Cuando alguien menciona el apellido Murakami, la mayoría piensa inmediatamente en jazz, gatos y personajes supuestamente introspectivos que buscan un sentido a sus existencias vacías. Y sí, Haruki Murakami tiene sus méritos (espero algún día descubrir cuáles: ¿ser el eterno aspirante de esa estupidez que es el Nobel de Literatura? ¿Ser el dios de los que adoran parecer profundos en Instagram usando sus frases?)... Pero luego está Ryū Murakami: el primo punk, oscuro y caótico, la oveja negra de la literatura japonesa que nunca se sentaría a esperar el Nobel, porque probablemente estaría demasiado ocupado deambulando por los callejones sórdidos de Kabukichō. Mientras Haruki escribe novelas sobre perder gatos y romances que nunca terminan, Ryū se atreve a mirar en los ojos del vacío humano. Y quizá por eso mismo sea él el Murakami bueno, porque no le teme a la oscuridad que habita en cada uno de nosotros, y es capaz de plasmarla con una sinceridad tan brutal como inquietante. Aprende, Murakami malo.
Viaje a las tinieblas
Sopa de miso, la novela más célebre del controvertido Ryū Murakami, nos sumerge en las profundidades más perturbadoras y oscuras de un Japón que poco tiene que ver con la imagen idílica que muchos occidentales romantizan hasta la saciedad. Publicada originalmente por entregas en 1997 en el prestigioso periódico Yomiuri Shimbun, y galardonada ese mismo año con el Premio Yomiuri, otorgado por un jurado encabezado por Kenzaburō Ōe, esta obra sigue siendo una bofetada demoledora para quienes creen que Japón se reduce a templos plagados de solaz, anime y calles pulcras.
La novela sigue los pasos de Kenji, un joven de veinte años que trabaja como guía turístico especializado en mostrar a los gaijin (extranjeros) los rincones nocturnos más sórdidos del famoso barrio rojo de Tokio, Kabukichō. Durante la víspera de Año Nuevo, Kenji recibe la solicitud de Frank, un turista estadounidense cuyo comportamiento desde el primer instante despierta una inquietante incomodidad. Frank no tarda en revelarse como una presencia desconcertante, un auténtico agente del caos que arrastra consigo la destrucción allá donde va.
El personaje de Frank podría perfectamente haber protagonizado una adaptación cinematográfica a principios de los años 2000, al estilo de American Psycho (en su día se habló de una adaptación con Willem Dafoe, pero quedó en nada). Es una fuerza desatada, a medio camino entre el psicópata y el ser sobrenatural, un personaje que hipnotiza a sus víctimas con su presencia inquietante y que llega incluso a beber sangre como si fuera un vampiro. Murakami desdibuje las fronteras entre el hombre y el monstruo. Su carácter simbólico resulta tan fascinante como aterrador, desnudando el lado más grotesco y perturbador del alma humana.
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| Sopa de miso nos muestra el lado oscuro de Japón y de los extranjeros que lo visitan y que no aparece en las guías turísticas ni en los vídeos de TikTok. Imagen libre de derechos extraída de Pixabay. |
La crítica hacia el japonés y el gaijin
En el núcleo de Sopa de miso hay una crítica afilada, tanto hacia la decadencia moral y la pérdida de valores tradicionales en la sociedad japonesa, como hacia aquellos turistas occidentales que han convertido al país nipón en su particular parque temático del exotismo. Murakami explora sin reparos la mercantilización de la cultura japonesa y la explotación turística, mostrando un retrato descarnado y demoledor de una sociedad en descomposición. Acaso, ¿Frank no es una versión distorsionada de ese mar de extranjeros que recibe Japón cada día?
Entre secuencias brutales y reflexiones existencialistas, el autor plantea preguntas incómodas sobre la identidad, la violencia y el vacío existencial del mundo moderno. El libro ofrece momentos que resultan difíciles de olvidar (la secuencia del bar de karaoke), escenas tan devastadoras que permanecen grabadas en la memoria del lector mucho después de cerrar el libro. Estas son las consecuencias de convertir un lugar turístico en un parque temático: a menudo, los monstruos se cuelan.
Sopa de miso es uno de esos libros perturbadores que solo recomiendo a aquellos con el suficiente valor como para huir de las novelas inofensivas y olvidables a las que nos estamos acostumbrando últimamente. Su descenso perturbador hacia la oscuridad del alma humana y su crítica mordaz al choque cultural y a la superficialidad del mundo contemporáneo bien merecen la pena.



