ha leído, en cualquier momento este libro está dispuesto a descubrirles un mundo nuevo, porque es una gran joya que todo el mundo debería leer antes de morir, más aún si alguna vez usted ha sentido amor por los libros o, qué demonios, por la vida misma. 

Después de que leyese Fahrenheit 451, allá por 2011, estuve una hora o algo más extrayendo las citas imborrables que me regaló Ray Bradbury con su novela. Página tras página, el lector se topa con grandes frases y una manera de narrar que hace del estadounidense una de esos eternos diamantes por descubrir. En Bradbury hallamos una visión poética y lúgubre sobre nuestro mañana, pero, a medida que pasa el tiempo y vemos nuestra sociedad, cada vez más aletargada por el entretenimiento y menos activa por el pensamiento propio, ¿no sentimos que ese futuro que Bradbury nos describió en Fahrenheit 451 es cada vez más real? Bradbury nos describe nuestra sociedad simplista, donde los pilares básicos de la educación se olvidan y se tiende a buscar lo fácil, el uso práctico ante todo. Este ejemplo queda claro con lo que dice el personaje de Beatty: “Los años de Universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorados. La vida es inmediata, el empleo cuenta, el place lo domina todo después del trabajo. ¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas”. El“pan y circo” hasta el extremismo. Las drogas y diversiones están permitidas, la juventud puede matar con tal de pasarlo bien, todo porque la gente sea feliz y no necesite pensar. Por eso, los libros son quemados, porque hacen que pienses y si piensas no eres feliz. 

Fragmento de una de las portadas del clásico. Fuente.
Por tanto, el Estado quiere hacernos corderos dóciles y alegres que acudan con sus saltos al matadero. Lo que más me gustó de todo esto es que Radbury no usaba la técnica más fácil: el Estado prohibió los libros de repente, no, en la novela, la sociedad rechazó los libros, los dejó de comprar, de leer, de crear… Los convirtió en algo inútil y los olvidó. Acaso, ¿no es lo que ocurre ahora? Quizás Fahrenheit 451 es menospreciada por muchos “críticos serios” porque, aparentemente, es ciencia-ficción. Salvando algunas cosas como los coches futuristas, la televisión que ocupa cuatro paredes o el Sabueso (la máquina que persigue a aquellos que poseen libros), Fahrenheit 451 ya no es una advertencia, es el ahora. Vivimos en esa sociedad conformista y enferma, donde los libros y la cultura son menospreciadas, un infierno del que no nos damos cuenta. Ya quemamos nuestros libros, a veces no físicamente, sino cuando se les da la espalda. Aún así, siendo ciencia-ficción, no es un género que deba ser menospreciado porque posee auténticas grandes historias como esta distopía que nos hace reflexionar sobre nuestra propia naturaleza.

Cuando leemos la vida de este bombero atormentado, sabemos que estamos ante una obra inspiradora, no solo por su riqueza verbal (a veces entendida como complicada o barroca para algunos, no para un servidor), sino también por toda su fuerza temática. Fahrenheit 451 está plagada de dilemas filosóficos que son muy importantes recordar de vez en cuando y más con la claridad (que no con la simpleza) del poético estilo del autor de Crónicas marcianas, una manera de escribir que es, simplemente, conmovedora. Ya en el libro El zen en el arte de escribir, Bradbury nos contaba varios de sus secretos que aplicaba en libros como este o en El hombre ilustrado.

Por toda esta exploración del ser humano, uno no puede impedir sentir empatía por el dubitativo Montag, que despierta del conformismo donde es “feliz” hasta la realidad más dura y terrible. Lo mismo acontece con personajes como Faber, que se tortura por no haber hecho algo para impedir lo ocurrido, la dulce Clarisse con la que simpatizamos desde su aparición, Granger, ese hombre que habita lejos de la ciudad, el maquiavélico jefe Beatty o la fría Mildred. Estupendos seres de papel en los que podemos creer, porque podemos sentir vivos. Nadie es bueno o malo porque el escritor lo haya decidido, son seres reales atrapadas en las páginas de un libro.

¿Y qué decir del desenlace? El final es amargo, triste, sí, pero posee esperanza. Hay una oportunidad para un nuevo comienzo, para un futuro que pueda ser mejor. Al final, Bradbury nos deja la oportunidad de que sean los personajes y los lectores los que creemos un mundo mejor o lo condenemos a la mayor de las tragedias. Me atrevería a decir que el escritor Alan Moore la tomó como uno de sus principios para uno de sus cómics más célebres: V de Vendetta, junto a David Lloyd. Hasta me atrevería a decir, y cuidado con el posible spoiler, que el desenlace de evoca ligeramente al final de Fahrenheit 451.

Una novela creíble, compleja, reflejo de una época y una sociedad en la que vivimos (si es que el sino humano no es sufrir siempre esta decadencia). Fahrenheit 451 es una novela que te puede cambiar la vida. A mí me la cambió en su día y no lo lamento.

“Cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío— decía mi abuelo—, algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremos olvidado lo terrible y real que puede ser”.
GRANGER.

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