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Microrrelatos
6-12-2010
Y el niño suplicó porque le permitiesen tener un espejo del mundo donde poder ver a todos y sentir lo que ellos sentían, y aquel al que suplicaba lo que hizo fue darle un regalo y una maldición: un corazón. No hay que decir que al dador de corazones le caía bastante mal el crío, ¿no?