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Auri, personaje de las historias de Rothfuss, según Marc Simonetti. Fuente. |
"Lo más probable era que Graham no hiciera ningún otro comentario sobre la muerte de un hombre al que había conocido toda la vida. Aquella gente lo sabía todo de la muerte. Sacrificaban ellos mismos sus animales. Morían de fiebres, de caídas o de fracturas que se complicaban. La muerte era como un vecino desagradable: no hablabas de él por temor a que te oyera y decidiera pasar a hacerte una visita.
Excepto en las historias, por supuesto. Los relatos de reyes envenenados, de duelos y guerras antiguas no causaban ningún problema; vestían a la muerte con ropajes exóticos y la alejaban de tu puerta. El crup o una chimenea que se incendiaba podían resultar aterradores; el juicio de Gibea o el asedio de Enfast, en cambio, eran diferentes. Las historias eran como oraciones, como conjuros musitados a altas horas de la noche cuando caminabas solo en la oscuridad. Eran como amuletos de medio penique que le comprabas a un mercachifle por lo que pudiera pasar".
PATRICK ROTHFUSS,
El temor de un hombre sabio.
Ya sabéis lo que pienso de El nombre del viento (una historia bien contada con un final anticlimático) y de algunos comentarios de Patrick Rothfuss (es lo malo de que te creas tu propio personaje), pero como recuerdo con cariño la lectura de la primera parte, estoy intentando leerme ahora la segunda, El temor de un hombre sabio.
Si de algo es capaz Rothfuss es de hacer algunos buenos fragmentos como el que recojo en esta cita que he querido compartir con todos vosotros. La muerte en las historias, a veces, es diferente a la muerte en la realidad, incluso cuando hablamos de ella y es que las historias albergan secretos en los cuales confiamos.
Y como seguiremos muriendo, sigamos leyendo y contando historias.