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El susurro del maíz al moverse al viento. ¿Qué palabras esconde? Imagen de dominio público. |
Es interesante como la idea de la niñez asociada con el monstruo se repite en el género del terror. No, no hablo de pequeños asustados, sino de pequeños que nos asustan. Es como si, una vez dejamos de ser adolescentes, fueran los más jóvenes lo que nos asustan, como merecidos adultos que somos. ¿Quién puede escuchar la voz del maíz y pensar en fuerzas siniestras? Los niños. ¿Quiénes pueden matar a todos los adultos sin plantearse dilemas morales? Los dulces niños. ¿Qué hay de esperanza cuando la barbarie los invade y esos niñitos olvidan la misericordia si es que, alguna vez, la aprendieron o poseyeron? Ninguna.
En los años '70, un escritor llamado Stephen King comenzaba a destacar y escribió Los chicos del maíz, un pequeño relato donde Burt y Vicky, un matrimonio que intenta salvar su relación, termina perdido en medio de un oscuro lugar de Estados Unidos. Después de un incidente siniestro, su miedo les conduce hasta Gatlin, un pueblo abandonado y rodeado por inmensos maizales... ¿Abandonado? No, hay docenas de niños pequeños que rinden culto a una siniestra deidad que se esconde en los maizales.
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Una de las imágenes más conocidas de una de las numerosas adaptaciones cinematográficas del relato de Stephen King: Los chicos del maíz. Fuente. |
Leer Los chicos del maíz es sumergirse en campos que rezan en una terrorífica melodía, en pos de una historia que tiene mucho de pesadilla. No hay esperanza, solo hay muerte. Nada es normal y corriente, todo es siniestro. Además, aparece la idea del pequeño como un ser diabólico, algo que ya atormentase a muchos en obras clásicas como Una vuelta de tuerca. Lo peor es la pregunta que ya se hiciera Chicho Ibáñez Serrador: ¿quién puede matar a un niño?
Es indudable que estamos ante uno de los cuentos más pulp de Stephen King. Las influencias son evidentes. Si habéis leído Los Hijos de Noah de Richard Matheson y quizás os habéis tropezado con las conspiraciones siniestras de seres maléficos como las de la obra de H. P. Lovecraft, aquí encontraréis esa paranoia de un pequeño pueblo perdido al que se suma el culto a un dios sin nombre. Agregad, quizás, a ese pequeño King que veía en el cine El pueblo de los malditos. ¿Y qué tiene de novedoso este cuento, entonces? Pues que King fue capaz de llevar todos esos miedos que se iban quedando añejos al hombre contemporáneo y fue capaz de hablar de un matrimonio roto en un mundo que también se había quebrado.
Hay que mencionar que las conexiones suelen darse mucho en la obra de Stephen King y en Los chicos del maíz no iba a ser menos. En The Stand se realizarían algunos guiños y la sombra de ese diabólico Randall Flagg flota todo el rato en el ambiente.
Sé que hay varias películas basadas en este relato corto de Stephen King, pero me gustó tanto el relato original que creo que voy a evitar verlas. Ya me ocurrió con Fahrenheit 451, novela que adoro y adaptación cinematográfica que, por mucho Truffaut que tenga, procuro no ver. No siempre tienes que sumergirte en las adaptaciones, ¿sabéis? Puede que igual que tampoco tenemos que hundirnos en los campos de maíz que hablan con los niños y piden sacrificios... ¿O sí?