
Rick Remender vuelve a hacer de las suyas, y no, no estamos hablando de revivir el punk rock en un aula repleta de adolescentes asesinos como en la maravillosa Clase Letal. Esta vez se lanza a un mundo de dioses, sacrificios y tragedias inevitables en Los Sacrificadores, una serie que mezcla fantasía oscura con un mensaje claro: si te piden que te sacrifiques, corre.
El fantástico según Remender
Cuando me lancé a leer esta nueva serie, no sabía qué esperar exactamente. Ya sabéis, Remender es capaz de pasarte de una escuela de asesinos a un mundo donde los dioses son básicamente vampiros emocionales (y físicos), pero aquí ha decidido que, en lugar de música punk, lo que va a reinar es el silencio aterrador que antecede y sigue al sacrificio. Y sí, porque en este mundo, los dioses no se andan con tonterías: literalmente, necesitan tu alma. Ya está, nada de ofrendas simbólicas o rezos piadosos, no. Aquí el sacrificio es, digamos, un poco más práctico (al estilo de la fe de American Gods de Neil Gaiman: los dioses se alimentan de tu capacidad de creer en ellos).
El punto de partida parece básico: la vida en paralelo de un niño destinado al sacrificio y una hija rebelde de los dioses Sol y Luna que no está muy convencida de que el rollo este de matar gente en su nombre sea la mejor idea del mundo. La verdad, no puedo culparla. En serio, en este cómic la idea de “los dioses siempre saben lo que hacen” se desmonta rápido. ¿Y quién los culpa? Quiero decir, estamos hablando de deidades que necesitan nutrirse de sacrificios humanos para mantener su poder, lo cual te deja pensando si este mundo, en realidad, no es más que un gran buffet libre para dioses con hambre…
El segundo volumen de Los sacrificadores, publicado a principios de 2025, no logra cumplir las grandes expectativas creadas por la primera entrega. La brevedad del tomo, que apenas da para una hora de lectura, provoca que la historia apenas deje huella, transmitiendo la incómoda sensación de una narrativa precipitada que evoca a ese Mark Millar que hace bocetos de cómics para luego venderlos a Netflix para que le hagan una serie que le dé dinero.
A pesar de que el protagonista obtenga una impresionante armadura y un arma destinada a asesinar dioses, y aunque la joven hija del panteón creado por Remender continúe su desesperada lucha por sobrevivir tras los dramáticos eventos iniciales, el relato no termina de alzar el vuelo y eso que, hacia el final, hay una conexión que, aunque extrañamente conveniente, me llama la atención lo suficiente como para leer el tercer volumen.
Sobre la trama, parece haberse agotado rápidamente, dejando en evidencia que quizás la idea original no tiene suficiente fuerza o complejidad para extenderse en una serie larga, como sí ha ocurrido con otros títulos notables del autor. A menos que Remender consiga introducir nuevos personajes atractivos o dotar a los ya existentes de un carisma más marcado, es probable que Los sacrificadores termine siendo recordada como una obra menor en la bibliografía del escritor.
Por desgracia, el segundo volumen es un paso atrás en la obra.
El arte de Fiumara
Ah, pero Los Sacrificadores no se queda solo en la premisa. El arte de Max Fiumara es… bueno, digamos que si te gusta lo que hizo con Hellboy, aquí vas a estar como en casa. Fiumara es capaz de crear criaturas divinas tan extrañas y perturbadoras que no sabes si son realmente dioses o si alguien dejó una puerta dimensional abierta. Y luego están los sacrificados, claro, esos personajes que recuerdan a animalillos antropomórficos que, aunque sabes que probablemente no lleguen vivos al final del cómic, te importan lo suficiente como para que su destino sea un pequeño puñetazo al corazón. Porque, seamos sinceros, si un niño está destinado a morir para que un dios tenga su snack del día… bueno, ahí es cuando empiezas a preguntarte por qué sigues leyendo cómics oscuros y no comedias ligeras.
Pero Remender hace que valga la pena. Vaya si lo hace. Al igual que en Clase Letal, lo que más destaca no es la trama, aunque la historia esté repleta de giros interesantes y tragedias inminentes. Lo que realmente te engancha son los personajes. Cada uno de ellos tiene sus propios conflictos internos, y aunque podrías pensar que el chico destinado al sacrificio y la diosa rebelde no tienen mucho en común, Remender encuentra la manera de hacer que te preocupes por ambos. La empatía que consigue generar hacia estos personajes es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la obra. Y ojo, que esto no es fácil en un mundo donde todos están, literalmente, en peligro de muerte.
Conclusiones
Quizás lo que más me gusta de Los Sacrificadores es cómo combina lo épico con lo íntimo. Por un lado, tienes esta historia a gran escala de un panteón de dioses con hambre de poder (y de sacrificios), pero por otro, Remender consigue que nunca te olvides de lo más humano: el miedo, la rebelión, el deseo de cambiar un destino impuesto por otros. Es como si Remender nos estuviera diciendo: «Sí, esto es fantasía, pero ¿te has parado a pensar en cuánto se parece a la realidad?». Porque, al fin y al cabo, ¿cuántas veces los que están en el poder se alimentan, metafóricamente hablando, de aquellos que están por debajo?
Así que, si te gustan las historias de fantasía que no se andan con rodeos y que, además, te dejan pensando en lo complicado que puede ser el destino (y los dioses), Los Sacrificadores es definitivamente para ti. Rick Remender y Max Fiumara han creado una obra que no solo es visualmente impresionante, sino también narrativamente rica, con personajes que no puedes evitar querer salvar, aunque sepas que probablemente no tengan tanta suerte.
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