Los latidos del corazón de un perro

Una de las criaturas que más me ha soportado.
El poeta lord Byron escribió este epitafio sobre su perro:
“Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad,  
fuerte sin insolencia, 
valiente sin ferocidad, 
y tuvo todas las virtudes del hombre 
y ninguno de sus defectos”.      
Hay palabras y mensajes que se aprecian, pero que hasta que no los vives, no los acabas de comprender. La semana pasada, justo hace hoy siete días, nos dejaba la mascota de mi familia, Perry, una perra de dieciséis años que nos había acompañado desde que yo era un crío de ocho años. Dieciséis años es una cifra bastante extensa para un perro, pero eso no es ningún consuelo. Nos queda recordarla esperando a que alguien viniese a casa, ladrando para que le diera algo del almuerzo, olisqueando detrás de la puerta para saber cuándo tendría su lata de carne, subiéndose a la cama para dormir, haciendo caso solo a mi padre cuando le pedía que hiciera algo, ignorando al resto de los perros cuando salíamos a la calle porque ella era de otra alcurnia…

A lo largo de mi vida he tenido gatos, una tortuga y a este perro. Si algo he aprendido es que los animales nos ayudan a comprender sentimientos como la lealtad, la bondad, la generosidad y el cariño, y evolucionan con nosotros, mostrándonos el valor de lo que es una vida a pequeña escala, pero gran impacto. Crecer es pasar por estos sucesos.

Tras que falleciera, pensé que la siguiente vez que viese a un perro me apenaría al acordarme de ella. No fue así. Cuando vi a un perro paseando a su dueño (sí, esto es así), sentí todo lo contrario a la pena: me alegré y sonreí, porque la recordé y recordé todo lo que había sido. Ese es el gran acto de bondad de los animales: su capacidad para enseñarnos que no estamos solos y que su cariño sigue después de que se marchen.

El escritor Neil Gaiman dijo sobre su perro Cabal: “Estoy tan contento de haberlo conocido. Estoy tan feliz de que nos hayamos encontrado. Ojalá los perros vivieran más tiempo”.

Neil Gaiman tiene razón.

Lord Byron tiene razón.

Y todos los que conocen el afecto de un animal y lo aprecian tienen razón.

Estas son las historias que nos contamos sobre la muerte para seguir vivos.

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