Doctor Who: Thin Ice, la fragilidad de la frialdad

Doctor Who: Thin Ice y uno de sus momentos más impactantes. Fuente.

La semana pasada vi Thin Ice, el tercer capítulo de la décima temporada de Doctor Who, que transcurre en el Londres más clásico, bajo un invierno atroz y donde una criatura horrenda vive encarcelada en las profundidades del Támesis.

Thin Ice no ha sido uno de esos capítulos de los que estaré hablando durante eras (y en él hay ideas que ya han sido tocadas en el Doctor, cosa que no es difícil en una serie con cincuenta años); sin embargo, la moraleja sobre la explotación al más débil y el lado sombrío de un imperio es algo que me ha interesado bastante, pese a su frialdad y su carencia de algo más de fuerza.

A esta idea sobre la esclavitud y el trato a los niños se agrega la exploración que se hace del personaje del Doctor, un antihéroe dañado por su pasado y cuya filosofía parece que es seguir adelante, incluso cuando ha cometido actos como destruir o matar. Todos los seguidores sabemos que no es perfecto, pero el precio de sus actos es, a veces, muy cuestionable.

Lo bueno de Bill, la nueva compañera, es que cuestiona al Doctor y su actitud. Bill tiene que comprender a un ser con miles de años y una forma de ser bastante compleja, incluso cuando rompe promesas o deja morir a otros. No es sencillo el hecho de hacerse amigo de un Señor del Tiempo que no siempre ha logrado estar a la altura.

No obstante, no me ha terminado de gustar esa impresión que da de que al Doctor de Capaldi le importa más salvar su destornillador sónico que otra cosa, ¿quizás tiene algo que ver con esa caja fuerte, estilo Pandorica, que parece estar guardando algo que atemoriza al propio Nardole?

Volviendo a ese tema, el hilo conductor de esta temporada parece guardarse todavía entre cuatro paredes y las piezas son demasiado pequeñas o me generan pocas expectativas, salvo que ya estoy cruzando los dedos por volver a ver a Missy y al The Master, ya sea a través de esa prisión o lo que sea.

En conclusión, Thin Ice es uno de esos episodios de transición que aportan alguna idea interesante, pero que no me han dejado boquiabierto, por mucho que Peter Capaldi sea uno de mis Doctores favoritos y pueda hacer un discurso normal algo genial gracias a su interpretación. Ya estoy mirando hacia delante con Knock, knock, el cuarto capítulo.

Antes de cerrar este comentario que son solo mis impresiones (nada más), no quiero caer en el pesimismo, pero esperar al próximo capítulo solo para ver uno que realmente me enloquezca es como esperar una escena tras los créditos o una esperanza de que todo mejorará que bien podría ser cumplida o no. No disfruto del ahora, aunque quiera. Y el Doctor, aunque suele cumplir, también tiene una regla... y es que miente. Cruzo los dedos.

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