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La asamblea de monstruos se encontraba consternada, asustada.
La Momia se secaba sus lágrimas con sus propios vendajes. En sus siglos de existencia no había visto nunca nada así. Era peor que los saqueadores.
El hombre lobo aullaba como un perro triste. Si hubierais visto lo que él había visto, os pasaría lo mismo. Os lo aseguro.
El monstruo de Victor Frankenstein sentía que sus tuercas se iban a oxidar con tanto llanto. Las lágrimas, por cierto, venían de serie. Cosas de estar hecho de cadáveres.
El típico asesino en serie dejó caer su guante de cuchilla, su motosierra y su machete para poner cara de horror y gritar como una de sus víctimas.
La bruja mantuvo temblorosa su bola de cristal. Ni siquiera durante los tiempos de fuego y persecución del pasado se sintió así.
El jefe de la asamblea, el conde vampiro sólo pudo decir:
—Última vez que se os ocurre encender esa caja tonta en una reunión, ¿entendido?
¿Qué estaban viendo?
¿Informativos o programas del corazón?
Te lo dejo a tu elección... entre otras cosas que tú decides.
Si lo piensas, sé sincero, ¿no sientes miedo?