De cómo el mal genio de Kingsman: The Secret Service derrotó a Bond, James Bond

Kingsman the secret service
Parece casi arte abstracto. Fuente.
¿Puede una película de acción ser una obra que haga pensar al espectador, aunque sea detrás de una sonrisa? Existen algunos ejemplos de obras como La chaqueta metálica que trascienden su género para transformarse en reflexiones sobre la condición humana (y, a veces, mediante un humor negrísimo), pero también hay cintas que parten como meros entretenimientos y que, al final, guardan cierta moraleja y crítica sobre nuestro mundo, una queja a tener en cuenta; un buen ejemplo de todo esto es Kingsman.

Confieso que el cómic The Secret Service es una de mis obras pendientes de Mark Millar en los últimos años. En su momento, leí el primer número, escrito por el guionista tras Wanted y dibujado por nada más y nada menos que Dave Gibbons, dibujante de Watchmen. La premisa era interesante: un chaval actual de los suburbios se convierte en un agente secreto bajo las enseñanzas de una especie de James Bond. Era algo así como pillar al clásico 007 y darle una nueva visión algo macara del autor que escribió la Civil War. Aún así, no seguí con la serie, porque no terminó de convencerme, al igual que no lo hizo Némesis (poco más tarde comencé Jupiter's Legacy, que sí me convenció más). De todas formas, el pasado fin de semana pude ver por fin la adaptación cinematográfica del cómic, dirigida por Matthew Vaughn.

The Secret Service, del cómic de Millar a la película de Vaughn. Fuente.

Su nombre es Vaughn, Matthew Vaughn


Matthew Vaughn es uno de mis directores actuales favoritos. He visto todas las películas que ha creado y varias están entre mis favoritas, como, por ejemplo, la estupenda Stardust. Por poner un ejemplo, quizás lo "peor" que ha hecho Vaughn ha sido producir el reboot de Los Cuatro Fantásticos o abandonar la saga X-Men tras la maravillosa Primera Generación para quedarse solo como productor de la sobrecargada Días del Futuro Pasado. Por tanto, me encanta Vaughn, por su buena dirección, su creatividad, su ritmo, su sátira su hiperviolencia, su cinismo... Es tan divertido como su colega Guy Ritchie y además hace grandísimas películas de aventuras.

En la mayoría de sus cintas, ha contado con la guionista Jane Goldman, que ha demostrado una habilidad para crear buenas historias que ya querríamos muchos escritores. De esta dupla han surgido grandes obras cinematográficas y, a partir de una idea de Mark Millar (como en su día con Kick-Ass, quizás la que menos me convence de sus filmes, sobre todo por su final), han trabajado en Kingsman: The Secret Service, una adaptación que supera con creces la premisa y se convierte en un gran disfrute.

En Kingsman encontramos una película de acción sobresaliente, muy entretenida, divertida (incluso en su humor más "vulgar"), un viaje del héroe muy macarra e incluso una perspectiva ácida, que se permite satirizar sobre las cintas de espionaje de James Bond y el choque generacional, donde la fantasía del pulp roza lo extraño al tocar nuestra gris realidad. La recomiendo encarecidamente si queréis disfrutar... Pero quería destacar en esta entrada una cosa: es la película con más mala leche que he visto en mucho tiempo.

La escena de la iglesia de Kingsman es antológica. Fuente.

Licencia para criticar


Un servidor ha disfrutado de series como Black Mirror o películas God bless America, pero echaba de menos que en un film para el público en general tuviésemos una crítica agria de esa que poca gente se atreve a hacer. Y lo mejor es que la Fox debe haber pasado por el aro porque pensaba que estaba haciendo solo una película de acción y el tono de toda la obra es tan macarra que nadie se lo tomaría en serio, como nadie se toma en serio los planes megálomanos de los malvados de James Bond o el malo de opereta de Kingsman, un Samuel L. Jackson histriónico (más que su rol en The Spirit, ¿os acordáis?) que interpreta a Valentine, un tipo que es capaz de hacer que todos los políticos, como Obama, sigan sus enseñanzas para crear un mundo mejor y exterminar a parte de la humanidad, ese virus que ha generado males como el calentamiento global, que solo sería un signo más de la fiebre que devora el cuerpo que es la Tierra. Una locura, pero me ha encantado cómo el personaje hace que la humanidad entre en su utopía a partir del uso de la tecnología que muchas veces nos convierte en zombis.

Y entonces Matthew Vaughn y Jane Goldman se frotan las manos y deciden ofrecernos varias escenas delirantes, pero hay dos que no puedo dejar de lado: la secuencia de la iglesia del odio y el desenlace de la élite de Valentine. En serio, creedme, cuando vi esas dos escenas estuve a punto de levantarme y aplaudir, porque, sin duda, los creadores tras la película tuvieron que quedarse realmente satisfechos cuando, por un lado, matan a sangre fría a unos fanáticos religiosos que odian a todo el mundo y, por otro, cuando los políticos que han vendido a su pueblo se transforman en auténticos fuegos artificiales. 


Una enseñanza para los creadores


Hace tiempo que James Bond ha buscado una manera de captar nuestra realidad y envolverla en el oropel de la acción (de ahí los típicos planes malévolos), pero en los últimos años, aunque hayamos replicas de casos como Wikileaks en los filmes de Bond, uno siente que se toma demasiado en serio y, por suerte, Kingsman admite lo que es y, por eso, acierta, porque, a veces, hay grandes columnas de críticas, pero las mejores suelen estar en una viñeta cómica.

Como escritor, recientemente leí a un autor diciendo que había tenido que limitarse al público para que su obra pudiese ser publicada, que aunque la editorial jamás le cortó las alas, si quería publicar su novela, debía adaptarse al público. Esa es la realidad del mercado, pero yo no escribo por la realidad del mercado, yo escribo porque me gusta, quiero hacer cosas diferentes y no me preocupa ya si me publican o no, simplemente quiero compartir mi historia. De ahí que Kingsman me haya recordado algo muy importante: cuenta tu historia como desees y, si quieres criticar, critica, critica y critica sin parar, sin limitarte. Tenemos un mundo a nuestro alrededor terrible y si damos un discurso, quizás nos quedemos en un ensayo sobre moralina sin más; en cambio, si optamos por la sátira en algunos puntos, por la mordacidad, puede que nosotros mismos nos sintamos más satisfechos y también nuestros lectores. ¿No creéis?

Cómo cambian los tiempos, ¿eh? Fuente.
No diré más de la película para no haceros spoilers, pero quiero incidir en la capacidad con la que una película aparentemente banal como Kingsman se transforma en otra cosa, en una crítica que, como toda buena sátira, tiene mucho de realidad y eso es algo que quizás James Bond ha perdido, que quizás nuestra sociedad ha perdido, por eso es genial recordarlo. En serio, vedla y disfrutad.

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