Bitelchús Bitelchús: dejen que los muertos descansen en paz

Hay regresos esperados, regresos innecesarios y luego está Bitelchús 2, la secuela tardía con la que Tim Burton ha decidido jugar peligrosamente con nuestra nostalgia y nuestros bolsillos. 

Más de treinta años después del film original, el director (que lleva un par de años en decadencia) parece haberse olvidado no solo del sentido común, sino también de cualquier atisbo de querer ocultar que participa en cualquier proyecto que le dé dinero sin más.

Burton, Burton, Burton

Siendo honestos: sufrir ver Bitelchús Bitelchús es como ver uno de esos sketches donde actores retoman viejos papeles para hacer la gracia en un spot de la SuperBowl o cualquier americanada similar, solo que dura demasiado y no te ríes, sino que más bien te da ganas de llorar. Primero, porque la historia parece un corta y pega que te restriega todo el rato lo de la muerte del padre (cuando uno sabe por qué no está el actor presente... es todavía más turbio); lo segundo, porque las diferentes subtramas no encajan y las resoluciones son pobres, muy pobres, como si Burton estuviese tocando su reloj y diciendo: «gente, me voy ya a casa, que mi turno se ha acabado».

Alfred Gough y Miles Millar, los guionistas, nos engañaron con Miércoles (Wednesday), su anterior colaboración con Tim Burton o, mejor dicho, Tim Burton les engañó a ellos. Tras el rodaje del reboot de los personajes de La Familia Addams, Burton les pidió que reescribieran el guion que el inútil de Seth Grahame-Smith llevaba «escribiendo» desde 2012. Recordemos que este tipo estuvo tras Abraham Lincoln cazavampiros (en fin...) y peor, tras Dark Shadows, la película que marcó el clarísimo declive del director de Edward Scissorhands. Pero si algo nos enseña la vida es que ninguna mentira dura para siempre...

No es un secreto: desde hace años, con películas tan mediocres como Dumbo, tengo la sensación de que Burton firma por cualquier obra donde le ofrezcan el suficiente dinero. Es un mercenario. Los estudios ya no lo contratan por su calidad, sino porque saben que su nombre atrae al público, aunque lleve años de capa caída. Para ello, Burton usa el estilo más anodino posible que intenta adornar contando con un equipo de producción que decora sus películas como si fueran una casa por Halloween... pero la casa está vacía y toda película de Burton lleva siendo un cascarón sin alma desde hace años.

Esta película es un fake. No existe. Son los padres.

¿Era necesaria una secuela?

Es difícil decidir con qué tiene menos vergüenza el director en esta ocasión: si con esos chistes bochornosos sobre el archivo PDF que es el actor que interpretaba al padre de Lydia (Jeffrey Jones, ausente por razones más que evidentes), la descarada reutilización de la icónica banda sonora de Carrie (Danny Elfman es otro pedazo de caradura), ese sonrojante guiño a Dallas que hace que hasta la telenovela más infame parezca Shakespeare o la sensación de que la película se hizo mezclando varios guiones a los que no se les hizo un último repaso antes de llevarlo a la gran pantalla.

Lo mejor es recuperar a Michael Keaton, que regresa bajo las capas de maquillaje y mugre como nuestro bioexorcista favorito, pero incluso él parece cansado de esta broma demasiado alargada: no esperaba que Bitelchús tuviese corazoncito. Y el humor negro que hay en cuanto al origen de su personaje... es cuanto menos cuestionable. Keaton, como en el caso de aquella bazofia que fue Flash, mantiene algo de carisma, pero aquí solo funciona por inercia; al menos cobra sentido que Bitelchús luzca tan muerto por dentro como por fuera.

Burton también recupera a Winona Ryder como Lydia (es eso o hacer otra de Stranger Things), acompañada por una Jenna Ortega que parece obligada por contrato a hacer siempre de adolescente "alternativa", aunque aquí la pobre apenas puede sostener la trama. 

También se le añade al reparto Monica Bellucci, con un personaje que parece que iba a ser la gran antagonista y cuyo desenlace es tan apresurado como ver cómo este film se hunde a cada minuto en un pantano, Willem Dafoe que no sé, parece que él se lo pasa bien y Justin Theroux, que mejor que se quede en las labores de guion de otras cosas que haciendo el ridículo en estas. Sobre los cameos de Danny DeVito o Burn Gorman pues... vale, espero que cobrasen bien.

Copia y pega

El humor es uno de los principales problemas de una comedia negra que debería tenerlo como punto fuerte. En el film original era atrevido y fresco, aquí se reduce a un conjunto de ocurrencias forzadas que provocan más bostezos que risas y donde se pierde cualquier atisbo de mala leche. Cuando el guion no está copiando descaradamente sus propios chistes antiguos, intenta sin éxito subirse al carro de la modernidad con referencias torpes que probablemente pasarán de moda antes de terminar la película o algunas que ya huelen a un armario que lleva demasiado tiempo cerrado (ese «debería haberme casado en Las Vegas» parece escrito por un señoro de ochenta tacos con un puro en la mano).

Pero, por mucho que nos quejemos, esta secuela ha funcionado a nivel de taquilla y Warner (que está perdidísima ha anunciado una tercera parte que justificarán bajo la tontería de que a Bitelchús se le invoca diciendo tres veces su nombre). Personalmente, aguardo que tomen aquella idea de Bitelchús va a Hawai de la que hablaba el pelma de Kevin Smith cuando todavía no era tan pelma y se burlaba de la deriva del director de Sleepy Hollow. ¿Por qué deseo esto? Porque ya que tenemos que morir, muramos de la forma más estruendosa y lamentable posible.

Al final, esta secuela no es más que otro síntoma del desgaste creativo del director, quien alguna vez nos sorprendió con mundos extraños y personajes inolvidables. Aquí, en cambio, todo parece sacado directamente de la papelera de reciclaje. Gracias, Tim, por recordarnos que algunas cosas deberían quedarse enterradas.

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