¿Cuál es el precio de la magia? Fuente. |
Ya falta poco para el
desenlace de la primera temporada de The Magicians y, como veis, ha sido un
viaje en el que me ha encantado participar. Es la primera vez que comento una
serie semana a semana en el blog (antaño comenté Doctor Who en otra web, pero...) y me ha gustado bastante esta experiencia (¿para qué mentir?). He podido compartir
mis opiniones con vosotros (también mis divagaciones y mis constantes paréntesis) y hablar sobre algo que me gusta. Esta semana, con el episodio Remedial Battle Magic, no iba
a ser menos, pero, irónicamente, me separo de la trama principal (donde los personajes intentan aprender magia de combate para enfrentarse a la Bestia) para centrarme
en otra: la de Julia y su búsqueda de los dioses.
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Julia, la otra protagonista de The Magicians. Fuente. |
El personaje de Julia
ha ido evolucionando, resultando ser más complejo de lo que parecía a simple vista. Como sabéis, me encantan los personajes así. Julia, desde parecer una doña perfecta que había olvidado el
encanto de las novelas de Fillory, hasta descubrir que existía la magia y que se
le negase su entrada a la escuela de magia ha ido evolucionando de un modo constante. A través de ella, descubrimos cómo
algunas personas se enganchan a la magia como si fuese droga (me encanta esa idea), vagando por el
mundo (y submundo) y uniéndose a clanes de hechiceros donde aprender magia de una forma
sórdida y oscura. Sus errores y su ambición la han conducido a traicionar a su antiguo amigo Q y a enfrentarse a la gran perra de la ciudad que es la
hechicera Marina. En su caída, también ha recurrido incluso al sexo para conseguir algún
conjuro más y ha besado las cenizas que han quedado de su alma y su dignidad.
En el tercio final,
una vez rota tras la muerte de una breve mentora, Julia ha descubierto que
existe un grupo de magos que busca un gran proyecto: viajar atrás en el tiempo
y evitar todos los males que les han dañado: la muerte de seres queridos, el
cáncer… Y para conseguir tal meta, deben buscar la fuerza de una diosa o un
dios que consiga que la magia fluya a través de ellos como un torrente sin
límites. Y Julia es la destinada a lograrlo, pero no será fácil, porque deberá
recurrir a las criaturas mágicas que están más cercanas a la magia, como aquel
duende de Jonathan Strange y Míster Norrell.
Recorriendo la ciudad,
Julia se encontrará con un vampiro y una lamia, hecho que me hace maldecirme un
poco porque tenía a ambas criaturas en mi nueva novela, M is for Magic. Por
suerte, en la serie han optado por el vampiro como una especie de Keith Richards
y la lamia como los “fantasmas” marcianos de Ray Bradbury. En mi novela, por
suerte para mí (que si no tendría que cambiarlo), caracterizo a esos monstruos de esa manera. Al menos, me encanta (y mucho) ver tocados estos temas que me fascinan.
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Kady y Julia y su encuentro con la lamia. Fuente. |
No obstante, volviendo al episodio, es así
como Julia descubre que las viejas criaturas mágicas dicen lo que para muchos
es un hecho: dios está muerto, no queda esperanza, nadie escuchará los rezos,
no queda suerte ni fortuna. ¿Recordáis el famoso "Dios ha muerto y lo hemos matado nosotros", entonado por el famoso filósofo Friedrich Nietzsche? Pues ahí tenemos algunas consecuencias inesperadas dentro de ese mundo mágico. Nietzsche siempre fue uno de mis filósofos predilectos, lo estudié bastante en mi adolescencia (en mi prueba de acceso a la universidad elegí su opción para completar el examen de filosofía). Siempre he encontrado en Nietzsche y su no (a menudo) al resto de filósofos como Platón o Aristóteles la clave para entender al resto de los filósofos y para entender un poco más el mundo. Y aquí, tenemos un extraño homenaje.
Como si del Predicador de Garth Ennis se tratase, en The Magicians, Dios y el resto de fuerzas divinas han abandonado a la humanidad y a las
criaturas mágicas. No habrá esperanza para lograr ese hechizo con el que
cambiar el pasado. No habrá futuro. No hay dios, el viejo lema aplicado y
terroríficamente real dentro de su contexto. ¿Qué haremos si sabemos que
estamos solos y somos responsables de nuestros propios actos? ¿Nos aplastaremos
bajo el peso de nuestra propia libertad?
Pero como en los
viejos cuentos, es a través de los sueños donde se hayan respuestas y Julia y
el espectador lo saben. Morfeo siempre está ahí para abrir la última puerta.