Basado en el mundo creado por J. K. Rowling en la saga “Harry Potter”
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Y sí, el destino es irónico.
Podía hacerlo mediante magia, pero, de vez en cuando, el señor Ollivander decidía ordenar su tienda con sus propias manos.
El despistado hacedor de varitas colocaba en su lugar su mercancía. Cientos y cientos de cajas con diferentes variantes y combinaciones: pluma de fénix, cola de salamandra, acebo… Cada varita para cada mago, la varita elige al mago, no el mago a la varita.
Era finales de verano y los estudiantes de la promoción de primero del próximo curso en Hogwarts comenzaban a llegar. Mientras colocaba una varita de acebo, de once pulgadas con pluma de cola de fénix en el núcleo, se preguntó si aquella sería la generación en la que aparecería el mago más joven y famoso del mundo: Harry Potter.
Le hizo pensar en aquello el hecho ver aquella varita. La misma que la del mago perverso que sumió en las tinieblas el mundo mágico: El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. El mismo que mató a los padres de aquel niño y a tantos magos y muggles. El mismo que cayó ante aquel pequeño.
Ollivander dejó de lado aquella varita. Sería muy extraño que el destino jugase así.
Se alegró de haber terminado casi de ordenar. Había tardado un poco, pero ya estaba todo en orden.
En ese instante, un niño espigado, despeinado y con unos ojos verdes acababa de entrar, con aspecto perdido. Le recordó a… James y Lily Evans cuando aparecieron su primer año, hacía tanto tiempo. Era él, el Niño Que Vivió.
Lo que ocurrió después se resume con varitas erróneas que acabaron con el tímido orden, produjeron el caos y… con ironías del destino.
Cuando le pequeño se marchó, Ollivander se quedó con el caos de nuevo y observando el hueco de la varita que acababa de vender: la de pluma de fénix.
—Qué irónico, sí…
Y sí, el destino es irónico.