Crítica de la película: El circo de los extraños, el tedio de la inmortalidad

El circo de los extraños, adaptación de la novela juvenil, nunca contó con la secuela prometida. Fuente.
"Life may be meaningless, but I have real hopes for death".

A mediados de la primera década de los 2000 hubo un boom de las adaptaciones de novelas juveniles, quizás, por el auge de obras como Harry Potter. Cada productora quería apuntarse a la moda y sacar su propio Harry Potter, pero allá donde el mago triunfó, muchas otras versiones fracasaron: La brújula dorada, Eragon, Los seis signos de la luz... y El circo de los extraños, con su aire propio y alejado del resto, también, porque fracasó donde las otras: en prometer secuelas que nunca llegaron por culpa de un alma que jamás estuvo presente en la primera parte.

Cirque du freak: The Vampire's Assistant se siente lastrada durante todo su metraje por la falta de ambición de las personas que estuvieron detrás de su realización (ahí está Paul Weitz, como director y coguionista). Se nota que la obra de partida, de Darren Shan, es original y distinta a otras, pero, por desgracia, a la hora de verlo en la pantalla, no sentimos que esa magia esté en el celuloide. Solo lo vemos como una especie de enorme booktráiler que no capta lo que realmente es la obra.


El circo sin alma

A todo esto, la mitología que presenta la película no aporta nada nuevo al mito del vampiro, aunque lo intenta al sumarle el mundo de fantasía de la novela juvenil, como es el caso de ese circo lleno de seres extravagantes que hubieran hecho las delicias del Tim Burton de sus mejores tiempos y que aquí solo sirven como leve trasfondo.

Por mucho que se busque crear un mundo propio, El circo de los extraños suprime o delimita una historia lo suficientemente llamativa en su adaptación. Los personajes son lo que son y no se siente que conecte con el público. La amistad entre Darren y Steve, su fervor por las arañas y los vampiros, se queda en todo momento en un segundo plano. Chris Massoglia y Josh Hutcherson (antes de Los juegos del hambre) no interpretan sus papeles de un modo con el que nos convenzan de que se han transformado en enemigos, como, por ejemplo, Kaneda y Tetsuo en Akira (separando las colosales diferencias); logran ser más interesantes los secundarios como Rebecca, Mr. Tiny o Evra (el pobre Ray Stevenson, haciendo de vampiro siniestro, no mucho, la verdad). Llega un punto en que en esta historia lo que más pesa es el tedio que el auténtico carisma que no posee el film.

Todo ello poco aporta a la leyenda del vampiro, como decía, si es que, en algún punto, los creadores quisieron sumar algo a unos seres tan fascinantes. Por mucho que El aprendiz de vampiro pudiera ser la traducción del subtítulo, poco hay de vampirismo auténtico en la gran pantalla.

Tan fascinante como el mito vampírico suele serlo el mundo del circo, como hemos visto en los últimos años en diferentes obras, desde el homenaje de American Horror Story en su cuarta temporada al film que lo inauguró todo Freaks (La parada de los monstruos) de Tod Browning. Aquí tampoco nos enloquece su representación.

Sorprende, eso sí, que entre el reparto veamos caras tan conocidas como las de John C. Reilly, Salma Hayek o, en un papel de un par de minutos, Willem Dafoe.

El circo de los extraños, aunque sea una película para pasar el rato, podría haber dado mucho más de sí, pero se quedó en el terreno baldío de todas esas adaptaciones que nunca llegaron a nada más y, quizás, esperan la oportunidad de un relanzamiento.
El pobre vampiro de John C. Reilly. Fuente.

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