Críticas de libros: El nombre del viento, el problema de los ¿finales?

El Nombre del Viento de Patrick Rothfuss. Fuente.
En una posada olvidada, un Cronista está a punto de escuchar la historia de un personaje legendario: Kvothe, el Asesino de Reyes, en voz de su propio protagonista, que tal vez, ha olvidado quién fue y sólo contando su historia pueda recordarlo…


“Me llamo Kvothe, que se pronuncia “cuouz”. Los nombres son importantes porque dicen mucho sobre la persona. He tenido más nombres de los que nadie merece. […] Mi primer mentor me llamaba E´lir porque yo era listo y lo sabía. Mi primera amante me llamaba Dualtor porque le gustaba cómo sonaba. También me han llamado Shadicar, Dedo de Luz y Seis Cuerdas. Me han llamado Kvothe el Sin Sangre, Kvothe el Arcano y Kvothe el Asesino de Reyes. Todos esos nombres me los he ganado. Los he comprado y he pagado por ellos. […]
He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a la edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos.
Quizás hayas oído hablar de mí”.

Ahora, que rememoro su lectura, El nombre del viento llega a mi mente de dos maneras: como un libro en el que hubo partes en que disfruté mucho y como por otras y su final supuso para mí una oportunidad perdida en el género fantástico. Si bien tiene aciertos, la losa de ser sólo una primera parte, acabó con la posibilidad de que su autor, Patrick Rothfuss, crease una obra capaz de trascender de forma independiente un tipo de novela demasiado quemada. 

Rothfuss parte de una mezcla de la infancia robada del Oliver Twist de Charles Dickens, el famoso Casanova, el Terramar de Ursula K. Leguin y el descubrimiento de la magia del Harry Potter de J.K. Rowling (hay incluso un guiño a El Señor de los Anillos, la manera de despertar de Kvothe tras el accidente en la Factoría recuerda a cuando Frodo despertaba en la Casa de Elrond tras ser herido por los Jinetes Negros). No es un mal combinado, sin embargo el autor se empeña en distanciarse y crear su propia historia y lo consigue, sobre todo, porque es un buen narrador. Bravo por ello, no obstante al final sabe a poco y no consigue crear una entidad propia. ¿Qué autor se inspiraría en El nombre del viento para crear su obra? Seguro que los habrá, pero ¿hallará algún elemento que sea indiscutiblemente de esa obra? 

Una de las partes más olvidables del libro. Fuente.

Auge y caída de una novela


No mentiré: la novela arranca muy bien. Está escrita con estilo y tiene muy buenos personajes, aunque es el Denna, el interés amoroso de Kvothe, la que lo hunde en diversas ocasiones la trama; no porque Denna sea insoportable (no del todo, al menos), sino porque desde su reaparición, la novela pierde fuelle y se va hundiendo hasta no ser más que una simple presentación de personajes. A todo esto, en serio, ¿era necesaria la tediosa historia del “dragón”? 

La novela intenta pisar el acelerador, pero el motor está mal. Pierde fuelle y nos conduce por momentos aburridos en los que te preguntas: ¿cuándo termina esto? Lo peor que te puede pasar escuchando una canción, leyendo un libro o un cómic o viendo una película.  En cambio, lo que funciona dentro de la trama es lo que ocurre en la Universidad y muchas veces gracias a los amigos de Kvothe como Simmon o el particular Draco Malfoy de esta trilogía: Ambrosse… Y mi favorito: ese viejo loco que es Elodin y que merecía mucho más protagonismo del que tiene gracias, simplemente, sólo al instante del tejado (una ruptura de ciertos esquemas que está muy, pero que muy bien). 

Ilustración de los personajes, realizada por un fan. Fuente.

Kvothe y el abismo


Si la trama empieza bien y acaba mal, lo mismo pasa con mi visión del protagonista. El personaje de Kvothe es bueno. Tiene filón como “prota”: un pequeño artista que empieza a aprender algo muy cercano a la magia, pierde a sus familiares (típico en este género), vive como mendigo y consigue llegar hasta la Universidad donde le enseñarán esa especie de magia. Durante este trayectoria, conocerá amigos, enemigos y buscará a los asesinos de sus padres: los misteriosos Chandrain, seres dignos de cuento de hadas. Ahí está resumida la novela (y sin tanto relleno como del que peca, me temo).  Si odias a los personajes perfectos, acabarás teniéndole cierta tirria al bueno de Kvothe. Pese a ciertas gotas de antihéroe (como hacer trampas para entrar en la Universidad, magistral), Kvothe erra, irónicamente, de quedar mejor de lo esperado (desde los menos tres talentos hasta que sus enfrentamientos con uno de sus enemigos le hagan subir de escalafón). Este truco puede servir un par de veces, pero cuando se repite a lo largo de toda la obra (que es bastante voluminosa), uno descubre cómo funciona el truco y todo deja de aparentar ser mágico, real, creíble. No es la historia que nos cuenta un bardo herido, sino la que nos cuenta Patrick Rothfuss delante de su ordenador. Y eso cansa, pese a que al final, parece que todo le salga mal al personaje. Confieso que uno siente cierta alegría cuando sus planes no se cumplen, será que nos gusta verle sufrir, quizás así sea más mediocremente humano. 

Otro de los momentos del libro. Fuente.

Una fin inesperado


Además, hablando del “desenlace” (y el entrecomillado no es una simple anotación). ¿No era precipitado que Kvothe, tras ser atacado, se entere de la posibilidad de que los Chandrain estén cerca? ¿Cuál era su plan para ir tras ellos si sólo era un aprendiz de Arcano de quince años? ¿Cómo vengaría a sus muertos? ¿Y qué tal el descubrimiento del nombre del viento cuando se le presta de una forma oportuna? Muy forzado, en mi opinión. Todo lo bueno pierde ante un punto negativo muy grande: ese toda esta aventura para ¿esta... cosa? Me explico: la novela se llama: El nombre del viento (hasta aquí creo que nadie se ha perdido), se supone que los Arcanos pueden conocer el nombre auténtico de las cosas y así controlarlas (sí, como las historias de K. Leguin, que también fueron la base de El Legado de Christopher Paolini). La historia de conocer el nombre del viento y controlarlo flota varias veces en torno a la trama principal, señalando que el excéntrico Elodin sabría controlarlo… Y pensamos que Kvothe está destinado a controlarlo mediante simpatía (esa especie de Fuerza o magia). Bien, todo lector espera un momento épico cuando consiga invocarlo y, al final, es… nada. En serio, ¿no hubiera sido mejor, puestos a ponerlo, que fuera cuando Kvothe se crió en las calles, donde realmente lo pasó mal? ¿Por qué ser tan súbito para quedar tan mal? ¿No está algo metido a calzador? 

Imagen de El Nombre del VientoFuente.
Pese a ello, el "final" nos deja a medias: no empezamos a descubrir todo el misterio que envuelve a Kvothe (y sus otras maneras de ser: Kote y Reshi) cuando, de pronto, todo termina abruptamente y nos quedamos con una mezcla de rabia e incertidumbre: ¿debemos comprar el siguiente mamotreto si queremos saber a dónde nos quiere llevar Rothfuss? ¿Deberemos leer los tres libros para saber si ha valido la pena leer los dos primeros? Impera la sensación de: “ve a comprar el segundo libro si quieres saber más”, no porque el primero nos satisfaga, sino porque no lo hace del todo y tenemos que continuar para saber si ha valido la pena o ha sido una auténtica pérdida de tiempo. Continuando esto, las ochocientas páginas de El nombre del viento se antojan caprichosas. Pese a haber muy buenos momentos, muchos no conducen a nada y hay otros soporíferos que tampoco. Vivimos un sinfín de acontecimientos, pero ¿para qué? ¿Para leer una segunda parte sin que la primera nos haya enamorado? Algunos de estos “peros” se verán como émulos de la vida: nadie sabe a dónde le conduce su vida, no tenemos villanos finales ni grandes tramas marcadas, quizás la historia de Kvothe vaya sobre eso… Pero es algo que no me termina de satisfacer como lector.  

Kvothe y el lector frente a su destino. Fuente.

El ascenso de Rothfuss


Un aspecto positivo (que hay unos cuantos, no voy a mentirles) es que a Patrick Rothfuss le encantan las historias, de eso no hay duda. En algunos momentos, el personaje llega a contar una historia donde hay otro personaje que cuenta a su vez una. Un auténtico juego narrativo que no está mal y queda justificado por las habilidades para la memoria y el espectáculo de Kvothe. Lo mejor: uno se pregunta hasta qué punto cuenta la verdad; ante una autobiografía se puede mentir y Kvothe confiesa no ser demasiado honrado en algunas ocasiones, ¿por qué lo sería en esto? “No te creas todas las historias que te cuentan, Bast. Las historias mienten”, dice. Para sorpresa del respetable, nadie parece dudarlo. 

Pese a todos estos párrafos señalando defectos, El nombre del viento no es una mala novela. Está muy bien escrita (basta ver las citas que abren y cierran este comentario), si te gusta contar historias esta novela va de ello. Hay personajes inolvidables como Elodin y hay buenas descripciones de lugares y situaciones… Está bien saber la “verdad” tras el mito del célebre Kvothe, se dejan pistas para disfrutar de una segunda lectura (la mención a ciertas aventuras antes de que las vivamos o la primera aparición del sobrenombre del Sin Sangre, antes de que sepamos por qué). Existen momentos magistrales, como la llegada de Kvothe a la universidad, el misterio que envuelve a los Chaladrian, la mitología de un mundo que se respira como real (con Telhu y demás)… Y son esas virtudes la que hacen que como lector termine con cierta sensación de decepción: ¿por qué empieza tan bien y “termina” (o se para) de una forma tan repentina? 

Patrick Rothfuss y El Nombre del Viento. Fuente.
Desde su publicación, Patrick Rothfuss ha conseguido conectar con el público que sigue su obra. Ya sea desde su perfil en Facebook hasta su cuenta en Goodreads, el autor estadounidense que lucía una camiseta de Joss Whedon is my master now ha logrado que ahora muchos de sus seguidores lleven una camiseta con la frase Patrick Rothfuss is my master now. Tal es el nivel, que el cierre de la trilogía se espera con grandes ansias, ¿cumplirá o no con todo lo prometido? ¿Será flor de un día o una obra digna de recordar? Según Rothfuss, que tiene escrita toda la historia desde el 2000 y lleva reescribiéndola desde entonces, su afán perfeccionista debería llevarle a crear uno de esos máximos exponentes del género fantástico. Eso esperamos, que falta nos hace. 

En definitiva, El nombre del viento no es una obra maestra perfecta, pero sí una buena historia cuyas virtudes quizás hagan que quieras dar una posibilidad a El temor de un hombre sabio, su segunda parte. ¿Valdrá la pena tan largo viaje? Solo leyendo lo sabremos. No obstante, ¿no es un final un nuevo comienzo?

Fragmento de la portada de El nombre del viento. Fuente.
"El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas”.

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