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Agonía. Sudor extremo. Dolores de cabeza. Náuseas… Sea como sea, cada uno la sufre a su manera y estos síntomas se manifiestan, por tanto, de una manera diferente, según quien la padezca.
Te duele el pecho. Sientes que no puedes respirar. Tu mente está bloqueada. Las imágenes reales y ficticias recorren tu mente. Te sientes bloqueado. Estás ante un gran abismo en el que si caes, caerás sin parar. No sabes qué hacer. El “no” o el “sí” es demasiado. ¿Te arriesgas a caer? Ser feliz durante un tiempo no asegura ser feliz para siempre, igual que ser infeliz tampoco lo contrario: es la justicia de esta plaga. Puedes sonreír y llorar muy, muy fuerte ante su gozo y su dolor. Si caes presa de sus efluvios, puedes transmitir la enfermedad de transmisión sexual llamada vida. Una especie de nervios que consumen tu presencia a la vez que te preguntas ¿qué demonios te pasa?
A esa enfermedad se la llama amor.
Es una enfermedad asquerosa que todo el mundo ha padecido, padece o padecerá. Un virus que no conoce de cura posible. Lo mejor y lo peor.
Huye de él mientras puedas o quizás ya será demasiado tarde.