Era una cuestión de tiempo.
El superhombre pensó: “¿Por qué he de defender al débil y desvalido cuando puedo gobernarle? Y si he de gobernarlo, ¿por qué habré de sufrir por su destino cuando soy superior a él? ¿No estoy perdiendo el tiempo que podría usar para crear un nuevo mundo de dioses?”.
Acto seguido, hundió su mazo en el cráneo del hombre de las cavernas que protegía. El homo sapiens, el superhombre, se sintió entonces superior.
Fue sólo hasta que todos fueron iguales. Ya llegaría un nuevo homo superior. Era una cuestión de tiempo.