Críticas de cine: Roujin Z, que nadie decida por ti (y menos si es una cama robótica o una panda de capullos).


La historia de un anciano que desea más la muerte que la vida, pero los demás deciden por él que tiene que seguir viviendo aunque sea a través de una máquina. Una historia bastante humana, que no estamos acostumbrados a ver en el cine de animación… pero sí, se hizo en Roujin Z gracias al tándem Hiroyuki Kitabuko (Robot Carnival) en la dirección y Katsuhiro Ötomo (Akira, Steamboy…) en el guion.
El esperpéntico e interesante argumento da paso a una historia donde se mezcla el plano más humano de ese anciano moribundo y esa dulce enfermera que lo cuida para luego mezclarlo incluso con el cine de acción o los mechas del anime japonés. Por tanto, nos hallamos ante un film de ciencia-ficción y ciberpunk, una locura que trata de una historia bastante humana de una manera bastante original.
¿Hasta qué punto debemos vivir?
Al final, lejos de ir sobre explosiones (aunque se abusen de estas), Rôjin Z comienza a tratar sobre el amor y la juventud perdida de ese anciano que casi no puede hablar. Cuando la voz de su mujer es pronunciada por esa máquina, esa cama robótica, nos damos cuenta de que es casi una especie de reencarnación y que lo que busca yendo a la playa donde se enamoraron es acabar con la vida de una forma dulce, lo que quiere cualquier ser humano.
Y el desenlace va sobre cómo el amor, aunque se muestre monstruoso y terrible, nos persigue y nos busca destruyendo todo si hace falta para llevarnos a donde queremos, a ese anciano al lugar donde desea ir y no donde otros le obliguen.
La sorpresa final.
Con Rôjin Z (o Roujin Z) no estamos ante un film perfecto: algunas subtramas sobran al igual que algunos personajes, la parte de acción se vuelve excesiva y se echa más de menos que no se trate con mágica poesía cada una de las partes de esta obra cuya idea es una enorme metáfora. Sin embargo, esa experiencia entre la vida y la muerte, la vejez y la redención antes que la celebérrima Up ya lo hizo antes la olvidada Rôjin Z.
Solo por toda la metáfora que esconde, ya vale la pena ver Rôjin Z y rezar porque nunca los demás decidan sobre nuestra vida, si es que no lo hacen ya.


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