![]() |
Marte y Bradbury han quedado siempre marcados en el pensamiento colectivo gracias a la fuerza del autor estadounidense. Imagen libre de derechos. |
A veces, leer un libro de un autor que ya has descubierto en el pasado es como reencontrarse con un viejo amigo.
Esta semana, gracias a uno de mis asaltos a la biblioteca, pude sacar dos obras de Ray Bradbury que llevan tiempo descatalogadas o perdidas entre los mares editoriales de un país donde es más importante la moda que reivindicar a genios como el autor de Fahrenheit 451. Dichas novelas fueron De la ceniza volverás y El árbol de la brujas.
Leí por primera vez a Bradbury en 2011 con Fahrenheit 451 y me propuse seguir con su obra cada año. En 2012 leí Crónicas marcianas. En 2013, El zen en el arte de escribir. En 2014, El Hombre Ilustrado. Estos últimos años no he podido continuar la tradición, pero ya me he puesto a solventar este tema con las dos lecturas que os comentaba y que me devuelven ese sentimiento de fascinación, ensueño y maravilla que me aporta siempre la literatura del estadounidense.
Leer a Bradbury para mí es hallar la calidez de un autor que siempre ha significado mucho para mí por su capacidad para abrazar el genio, la prosa más hermosa (llena de poesía, irónicamente) y tocar a la humanidad como pocos son capaces a través de la fantasía, el terror y la magia.
Hoy, leer para muchos es una obligación atroz o una mera elección sin valor alguno. Opino que aquellos que hemos encontrado abrigo entre las páginas, llevados por la pasión del letraherido, hallamos muchas veces en esta obras la humanidad que nos hace pensar que conocemos a ese escritor, aunque nunca hayamos estado ante él. Nunca conocí a Bradbury en persona, pero siento que bien podría hacerme una imagen de cómo era a través de sus escritos, por mucho que intentemos alejar la creación del creador.
Me guardo las críticas de ambos volúmenes para octubre, ese mes que seguramente adoraba Bradbury por lo que denotamos en De la ceniza volverás, pero no podía dejar escapar la oportunidad para reflexionar sobre el valor de esos escritores que nos acompañan toda nuestra vida.
Bradbury no es el único escritor que me acompaña, pero es por el que inicié este texto. A él añadiría a Neil Gaiman, Alan Moore, Stephen King y tantos otros con los que suelo reencontrarme cada cierto tiempo.
Nace, por tanto, de este periplo entre páginas mi más sincero deseo de dar las gracias a todos esos escritores que nunca nos abandonan, porque nos dan docenas de vidas en nuestros días contados y ese regalo lo vale todo.
¿Y tú qué piensas? ¿A qué autor darías las gracias por estar ahí?