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Conan o un supermodelo de los '90. |
«Es milagroso que hayáis podido cruzar la niebla y salir vivos de la alfombra de Yimsha, pero aquí se acaban los milagros. Tenéis un corazón valiente, Kerim Shah. Admiro eso. Lo envidio. Lo deseo. Así que... te lo arrancaré».
Si Clavos rojos es la obra más visceral de Robert E. Howard, El pueblo del Círculo Negro es su ejercicio de intriga y magia más elaborado.
Publicado en Weird Tales en 1934, este relato nos presenta a Conan en su versión de líder tribal, rudo como siempre, pero atrapado en una historia que bien podría ser un cruce entre una novela de aventuras clásica y un thriller de conspiraciones, aunque medievales, con mucha magia de por medio.
Ahora, Planeta Cómic nos trae una nueva adaptación de este clásico, con guion de Sylvain Runberg y arte de Park Jae Kwang. ¿Vale la pena? Bueno, eso depende de qué tan purista seas con la imagen que tienes del Cimmerio.
Un Conan con turbante y muchas palabras
La historia nos sitúa en Vendhia, un país inspirado en la India feudal, donde la Devi Yasmina busca venganza tras la muerte de su hermano a manos de los hechiceros de Yimsha. Por su parte, Conan lidera una tribu de montañeses y, como es habitual en él, no tiene planes de meterse en política… hasta que secuestra a la Devi para negociar la liberación de sus hombres. Lo que sigue es un cóctel de traiciones, persecuciones, magia negra y, por supuesto, combates donde Conan hace lo que mejor sabe hacer: aplastar cráneos y desafiar a hechiceros.
Hasta aquí, todo bien. La historia es sólida y mantiene el espíritu de Howard. Pero la adaptación de Runberg toma un camino peligroso: el exceso de palabras. El cómic tiene viñetas donde los personajes y el narrador hablan más que en una cena de Navidad con la familia. Hay tanto texto que a veces parece que el guionista no confía en el arte para contar la historia. Y eso nos lleva al siguiente punto.
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No te hagas enemigo de un hechicero de nivel 20. |
Un Conan más joven, pero menos icónico
El artista surcoreano Park Jae Kwang se desmarca del clásico Conan de Frank Frazetta o Barry Windsor-Smith (palabras mayores ambos) y nos presenta una versión más joven, casi arrogante, con una estética que recuerda a los cómics de superhéroes de los ’90. No es que sea un mal diseño, pero para muchos seguidores de Conan, su aspecto aquí puede resultar demasiado limpio, demasiado refinado para el salvaje bárbaro al que estamos acostumbrados.
Visualmente, el cómic tiene momentos interesantes, como el uso de bocetos agresivos en las secuencias de acción (aunque no logre el nivel ni por asomo de Tomás Giorello), pero la atmósfera a veces se pierde. El pueblo del Círculo Negro debería ser una obra opresiva (e incluso terrorífica), con templos oscuros y magos siniestros, pero el estilo gráfico no siempre logra transmitir esa sensación de amenaza. Se nota la intención de darle un aire moderno, pero no logra lo que se propone.
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Nueva adaptación del bueno de Conan. |
Los eternos debates sobre Conan
Si hay algo que siempre acompaña a Conan, aparte de su espada, es la polémica. Las historias de Howard han sido analizadas hasta el cansancio desde una perspectiva contemporánea, y El pueblo del Círculo Negro no es la excepción.
¿Es una fantasía de poder masculina? Claro, como todas las historias de Conan. Un tipo hipermusculado que se enfrenta a reyes, brujos y ejércitos enteros con una espada y una actitud de “nadie me da órdenes”. Es parte del encanto pulp de la saga, pero también algo que puede generar rechazo en lectores más modernos. La pregunta es: ¿cuántas obras son fantasías de poder? ¿Qué es, en realidad, aquello que llamamos «fantasía de poder»? ¿Tener a un protagonista fuerte con el que se pueda identificar el lector? ¿Es esto malo porque sí?
Otro aspecto problemático es la misoginia. Aquí entramos en terreno pantanoso. Yasmina no es precisamente una damisela en apuros (más bien es terca y tiene carácter), pero al final sigue el patrón clásico de las mujeres en las historias de Conan: fascinadas por el bárbaro, aunque lo odien al principio. Un poco lo que ocurre con otro bárbaro llamado Bond, James Bond, por ejemplo.
Un tema también delicado es el racismo y el exotismo. Vendhia es básicamente la India vista desde la perspectiva de un escritor de los años 30: reinos místicos, cultos oscuros, hechiceros siniestros… Y aparte de clichés y estereotipos, Robert E. Howard tampoco se volvió muy loco a la hora de ponerle otro nombre a los lugares donde transcurre la obra. Es parte del tono pulp, pero sí, puede sentirse anticuado para algunos lectores.
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Conan haciendo amigos. |
Conclusiones
Dicho esto, El pueblo del Círculo Negro es exactamente lo que promete: una historia de acción y magia sin pretensiones filosóficas. No pretende ser una reflexión sobre la política colonial ni un ensayo sobre roles de género, es simplemente Conan siendo Conan.
En definitiva, ¿merece la pena? Si eres fan del Cimmerio y quieres ver cómo se adapta uno de sus relatos más emblemáticos, este cómic es una opción interesante. La fidelidad al texto original es un punto a favor, pero el exceso de diálogo y un arte que puede no convencer a todos juegan en su contra. Paradójicamente, para quienes buscan la esencia más pura de Conan, esta adaptación puede sentirse un poco descafeinada.
Para quienes disfrutan de reinterpretaciones más modernas, puede ser una oportunidad de ver al personaje con otros ojos. Al final, El pueblo del Círculo Negro sigue siendo una historia entretenida de espadas y hechicería, y aunque esta versión tenga sus altibajos, el espíritu aventurero de Howard sigue latiendo, con sus más y sus menos, en sus páginas.
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