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¿Puede un escritor vivir sin redes sociales? ¿Puede vivir un escritor? ¿Debería vivir un escritor? Imagen libre de derechos. |
"Tengo una duda: ¿los escritores pasan a ser propiedad pública que se saquea sin previo aviso o conservan el derecho a la intimidad propia de los contribuyentes? ¿Sería un craso error decir que la única eucaristía de muchos artistas (todavía) es el aislamiento de una sociedad cada vez más cerrada? ¿O es algo ya en desuso? No me parece quisquilloso ni innoble mantenerse al margen del opiáceo del exclusivismo y la hermandad de chupópteros que predomina en la mayoría de las publicaciones que se creen de vanguardia".
Bukowski, La enfermedad de escribir.
La enfermedad de las redes sociales
Si Bukowski viviera hoy, odiaría las redes sociales. Bueno, ya en vida odiaba muchas cosas, pero imagino que esta idea de que los escritores tengamos que vender nuestras vidas por medio de redes sociales le causaría una úlcera (otra más; igual que al ver que muchos dicen ser el nuevo Bukowski y son una panda de borrachuzos que comparten poemas en Instagram con fotos con mil filtros donde se creen lo más de lo más por agregar un par de palabrotas acompañadas de una ortografía deleznable. Otra úlcera más para el señor Bukowski, por favor... Marchando...).
(Advertencia o disclaimer, como se dice ahora: en este post me meto con mucha gente, con muchas cosas, con muchas redes sociales... Si te sientes ofendido, contrariado o confuso, lo lamento mucho. ¿Te ofendes con facilidad y crees que por ofenderte tienes razón? No, lo que tienes derecho es a ofenderte, pero eso no hace que tengas razón automáticamente. Si no te gusta, puedes irte a quejarte a Twitter).
En la última década, se ha impuesto la idea de crear tu marca personal, compartir tu vida en redes, darle me gusta, darle a retuit... Kieron Gillen decía que Twitter era como una especie de juego de rol: en Twitter, todo el mundo finge ser quien no es. Eso se puede extender a cualquier red y (casi) a la vida misma. Al menos, en los juegos de rol, te cargas a los malos con un hechizo o algo de carisma. En redes sociales, con palmeros, que son como los orcos. Sin ofender (a los orcos).
Vivimos en una era donde el ruido informativo es cada vez mayor. Las editoriales no saben qué hacer. Los escritores no saben qué hacer. Los lectores no saben qué hacer. Los publicistas no saben qué hacer. Nadie sabe qué hacer. Ese es el gran secreto. Vivimos nuestras vidas en el más absoluto caos y todos, por miedo, fingimos saber qué hacemos y adónde vamos, no vaya a ser que parezcamos humanos miserables, pequeños y perdidos. Y en medio de ese caos, estamos nosotros, los escritores, que perdemos nuestras vidas con chorradas. Escribir un libro es como enviar un mensaje en una botella y esperar que alguien lo encuentre. Usar las redes sociales es enfrentarse a un mar tumultuoso donde tienes que comprender que si cada comentario que hagas es un mensaje en una botella, al lanzar cien nadie sabrá cuál es el verdaderamente importante.
Cuando estudié Periodismo, las redes sociales estaban en auge bajo aquella esperanza algo naíf de que cualquiera podía popularizar su mensaje u obra si sabía usar las redes. Me acuerdo de pasar una tarde diciéndole a mi pareja, que estudió Diseño Gráfico, que se debía abrir redes sociales, darse a conocer, hacer que su trabajo llegase a todo el mundo... En realidad, pienso que si se inventase el viaje en el tiempo, acabaría matándome a mí mismo de la paliza que me daría al ir al pasado y encontrar a ese Carlos lleno de ilusión, hablando de redes sociales y otras tonterías con las que perdemos el tiempo. Pienso que por aquel entonces nos saltábamos la parte más importante: que el ser humano es como es (spoiler: esto no es bueno) y no siempre se premia lo mejor. ¿Por qué, si no, siguen existiendo los reality show, las guerras, los libros de youtubers que se van a Andorra o los carnavales?
Las redes sociales se han convertido en agujeros negros de tiempo y vida. Como profesor, sé de las oscuras prácticas que pueden llevarse a cabo en ellas (darle corazón a un gif gracioso de un gato o compartir vídeos de un cangrejo que se ha mangado un cuchillo -pero con música de Linkin Park-, ¡la maldad de su forma más refinada!). Como escritor... también lo sé. Sé que muchos odian Black Mirror por cómo pone el dedo en la llaga sobre este y otros temas, pero es que ¡es cierto! Vivimos en un mundo donde la "popularidad es la prima zorra del prestigio", como decían en Birdman. Grandes artistas como Bowie se pasaron parte de su vida intentando ser famosos para luego darse cuenta del horror que suponía. Todo el mundo quiere ser famoso, un "mocatriz" en potencia. No hay suficiente firmament0 para tanta estrella.
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Esto es lo que imagino que te pasa cuando te ponen la vacuna del COVID-19 y te conviertes en una antena 5G portátil. Te quedas con cara de salir en fotos de Pixabay. |
Obi-Wan ya te advirtió...
"No encontrarás nunca un lugar como este tan lleno de maldad y vileza", decía Obi-Wan sobre Mos Eisley, pero creo que se refería a Facebook e Instagram, las cavernas del "hacedme casito" por antonomasia.
A principios de este año, dejé Facebook e Instagram. Sin saber muy bien por qué, mis contenidos eran borrados de la plataforma. Imagino que es porque nunca pagué la publicidad. O porque le caigo mal a Mark Zuckerberg porque yo creo que se parece a H. P. Lovecraft en un mal día (para Lovecraft) o, a veces, me pongo a imitarlo, pero imitando al Lex Luthor de esa maravilla del séptimo, octavo, noveno y décimo arte (por lo menos) que es Batman V Superman y su "ding, ding, ding" (je, mi sentido del humor es tan sofisticado como un bocadillo de pan y sombra. Lo sé).
Os voy a contar una anécdota breve: hace unos años, unos amigos y yo teníamos una página cultural con críticas y esas cosas culturales. Básicamente, hicimos una página de cultura en España (en España... Cultura... Je, ¡la antítesis!). Pero uno de nosotros decidió pagar la publicidad para ganar visibilidad en Facebook y, de pronto, empezaron a darle "me gusta" y a poner comentarios random personas cuyos perfiles estaban casi vacíos. Y la mayor parte era población marroquí, ya que como Canarias está más cerca de África que de Europa, lo que les coincidía con su dichoso algoritmo era Marruecos. Fue una pura fantasía. O puede que me equivoque, que quizá seamos como Sixto Rodríguez de Searching for a sugar man, un cantautor que vivió prácticamente en la indigencia en USA, mientras que en Sudáfrica era famosísimo; puede que un día vaya a Marruecos y me consideren una estrella (¡gracias!).
Como sabéis, el algoritmo de esas redes sociales trabaja sobre lo que pagas e interaccionas. Ana González Duque ha hablado en varias ocasiones sobre cómo funciona en El escritor emprendedor y diversos trabajos que ha realizado a lo largo de los años. Si todavía tenéis ganas de aprender cómo va, leedla. Lo merece. Y puede que luego os dé todo lo mismo como a mí, porque soy algo derrotista o, más bien, un ser que habita en su propio mundo regido por las reglas del "meh".
Hace un tiempo, me hubiera parecido imposible eso de irme de esas redes sociales, pero ahora, viendo la realidad, cómo el "me gusta" ayuda más bien poco y cómo la gente prefiere comentar en redes en vez de leer un post, no lo vi como una tragedia. Es más, al borrar las aplicaciones de mi móvil sentí alivio. Cree en mí cuando te digo que no vas a pagar tu alquiler con un "me gusta" (me encantaría ver a tu casero cuando le digas: "no tengo la pasta, pero eh, te doy un me gusta". Seguro que al día siguiente sales en la página de Sucesos del periódico).
Consejo personal: si te agobia tener que abandonar una red social, acaba con ella. En serio, cuando se convierte en algo que absorbe tu vida, no merece la pena. Ni siquiera he vuelto para borrar mi cuenta en ambas porque la idea de entrar se me hace cuesta arriba. Y estoy esperando a verano para poder borrar Whatsapp, ya que será cuando terminen las clases y no tenga que usar ese sistema de mensajería. Imagino que entonces eliminaré mis cuentas en Facebook e Instagram y...
Entonces... Entonces... Entonces... Seré... ¡LIBRE!
(No me lo creo ni yo, pero...).
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¡Cuánta razón tenías, Obi-Wan! Y cómo me gusta que C-3PO esté mirando a otro lado. Fuente. |
¡El pecado!
Las únicas redes donde continuo (porque las considero "inofensivas") son Goodreads y Pinterest.
Goodreads se ha quedado un poco en 2011, pese a haber sido comprada por Amazon, pero me sigue gustando votar en ella, hacer listas de libros, compartir críticas, leer las opiniones de otras personas, usar el recomendador... ¿Qué le falta orden y aplicativos que fallen menos? Sí. ¿Que sigo con mis desafíos de lecturas, votando y demás? También. ¿Que es como entrar en una pequeña librería de libros de segunda, tercera o décima mano entre los cuales hay tanta mugre que seguro que te curas del COVID y logras la inmortalidad? Pues también. Estar en Goodreads es mi secreto más oscuro. Hay gente que descuartiza a otra gente, personas que ocultan una infidelidad y, mientras, yo lo que tengo es Goodreads. Lo sé. Es un crimen incofesable. Debería cerrar el pico.
Sobre Pinterest, es que tengo docenas de tablones para ideas e imágenes que me parecen interesantes, y no tengo que soportar las chorradas que veo en otras redes sociales. Que nadie se meta con Pinterest, ese cajón de sastre con cosas que nos gustan hasta que las quitan. Como la vida. ¡No os metáis con Pinterest! ¿Pinterest os ha hecho algo malo? ¡A callar!
También estoy en Wattpad. Me da vergüenza hasta decirlo. Un tío de casi treinta años... en Wattpad. Esto debería estar prohibido. Es como tener Tik-Tok (no, es broma. Nada es peor que tener Tik-Tok, salvo una enfermedad incurable). Wattpad creo que empezó siendo una red social para lectores y escritores, y la disfruté bastante allá por 2014 o 2015, pero después de eso, no sé muy bien cuándo, se convirtió en un agujero negro de fanfics sobre One Direction, cosas raras de anime, orcografía y temas así. Es como reunirte con un grupo de quinceañeros fuera de una LAN Party, solo que huele peor (no, es broma. Es imposible oler peor que en una LAN Party...). Pero a lo que iba era que ahora es como la canción de Los Otakus de Astrud. Todo es muy triste. Y ya me perdí y me siento un viejo en medio de una clase de la ESO y para esa cuestión, pues doy clase, que es a lo que me dedico. Ojalá reviva de otra forma. O no. ¿Quién sabe?
Más problemático es Twitter. Es la única red que uso. No me gusta que no se pueda editar (pero imagino el motivo). No me gustan las polémicas chorras. No me gustan las tendencias. No me gusta que se suelte tanta porquería. No me gusta que se pueda tuitear, en definitiva. He hecho varios hilos últimamente y han funcionado. Me ha costado cogerle un poco el tranquillo; sobre todo, me ha costado entender una filosofía de pasarlo bien de un modo efímero, sin grandes miedos ni grandes esperanzas. Twitter es básicamente como nuestra vida: vacía, pasajera, sin ningún tipo de significado.
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Ya lo decía Tennant: Bloody Twitter! Fuente. |
¿Y qué hacemos los escritores?
Pues escribir.
Vale, vale...
Algunos diréis que entonces qué podemos hacer los autores para tener lectores si no estamos en redes sociales. Es una buena cuestión cuya respuesta... no sé. Sí, sé que en esta época de redes sociales (donde todo el mundo parece saberlo todo) decir que no tienes ni idea de algo está mal visto, pero siempre he pensado que no hay nada malo en escribir porque te divierta, porque eres feliz con ello, porque te gusta meterte en laberintos y buscar la salida. Imagino que si trabajas mucho y consigues que te publiquen tu obra y alguien te lea y te recomiende, lograrás esos lectores. Aunque quizá esto es muy... clásico.
Queda el paradigma de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Detesto esa frase. Nunca hay que ir hacia detrás, ni para coger carrerilla. Sé que hay aficionados que deconstruyen y quieren pensar que, por ejemplo, lo que hacía H. P. Lovecraft enviando tantas cartas a sus colegas era networking. O que Bram Stoker era un fan grimoso de otros autores a los que sto(r-l)keaba -nunca mejor dicho- sin compasión. ¿Y qué decir de las cartas subidas de tono de Galdós a Pardo Bazán? (Bueno, si hablamos de esto último, permitan que ponga música acorde...).
Pienso que todos esos escritores también hacían algo de ficción sin dejar tanto rastro como dejamos nosotros en redes sociales. Si eres cauto, está muy bien, pero piensa que quizá tu tataranieto encuentra tu página de Facebook y descubre que te gustaba hacer el challenge de comerte canela o bailar por fuera de un coche... o hacer un Taylor Swift. Bueno, el lado positivo es que seguramente a tu tataranieto no le importes ni para buscarte en redes sociales (ni que fueras Galdós o Pardo Bazán...).
Y encima, ahora nos ha caído una pandemia y todos estamos deprimidos, menos los que escriben novelas X sobre el Coronavirus (esa gente sí que sabe poner la otra mejilla y verle el lado positivo a todo). Nadie sabe nada y, en estos momentos, menos. Todo es un sálvese quien pueda, que las ratas huyan primero del barco y cierren la puerta antes de salir, por favor (mejor sería después, pero ya saben, con este caos...). Ahora veo que hasta Minotauro publica a youtubers y que todo el mundo parece que confunde seguidores con prestigio o con valor literario. Espero que les vaya muy bien y que consigan pasta para seguir sacando libros como los de K. Le Guin, Bradbury, K. Dick... Las editoriales tienen que sacar dinero para dar de comer a sus trabajadores, es normal que apoyen a quienes tienen más seguidores que supuestamente puedan comprar el libro. Y si no se compra, pues acabarán siendo pasta de papel para nuevos libros y así acaba todo. Ya está. No hay más dramas. ¡Así que solo nos queda escribir!
En definitiva, este es uno de esos artículos que no va a ninguna parte, pero si como mensaje en una botella, llega a alguien que está perdido, espero que le sirva. Puedes ser escritor y no tener redes sociales. Alguien te podrá decir que nunca serás exitoso, pero imagino que no conocen la historia de Thomas Ligotti o J.D. Salinger, de los cuales se sabe poco o casi nada (y ahí radica parte de su halo mítico). Pienso que un escritor puede seguir siendo bueno por su obra. ¿Conocido? Bueno, cuidado, ser conocido no creo que sea sinónimo de ser feliz, sino de todo lo contrario.
Ánimo y sigue escribiendo.
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Escritor ante redes sociales. Óleo sobre lienzo. Imagen libre de derechos. |