15/01/2012
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Imagen de dominio público. |
Llegó al restaurante, cogió un asiento porque sí y empezó a chasquear los dedos. El camarero fue hasta él, muy enfadado, y le dijo:
—¿Qué quiere el señorito?
—¡Un plato de venganza! ¡Frío, que es como todo el mundo dice que es mejor! ¡Venga, que tengo hambre y ganas de vengarme!
Poco después, el maître le trajo su plato de venganza. Estaba caliente. Mientras el cliente lo tomaba, sentía que se le hacía un agujero en las entrañas. Esperó a que enfriase y bebió de él, sintió que se helaba. Finalmente, tuvo una revelación (y arcadas) antes de tocar una tercera cucharada:
—¡Ay, madre mía, que la venganza es mala, fría o caliente! ¡Válgame el cielo!
En la cocina, el camarero empezó a partirse de risa con el bidón de gasolina aún en las manos. ¡Por fin se vengó de aquel jefe que nunca le pagó suficiente! Luego, se cruzó de brazos, si existía el karma estaba a punto de…
¡PLAS…!
Servir su cabeza en una bandeja.