Sobre esa caja, de pie y mirando al infinito, con el vestido de una novia que perdió el velo y la piel blanca como una página sin escribir, esperando algo que desconocemos… Siento tristeza al verla tan sola.
Huyo del parque y me acerco.
Lo es, una estatua, pero sus ojos clavados en el cielo están vivos. ¿Una estatua humana?
Miro al suelo. Tiene un sombrero de copa boca abajo y está hambriento. Vierto en él una moneda que me ha sobrado de perder un poco de dignidad.
¡Milagro! Ella revive y se agita como si fuera una máquina que ha recordado cómo funciona. Su danza es preciosa y concluye cuando me dedica una sonrisa. Me ve. Y sonrío. Me tiende algo que arranca de su corazón: una flor.
Si no cojo ese regalo, entristecerá y no quiero que se apene por mí.
Tomo la flor.
Cierro los ojos.
Abro los ojos.
Una mujer que conocí hace mucho tiempo se aleja como una sombra. Me sonríe y me dice adiós. En sus dedos, una moneda baila.
No puedo moverme. Estoy sobre la caja, de pie y mirando al infinito, con el vestido de una novia que perdió el velo y mi piel es blanca como una página sin escribir. Y espero algo que los demás desconocen: que alguien se fije en mí y me vea. Me consuela saber algo: qué hermosa soy para estar muerta.
Hacía mucho tiempo que no compartía un microrrelato con vosotros, pero la ficción corta también es una forma de ejercitar los músculos de la imaginación y la creación, algo que es más que necesario. ¿Y sabéis otra cosa? Me apetecía compartir algo literario al cien por cien por aquí.
Sobre el microrrelato en sí, la idea de ¿Me ves? llevaba un tiempo rondando mi cabeza, en parte gracias a la lectura de The Art of Asking de Amanda Palmer.
Creo que hay magia en el mundo, ¿sabéis? Aún hay magia.