Oscuridad.
Sueños sangrientos.
Viva la fortuna.
Condenada sea la hipocresía.
El doctor dijo:
-Debe dejar el alcohol y el tabaco, perjudican seriamente a la salud y si sigue con esto, acabará volviendo a este hospital… Pero para que le hagan una autopsia, ¿entendido?
El paciente se quedó mudo.
Esa noche, hubo un accidente de tráfico. Un conductor había bebido más alcohol de lo debido y las rayas tampoco es que le ayudasen demasiado a mantenerlo sobrio. Su deportivo se llevó por delante un monovolumen en el que iba un matrimonio con una niña pequeña y un bebé. Llevaban cinturón, pero… Ninguno de ellos sobrevivió. Tampoco el que provocó el accidente, pero cumplió los augurios. A su alrededor, metal retorcido, dolor y muerte.
Esa madrugada su cuerpo fue ingresado cadáver. Lo auguró, pero mal. No fue su paciente, sino él.
Era el doctor.
Cuando el paciente se enteró de lo ocurrido, pensó seriamente en que la hipocresía perjudicaba seriamente la salud.
No obstante, se enteró desde un lugar lejos de éste. Él, su mujer y sus hijos fallecieron embestidos por el coche de un loco esa madrugada.
Y así los caminos se cruzan y sólo queda la muerte, la tragedia y el drama convertido en pedazos para el olvido.
Condenada sea la hipocresía.
Viva la fortuna.
Sueños sangrientos.
Oscuridad.