Los escritores que odiaban a sus protagonistas y las Annies Wilkes reales

Misery es una novela que nos habla de las pasiones de los fans y los temores de los escritores, pero todos estos temas son bastante reales... Fuente.

He comenzado a leer Misery de Stephen King, una de sus obras más conocidas que aún estaba pendiente por mi estantería, y aunque conozco la historia por su versión cinematográfica, como siempre suelo decir con King: a sus adaptaciones, a menudo, mejores o peores, le suelen faltar el gusto que King les da con su prosa. Y disfrutaba y pensaba mientras leía los primeros acordes de esta sinfonía de terror psicológico donde un escritor famoso, Paul, cae en manos de su fan número uno, Annie Wilkes, y, malherido, descubre que su cuidadora está loca y que él no puede escapar. Paul Sheldon también se percata de que Annie ha comenzado a leer El hijo de Misery, el último libro de la saga que adora Annie. El último… en más de un sentido.

La realidad es que Paul, pese a haberse hecho conocido por sus novelas sobre Misery, odia a este personaje en lo más profundo de su corazón. Ha escrito los libros por fama y necesidad, desbordado por una historia que le ha superado y poniendo todas sus esperanzas en sus futuras historias, alejadas de su heroína de época. Paul odia a Misery, la cual ha logrado la admiración de tantísimos seguidores. El hijo de Misery es el final y, como todo buen desenlace, acaba con la propia protagonista… para siempre. Paul asumía el riesgo con cierta malicia, sabiendo que no tendría que aguantar en demasía a sus seguidores, pero… todo ha cambiado. Y Annie está leyendo esa obra y seguramente ese punto y final no le guste. En cambio, el acto de matar a su personaje fue lo que hizo que Paul empezase a reírse histéricamente y se emborrachase para celebrarlo, mientras que gritaba que, por fin, ¡por fin, joder!, era libre de ese ser de ficción que le había hecho prisionero.

No creo que tenga que poner muchos ejemplos de fans que se vuelven locos con el final de una novela, porque no les gusta y empiezan a insultar o amenazar al escritor. Como si fueran el dueño de Sherezade, creen que pueden decretar muerte o vida. Y siempre habrá alguien a quien no le guste nada. Es lo que provoca la pasión desbocada por una pasión ajena. Y muchos le guardamos cierto «rencor» a un autor que ha matado a un personaje que amábamos, ¿para qué vamos a mentir? La cuestión es que, casi ninguno de esos escritores (espero), acaba en frente de su seguidor número uno, mientras él está postrado en una cama y ese fan se acerca al desenlace de una obra que acaba con la adorada protagonista muerta. Y ahí, Paul vive su propia cuenta atrás, siendo torturado por esa admiradora.

Y me hace pensar en todos esos seguidores que se pasean por las redes sociales, por ejemplo, de George R.R. Martin, insultándole o dejando sus dosis de odio, porque aún no ha escrito su nueva entrega de Canción de Fuego y Hielo. Y no son peticiones admirables, sino insultos que te hacen pensar que escribas mejor o peor, siempre habrá alguien que no te respete y solo quiera de ti tu historia. Extraño, ¿eh? Lo que me recuerda a aquel comentario medio en broma de George R.R. Martin diciendo que, como le presionasen mucho, haría caer un meteorito sobre Poniente y los mataría a todos. Interesante que lo hiciera y que acabase a merced de sus Annies particulares, ¿no?

No sabemos si Stephen King se ha sentido alguna vez de esta manera (seguramente sí y eso inspirase el inicio de la escritura de Misery), pero también se puede añadir un hecho real, como fue el que sir Arthur Conan Doyle, superado por la fama de Sherlock Holmes, decidiese matar a su célebre detective. Acto que provocó la ira de muchos seguidores que se dieron de baja en la revista donde se publicaban los relatos, marcharon con símbolos de luto y le dedicaron cartas de diversa índole a Doyle para expresar su odio hacia su persona por asesinar al célebre detective. Todo eso concluyó con Conan Doyle enfrentado a sus propias Annies y haciendo que resucitase al famoso Sherlock después de un tiempo.

Esto es lo que pasa y es algo fascinante. Los amantes de la ficción jamás dejan que esta muera y el escritor solo puede rezar por hacer lo que le dé la gana, por tener esa libertad, antes de que las sombras de deseos ajenos se ciernan sobre él, como se ciernen sobre Paul Sheldon, Stephen King, George R.R. Martin, Arthur Conan Doyle y cualquier juntaletras. Y la luna, ese fan desbordante y cruel, sonríe. Bienvenido al juego siniestro de las letras de tinta y sangre.

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