15/08/2011
Él estaba haciendo garabatos cuando, entre bostezos, miró por la ventana. La montaña más cercana era un cúmulo negro agregado sobre un mar de sombras de estrechas calles, llenas de tierra, con breves farolas que dividían los reinos de la noche. Alzando la mirada, se fijó que, en el cielo, había una parpadeante luz rojiza.
—Qué bonita estrella roja —pensó.
No muy lejos, el francotirador apagó la luz de su rifle y tuvo a tiro a aquel tipo.
La moraleja es… Cuidado con las estrellas manchadas de sangre, porque salpican.